Sábado, 25 de mayo de 2013 | Hoy
TEATRO › PEPE CIBRIAN CAMPOY HABLA DEL REESTRENO DE CALIGULA
El principal exponente del musical argentino destaca la importancia de volver a ver este espectáculo que fue concebido durante la dictadura. Protagonizado por Damián Iglesias y con música adaptada de Angel Mahler, Calígula trata sobre la manipulación del poder.
Por Paula Sabatés
“¡Pobre pueblo! Qué ingenuo. Todo vuelve a empezar.” Con ese leitmotiv que parece no agotarse en el tiempo vuelve a subir a escena, treinta años después de su estreno, Calígula, el emblemático musical que Pepe Cibrián Campoy estrenó cuando todavía estaba de pie la dictadura militar. Protagonizada por el joven Damián Iglesias y con música adaptada de Angel Mahler (la original fue de Martín Bianchedi), la obra habla acerca del poder y de la manipulación que de él hacen quienes lo ostentan. “Audaz y transgresora”, tal como la define el principal exponente del musical nacional, la obra se puede ver de jueves a domingos en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131). Hoy y mañana habrá funciones especiales para lectores de Página/12. “Es un absoluto canto a la libertad del hombre frente a la opresión del poder omnipotente, omnipresente y asesino”, señala Cibrián.
Calígula cuenta la historia de un emperador déspota del Imperio Romano desde que asume el poder hasta su muerte. El texto de esta puesta es el mismo que el de la primera y las que le sucedieron (se reestrenó en 2002, con el debut de Iglesias, y luego en 2005). “Nunca cambié una coma porque es siempre vigente”, asegura Cibrián, quien dirige a los 17 artistas que hay en escena y que además diseñó, junto a Carlos Gaber, el juego de luces de la obra, que incluye más de 500 cambios.
“Calígula es transgresora desde donde se la mire. Desde lo estético hay momentos en los que por la sutileza parece un cuadro de Miguel Angel. Desde lo narrativo es fuerte y shockeante. Es una obra movilizadora, contestataria. Puede no gustar, pero no se puede decir que en ella no pasa nada”, asegura Cibrián a Página/12, que habló también con el protagonista sobre esta pieza ya clásica que vuelve a sacudir al público de Buenos Aires.
–Dijo en varias oportunidades que ésta es su obra más acabada. ¿En qué sentido?
Pepe Cibrián Campoy: –Porque me da mucho orgullo haber escrito una obra que después de treinta años siga tan vigente desde la dramaturgia. También, porque fue mi primera pelea como ciudadano, el primer espacio en el que pude expresar mis opiniones como tal. No soy revolucionario, es cierto, no me he jugado la vida y la he perdido como sí hicieron otros. Pero es una pelea. Como la que di en el Congreso por la ley de matrimonio igualitario. Además amo esta obra porque todo el elenco es maravilloso y da placer verlo en el escenario.
–Y para usted, Damián, ¿qué significa Calígula?
Damián Iglesias: –Para mí representa una gran responsabilidad. El de Calígula fue, en 2002, mi primer gran papel y volver a retomarlo es un gran trabajo. Es un personaje muy fuerte que tiene muchos matices. Representa al poder absoluto desde su costado más duro, pero también más bello. Lo bueno es que en estos once años que pasaron desde que lo hice por primera vez crecí mucho, no sólo en edad sino también en experiencia teatral, con lo cual siento que ahora puedo darle al personaje una verdad que es mucho mayor a la que tenía en aquel entonces. Eso transformó la obra en algo que es mucho más real y potente.
–¿Esos matices que nombra hacen que al personaje no se lo condene tanto?
D. I.: –Hacen que se lo pueda ver desde un lugar más humano, que es desde donde lo trabajo. Calígula es un dictador y por eso a priori uno lo ve oscuro. Pero creo que el público no puede llegar a odiarlo porque la información que le entrego sobre él es muy desgarradora. Es alguien que tiene una profunda soledad. Y eso hace que la gente no lo odie, pero tampoco lo quiera, simplemente lo entienda. Y a mí también me pasa. Como lo tengo que encarar dentro de su psiquis, para mí es un hombre puramente normal, claro que dentro de su razonamiento.
–Definen esta obra como transgresora, ¿en qué radica esa cualidad?
D. I.: –La transgresión está en hablar de una verdad con mucha verdad, de no enmascararla con nada. Mi personaje dice cosas sin filtro. Son los mensajes de la obra los que la hacen así, porque lo importante es lo que se trata y cómo se lo trata. Después, transgredir desde un desnudo artístico (que lo hay) no tiene sentido, es algo que hoy se ve en la calle todo el tiempo.
–Dijo varias veces que se trataba de una obra fuerte, una obra “para prohibir”, pero que en su momento esto no ocurrió porque el musical estaba menospreciado y se lo consideraba inofensivo. ¿Cree que hoy ha cambiado la situación del género?
P. C. C.: –Sí. La gente hoy en día tiene un conocimiento del género musical que hace que ya no se lo tome como brillos y plumas. Hay muchos talentos, hay escuelas de formación y se hace un trabajo mucho más loable. Antes el género era Pepe Cibrián, hoy por suerte hay mucha más gente trabajando en él.
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