Viernes, 3 de mayo de 2013 | Hoy
TEATRO › MANEL BARCELO Y SU VERSION DE LOS VILLANOS DE SHAKESPEARE
El unipersonal de Steven Berkoff vuelve ahora a Buenos Aires por el actor catalán que antes había hecho el Shylock, de Gareth Armstrong. “Hacer Shakespeare siempre es ponerse en peligro”, dice.
Por Hilda Cabrera
Asediados por setenta y dos personajes “que pululan por ahí”, los malvados que se apropian de la escena son protagonizados por un único actor, el artista catalán Manel Barceló, de quien se conoció décadas atrás La tigresa y otras historias, de Darío Fo y Franca Rame, y Shylock, del británico Gareth Armstrong. Aquellos que proliferan surgen a través de “voces y pinceladas en las que hasta un medallón se convierte en personaje”, precisa el actor en alusión a Los villanos de Shakespeare, obra que dirige Ramón Simó y estrena hoy en el Teatro Nacional Cervantes. Este espectáculo, creado por el inglés Steven Berkoff en base a textos del dramaturgo y poeta isabelino, da cabida a la sátira y el juego entre contrarios, donde Barceló se multiplica en personajes que lo fascinan tanto como en otro tiempo, siendo niño, lo atraparon las voces que prodigaba el actor y humorista argentino Pepe Iglesias, el Zorro, quien residió por temporadas en España: “A nivel de radio era un fenómeno; la gente no podía dejar de escucharlo”, cuenta Barceló a Página/12.
Las “encarnaciones” que lo entusiasmaron en la juventud fueron adquiriendo otro color y mayor dimensión sin por eso perder frescura: “Lo mío era salir y hacer muchos personajes”. Experiencia que no significa abandonar otros géneros teatrales ni otras disciplinas. De ahí La tigresa... y la utilización que ha hecho de un lenguaje onomatopéyico como el grammelot o de los climas que cercan en Shylock, donde el que relata es Túbal, el único amigo del polémico prestamista judío de El mercader de Venecia. En Los villanos..., “malísimos todos”, sostiene el actor, aparecen Yago, Ricardo III, Macbeth y Lady Macbeth, Oberon y otros.
–En una edición del Festival Internacional de Buenos Aires, Berkoff subtituló a este espectáculo “obra maestra del mal” e ironizó sobre el tema. ¿Cómo es en su caso?
–Cuando me presento ante el público y adelanto de qué va la obra y qué es la maldad, hablo por boca de Berkoff. También suya es la visión del personaje de Shylock, diferente de la de Armstrong. Incorpora a Hamlet, a quien consideramos paradigma de la virtud, aunque es culpable de seis muertes, también a Oberon, el rey de las hadas que pide al duende Puck la flor mágica para fabricar la droga que, entre errores, verterá en los ojos de la reina Titania, enamorada del artesano actor que lleva cabeza de burro.
–¿A qué se debe esta síntesis de personajes?
–La intención de estos montajes sencillos es devolver al público la emoción de las palabras. En este espectáculo, Berkoff ofrece a un solo actor desprovisto de todo efecto, alejado de esas enormes producciones que han llegado incluso a “cubrir” la palabra.
–¿Considera a la obra una “conferencia” sobre el mal?
–Este espectáculo es producto de varias improvisaciones hechas por Berkoff como actor y autor, y lo nuestro es ordenar un material que, al fin y al cabo, se basa en el actor. Por lo tanto, el actor puede utilizar ese material para expresarse. En la obra no hago de Barceló, sino de Berkoff, porque el autor es él, pero soy yo el que propone el juego escénico. Además, Berkoff nos pone trampas, abre expectativas que luego no cumple. Es cierto que tampoco está obligado a cumplirlas.
–¿Qué tipo de trampas?
–Parece que va a dar una conferencia sobre la maldad y luego se olvida de eso (el subtítulo es A Masterclass in Evil) y se dedica a criticar con sarcasmo a los grandes intérpretes de las obras de Shakespeare. En este punto, quiero ser honesto y digo que no es ésta una conferencia sobre la maldad. Existen villanos geniales, mediocres o estúpidos, tristes o alegres... y éstos no son todos. La aclaración facilita el contacto con el público. No soy Berkoff para criticar a sus colegas, pero los nexos que introdujo tienen que estar. Es su obra. Satiriza también a los críticos... Tampoco obviamos sus transgresiones.
–¿Lo son realmente?
–Es curiosa la reacción de los autores británicos que se da tanto en Armstrong como en Berkoff. Ellos son muy agresivos con sus pares, pero no con las instituciones. A mí no se me ocurriría decir o escribir que un determinado actor es un berzotas, y eso que éste es un insulto suave, casi literario y de otro tiempo. Lo leía en los tebeos y es semejante a alcornoque. En general, los autores ingleses no son muy amantes de meterse con el poder establecido, con las estructuras que hacen posible la existencia de villanos que ostentan, detentan el poder y no lo sueltan. Berkoff habla de estructuras sociales que permiten que los villanos prosperen, tengan impunidad y hasta cierta categoría social, pero hasta ahí.
–¿Lo tentó dar ejemplos contemporáneos?
–En Los villanos... no represento a un actor español, sino a un actor británico. No corresponde dar ejemplos porque la realidad teatral española no es igual a la británica. Shakespeare marca una jerarquía en todo el mundo, pero en los británicos es clara. Se recita a Shakespeare desde la escuela y se establecen jerarquías entre los especialistas y aquellos que no lo son. Existen intérpretes que son leyenda, como Laurence Olivier. Esto crea una relación de amor o de odio hacia esos actores, en parte porque quienes no acceden a ese status, nunca tendrán categoría.
–¿Cómo es esa conexión en el teatro español?
–Reciente, y para los catalanes, recientísima. Hemos tenido interpretaciones valiosas, pero, desde el punto de vista de los actores, hacer una obra de Shakespeare es ponerse en peligro.
* Los villanos de Shakespeare va de jueves a sábado, a las 21, y los domingos, a las 20.30, en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815).
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