TEATRO › ENTREVISTA A BLANCA PORTILLO, PROTAGONISTA DE LA VIDA ES SUEÑO
En la obra de Calderón de la Barca, la actriz española encarna a Segismundo, príncipe en la corte de Polonia, encarcelado por su padre, que desde su nacimiento lo creía un monstruo capaz de desplazarlo. Puede verse hoy y mañana en el San Martín.
› Por Hilda Cabrera
Obra poética y filosófica sobre la sujeción al poder y los límites de la libertad, sobre el engaño y la dicha que pasa, La vida es sueño (1635) no ha perdido contenido ni belleza formal con el paso de los siglos. Esta celebrada pieza de Pedro Calderón de la Barca, poeta y dramaturgo del barroco español del Siglo de Oro, se verá hoy y mañana en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín. La adaptación es del dramaturgo español Juan Mayorga y la dirección, de Helena Pimenta, quien desde septiembre de 2011 se halla al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España (CNTC). El papel central es para Blanca Portillo, a quien se recuerda en La hija del aire, también obra de Calderón, presentada en 2004 en Buenos Aires, con puesta y dirección del argentino nacionalizado francés Jorge Lavelli. En La vida es sueño, Portillo protagoniza a Segismundo, príncipe en la corte de Polonia, encarcelado por su padre, el rey Basilio, que desde su nacimiento lo creía un monstruo capaz de desplazarlo.
Actriz de teatro, cine y televisión, y también directora, lleva realizados numerosos trabajos, entre otros su participación en Bodas de sangre, Lope de Aguirre, traidor, Marat/Sade, Las Troyanas, Oleanna, La más fuerte, Sueño de una noche de verano, Madre, el drama padre, Mujeres soñaron caballos y Antígona. En cine fue dirigida por los prestigiosos Mario Camus, Pilar Miró, Gracia Querejeta y Pedro Almodóvar, en su película Volver, donde tomó el rol de una enferma terminal.
Portillo confiesa emocionarse ante la fragilidad de su personaje: “Un ser que nunca fue querido y no sabe por qué lo han encerrado”. Ese joven niño desconoce “el amor presente”. “No tiene la medida del ser humano, que sólo existe cuando se está socializado. Le salva poder hablar, pensar y que le hayan enseñado a leer. Si no fuera así, se volvería loco o quizá se suicidaría. Segismundo experimenta la extrema fragilidad de no saber cómo ordenar sus emociones porque no tiene con quién compararlas. A pesar de eso, realiza un tránsito que lo convierte en un ser humano que, desde la oscuridad, elige construir en vez de destruir”, sostiene la actriz.
–¿Se trata de elegir, entonces?
–Sí, y él elige partiendo de un estado tan puro que al final de ese recorrido por su historia expresa su agotamiento. Es que “ser persona” y aprender a vivir es una dura tarea.
–¿Sobre todo cuando se descubre como víctima? Porque está el hecho de haber sido forzado al sueño y a la vigilia...
–Helena (Pimenta) dice que esta obra habla de aquellos que dominan hasta nuestros sueños. Porque no es tanto permanecer despiertos o dormidos, sino saber que son otros los que manipulan nuestra vida y nos colocan en situaciones que nunca hubiéramos elegido. Uno de los aprendizajes más hermosos es puesto de manifiesto por Segismundo al decir que, sea real o sueño, lo único que podemos hacer sin intromisiones es vivir con toda intensidad y no dejar que se nos escape la vida. Diferente en esto al rey Basilio, su padre, que pretende sujetar la vida. Un imposible también para nosotros.
–¿Cómo evitar la manipulación?
–Primero, ser conscientes de la posibilidad de un cambio. Cuando mi personaje dice “sueña el rey que es rey y vive con este engaño”, me pregunto: ¿cuántos de nosotros hemos vivido ese sueño de ser lo que no somos? ¿Por qué entonces agarrarnos desesperadamente a lo que tenemos o creemos tener? Frente a toda manipulación externa, que sufrimos todos, y en todos los ámbitos, hay un lugar de libertad para nuestras elecciones personales, íntimas, que otros no pueden manipular, salvo que los dejemos. Ese espacio es el que debemos mantener intacto para salvarnos y no convertirnos en títeres.
–¿O sea, construir y actuar en base a una elaboración interior?
–Un momento muy bello en la función es cuando Segismundo se da cuenta de que lo vivido ha sido un sueño, que lo valioso está en él, y elige volver a la cueva, porque aun en esa condición de prisionero es libre, sencillamente porque ésa es su decisión. El ser humano elige, y hay que defender esa capacidad. Por mucho que los poderosos o el gobierno, incluso la familia, quieran dominarnos. Debemos defender ese lugar. Si no lo hacemos, estamos perdidos.
–¿Entiende esa libertad como sinónimo de fortaleza?
–Y más, es el sentimiento de estar a gusto contigo misma; de poder mirarte al espejo y decir ésa soy yo. Reconocerte.
–¿Por qué en esta obra, y en otras de Calderón, el hijo es considerado un enemigo en potencia?
–Eso es miedo al relevo, y en esta obra más que en La hija..., donde era la reina Semíramis quien despreciaba a su hijo Ninias. En La vida es sueño hay otros padres. Está Clotaldo, padre de Rosaura, a la que no quiere reconocer. Esos padres temen que los hijos los superen. Es curioso lo que nos ha sucedido con esta obra cuando la presentamos ante un público de adolescentes. Ellos se sintieron totalmente identificados con ese conflicto. Pasa también con los padres de nuestra época cuando los hijos crecen. Piensan que ya no los van a necesitar, y eso los inquieta.
–Pero en La vida... se trata de sostener un poder mayor. ¿Es válido calificarla de obra política?
–Sí, porque no en vano Calderón elige un personaje que va a gobernar. Segismundo no es un humilde muchacho del campo sino que, como príncipe, tendrá que impartir justicia. Un verso de esta obra da idea de esa transformación, cuando Segismundo dice: “Lo que no es justa ley no ha de obedecer al rey”. No se obedece lo que no es justo. Hay en esta obra una veta política y social profunda, íntima y delicada que escala hasta llegar al príncipe.
–¿Modifica el hecho de que sea mujer la que interpreta al príncipe?
–Algo debe modificar... ¡He hablado con Segismundo! ¡Me gusta dialogar con los personajes! Desde un punto de vista social, son más las cosas que nos unen a los hombres que aquellas que nos separan. Yo soy un poco pudorosa en la vida, pero no arriba del escenario. Eso me ayuda a construir un personaje que, con Helena, quisimos que no fuera un monstruo gigantesco, lleno de pieles, sino un ser como este príncipe que está en tránsito entre el niño y el adulto, un ser frágil que va madurando su proceso de vida.
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