Viernes, 15 de marzo de 2013 | Hoy
TEATRO › EL GRUPO PERIPECIA DE PORTUGAL ESTRENA EN BUENOS AIRES EL ESPECTACULO 1325
Los autores e intérpretes Noelia Domínguez y Sérgio Agostinho explican el sentido de la obra que, entre música y palabras, recupera nombres de mujeres ligadas a la búsqueda de la libertad. Como hilo conductor, una reunión de abuelas les da marco a los relatos.
Por Hilda Cabrera
Los personajes femeninos de 1325, obra del Grupo Peripecia de Portugal, tienen distinto origen y profesión, pero los une la lucha por la paz. Esta pieza creada e interpretada por los españoles Angel Fragua y Noelia Domínguez y el portugués Sérgio Agostinho, con dirección de José Carlos García, se ofrecerá hoy, mañana y el domingo, en el marco de la temporada internacional organizada por el Celcit. El título de este espectáculo, estrenado en 2012, en Vila Real (Portugal), corresponde al número de la resolución aprobada en 2000 por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que destaca la importancia de las mujeres en la construcción de la paz. Pasadas escasas horas de la llegada a la Argentina (país que visitan por primera vez), Domínguez y Agostinho dialogan con Página/12 mientras sus compañeros acondicionan las luces y despliegan los materiales escenográficos, parte del vestuario y un amontonamiento de telas a las que darán formas diversas, incluida la de un mapa de Africa. Lo han traído todo –dicen– para conformar un espectáculo que entre música y palabras recupera nombres ligados a la búsqueda de la libertad. Y lo hacen desde el impacto que les produjo el libro 1325. Mujeres tejiendo la Paz, que reúne semblanzas de setenta mujeres que han trabajado o trabajan por la paz. Participan en ese texto 25 autoras (periodistas, escritoras y poetas) y 42 diseñadores. La traslación escénica está conformada por cuadros en los que se presenta el caso de una mujer o de un grupo, escenas cuyo hilo conductor es una reunión de abuelas que atesoran recuerdos. “Esas tres abuelas que nos llevan de un ambiente a otro representan a las Abuelas de Plaza de Mayo –puntualiza Domínguez–. Esta referencia es evidente para los argentinos, pero no es tan así para los europeos. Sí lo es en España, pero no tanto en Portugal, donde tenemos que darle al público algunos datos.”
–¿Les interesó partir de un conflicto puntual?
Sérgio Agostinho: No, siempre quisimos hablar de la guerra, pero de una manera general. Cuando asistimos a la presentación del libro 1325. Mujeres tejiendo la Paz, que editó la Fundación Cultura de Paz-Ceipaz, de Madrid, descubrimos detalles y episodios que podíamos llevar al teatro. Hasta entonces no habíamos podido hallar el enfoque que lo hiciera posible. La perspectiva femenina nos inspiró. Ese era el giro que necesitábamos.
–¿Cómo fue la selección?
Noelia Domínguez: Tomamos las historias que se acomodaban mejor a nuestra manera de trabajar, basada en improvisaciones. Esas que nos sugerían nuevas escenas para las semblanzas que en el libro han sido escritas bajo el formato de entrevistas.
–¿Qué características tiene la lucha femenina por la paz? Entre las elegidas aparecen maestras, costureras, políticas...
S. A.: Aun las mujeres que se dedican exclusivamente a la política toman, en general, el costado más humano de la política. Por eso, a veces, sus intervenciones políticas y sociales no son reconocidas como se debe. En el programa de mano incluimos reflexiones de Carmen Magallón acerca de esto. Sirven para ser aplicadas a nuestros personajes femeninos, porque en la obra todas son mujeres, aunque las interpreten hombres. Magallón es doctora en Ciencias Físicas, autora de Mujeres en Pie de Paz y directora de la Fundación Seminario de Investigaciones para la Paz. Ella cuenta que sus abuelas, en tiempos de la Guerra Civil Española, preferían actuar del mismo modo con los diferentes bandos y que ésa era una forma de trabajar por la paz. Esta actitud política y social no tiene valor para los hombres del poder político vigente. En cambio, para los que buscan la paz, ese comportamiento es superior. Significa elegir la vida por encima de todo.
–¿Relacionan esa aspiración con valores culturales? ¿Creen que, en este punto, la educación y la cultura pueden ser transformadoras?
S. A.: Sabemos que existen países y personas que no se entienden, o no quieren entenderse, y muchas veces por motivos económicos. ¿Quiénes se preguntan sobre el porqué de las guerras? Estas mujeres de la obra, que han luchado y luchan por la paz, tienen un enfoque positivo sobre realidades muy dolorosas, y ése es el enfoque y el sentido que hemos querido dar a nuestro espectáculo. Esto nos permite crear escenas de humor, transmitir un sentimiento de esperanza y despertar la curiosidad del público, porque ofrecemos información real sobre estas mujeres.
–Algunas conocidas, como Rosa Parks (1913-2005), que integró el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, denunció episodios cotidianos de segregación racial y fue encarcelada. O el caso de Aung San Suu Kyi (nacida en 1945, en Birmania), que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1991 pero no pudo retirarlo hasta 2012, después de la caída del régimen dictatorial en su país.
N. D.: Su historia produjo un bombardeo de información. Otras mujeres causaron revuelo, como Wangari Maathai, de Kenia, ecologista, bióloga y veterinaria que recibió el Premio Nobel en 2004 (Maathai divulgó que el virus HIV fue liberado en Africa como arma de destrucción masiva). Menos conocidas fueron Aminatou Haidar, activista saharaui, e Irena Sendler, aunque se hizo una película sobre ella y fue nombrada para el Premio Nobel de la Paz 2007. Una cita de Sendler es “Cada niño salvado es la justificación de mi existencia en la Tierra y no un título para la gloria”.
S. A.: Sendler, polaca y católica, era enfermera y asistente social. En la época nazi salvó a dos mil quinientos niños judíos del ghetto de Varsovia. Su labor fue impresionante.
N. D.: Sólo se supo esto cuando tenía 90 años (murió ocho años después). Irena fue una de las mujeres que debía entrar en la obra, por esto de afirmar la vida por encima de todo. Este episodio lo contamos sin palabras. Creo que es el más emotivo y poético.
–¿Qué significa la máscara en la obra?
N. D.: La utilizamos sólo en el episodio de San Suu Kyi y deriva de un hecho real. Es la máscara de papel que se llevaba en las manifestaciones que pedían por su liberación. Se utilizó también en los conciertos de U2.
S. A.: Bono le dedicó la canción “Walk On”, y en sus conciertos se entregaba a la gente una máscara junto con la entrada para que se la colocara en el momento del tema. Decidimos hacer algo semejante, pero queriendo deconstruir el concepto de máscara. Jugamos con el concepto y lo destruimos un poco para volverlo más contemporáneo, más juguetón, también. En nuestro caso sirve como información y juego teatral.
N. D.: Nuestra máscara no es para esconder, sino para revelar aspectos de lo vivido por San Suu Kyi, en Birmania.
–¿Se inspiran en general en temas tan concretos?
N. D.: La forma que elegimos para expresarnos teatralmente fue la que nos unió. Somos un equipo permanente, pero con invitados: músicos, actores... Nuestros espectáculos parten de inquietudes, de temas que deseamos desarrollar escénicamente. No dejamos a un lado la palabra, pero no recurrimos a ésta constantemente. Cuando es necesaria, la palabra viene sola. 1325 posee texto, música y canciones, algunas basadas en nanas...
S. A.: Canciones de cuna tradicionales, cantigas o poesías cantadas, spirituals, canciones corales de la década de 1920 y las tradicionales de los juegos de niñas, algunas grabadas en un aparatito que llevan las abuelas de esta obra, que a veces acompañamos, y otras cantadas por nosotros a capella.
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