Sábado, 24 de junio de 2006 | Hoy
TEATRO › “CONVIVENCIA”, DE OSCAR VIALE, EN LA SALA CARLOS CARELLA
Veinticinco años después, el clásico de Viale vuelve en una versión protagonizada por Horacio Roca y Marcelo Mazzarello.
Un hombre putea. El otro es lingüísticamente exquisito y pulcro. El primero decide con el corazón. El otro, con el intelecto. Ambos comparten cada fin de semana en una casita ubicada en una isla de Tigre. Como la sal y la pimienta, la mezcla es sabrosa. ¿Cómo sobreviven al encuentro estos dos polos opuestos? La convivencia es la respuesta y es, a su vez, el título de la pieza que Oscar Viale escribió en los ’70 –de la cual los arriba mencionados son sus personajes–, convertida en un clásico nacional. Convivencia entre amigos, entre dos machos argentinos. Y en el medio de ambos, el recuerdo, el pasado y el presente. Casi tres décadas más tarde, Convivencia continúa teniendo la misma actualidad para describir las relaciones humanas y –específicamente– entre géneros, y vuelve a la cartelera teatral porteña de la mano de Horacio Roca y Marcelo Mazzarello en los roles protagónicos y un elenco conformado por Victoria Carreras, Marcelo Melingo y Gabriela Sari, con dirección de Rubén Stella. La cita es los viernes y sábados a las 21.30 y los domingos a las 19.30 en la sala Carlos Carella (Bartolomé Mitre 970).
En 1979, Convivencia se estrenaba con Luis Brandoni en el papel protagónico: tal fue el éxito que generó la comedia de Viale que durante casi tres años no bajó de cartel. Veinticinco años después, es Horacio Roca quien interpreta a Adolfo, un intelectual que establece una peculiar relación con su amigo Enrique (Mazzarello). Porque la dupla expulsa o aniquila –literalmente– a todo tercero que entra en discordia. Viale trama minuciosamente los hilos del pasado y del presente, que se entrecruzan y confunden, de modo tal que en escena aparecen Tulio (Melingo), el dandy que hace diez años había entrado en complicidad con Adolfo y terminó misteriosamente ahogado en las aguas del Delta; Aurora (Carreras), una ex amante de Enrique que no puede ser olvidada por el par masculino, y Tina, una joven que irrumpe en el presente y que intentará abrir el juego, proponiendo un “trío” que dispara la imaginación de los hombres en pugna.
“Es una obra de arquetipos; como diría mi abuela, son tipachos reconocibles, con diálogos escritos con mucha franqueza”, cuenta Victoria Carreras que, junto a Horacio Roca, conversó con Página/12 con motivo del reciente estreno.
–¿Cómo trabajaron los personajes? Porque algunos de ellos son meros recuerdos, atravesados por la mirada de los otros...
Victoria Carreras: –Esa es una diferencia para componer. Por eso este trabajo no fue de una gran composición psicológica sino de una caracterización, más parecida a una foto polaroid. Me propuse darle diferentes matices al personaje, en función de quien lo estuviera recordando. Mi propuesta fue la siguiente: cuando Aurora es recordada por Adolfo, ésta aparece más sensual y pícara, y cuando es recordada por su amante, aparece con características diferentes, como una bruja, baqueteada por esta condición de “trampa”.
–¿La obra reflexiona acerca de la relación entre los sexos?
Horacio Roca: –Los dos personajes son dos típicos argentinos, y muy machistas, a su manera. Ambos están atravesados por muchos prejuicios, y ése es uno de los temas principales de la obra. Cuando la mujer está presente tiene unas características, pero cuando se ausenta inmediatamente ambos están denigrándola. De ser un objeto en disputa, Tina pasó a ser una porquería, una putita, que no valía nada. En ese sentido la obra habla del machismo, pero siempre con la mirada del autor, que es una mirada humorística.
–¿Y también crítica?
V. C.: –Sí, utiliza la ironía y se ríe de todo: de los intelectuales, de los pruritos. Cuando a los personajes les surge la posibilidad de experimentar una relación de tres, allí empiezan los prejuicios, las dudas, las hipocresías. Les gusta pero no se animan a decirlo.
H. R.: –Esta chica Tina viene con un discurso de otra generación, viene de vivir en una comunidad y llega a plantear explícitamente una relaciónde tres, aunque no entra en detalles acerca de qué características tendría. Pero ellos sólo ven en eso una cuestión sexual.
–Volver a llevar a escena esta obra, ¿es un modo de rendirle homenaje a Oscar Viale?
V. C.: –El director, Stella, pensó la obra como un homenaje. Se cumplieron 25 años del estreno y éste es uno de los clásicos contemporáneos. Viale fue uno de los autores que pintó el grotesco porteño como muy pocos lo han hecho. En su género, esta obra es muy representativa.
–¿Qué destacan de la dramaturgia de Viale, 25 años más tarde?
H. R.: –Destaco que el suyo es un teatro popular y de calidad, al mismo tiempo. Un teatro de observaciones muy agudas, sutiles o irónicas que, sin embargo, sigue siendo muy popular.
V. C.: –El fue un tipo que puso en valor un género habitualmente devaluado: la comedia. Un género que los malos escritores, directores o actores le dejaron al teatro revisteril, que lo acaparó. Es difícil hallar comedias nacionales que sean buen teatro. Habitualmente, la comedia se escribe y se hace mal acá, por eso generalmente se recurre a la comedia norteamericana. Pero Viale, con sus obras, le devolvió el valor a la comedia argentina.
Informe: Alina Mazzaferro.
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