Las hazañas actorales de Duilio Marzio, quien falleció ayer a causa de un paro cardíaco, emocionaron a amigos y colegas. La última fue en El último encuentro, adaptación de la novela de Sándor Márai, donde supo transmitir las dolorosas experiencias que el autor guardaba en su memoria, ese “milagro temible y misterioso de la conciencia”. A propósito de este trabajo, un querido amigo de Duilio (a quien se lo veía elegante y amable en estrenos de sus colegas, “con porte de galán”) no ocultaba su emoción al mencionar aquel desempeño “tan superior”. Era el actor Pepe Soriano, con quien Marzio cursó estudios en la Facultad de Derecho, dando materias e integrando el elenco del Teatro Universitario. Fue por esa época, a fines de los ’40, que se descubrió actor al tomar clases con el maestro Antonio Cunill Cabanellas. Soriano no fue el único que elogió a su amigo en la adaptación de Márai. También la directora Gabriela Izcovich, pionera en el rescate del escritor húngaro, destacó la delicadeza de orfebre que el actor ponía en cada frase. Y debía ser así, “porque cada pensamiento requiere un tono diferente, una dinámica, un tempo especial”.

Esa era una actitud esencial en este actor nacido en 1923, que se destacaba en aquellas escenas que requerían intimidad en el diálogo, en El último encuentro, donde afloraban intensidades antes acalladas, como en los duelos entre personajes opuestos, como Borges y Perón, de Enrique Estrázulas, que dirigió Roberto Villanueva y recibió numerosos premios. Hubo otros espectáculos cercanos, como Las tres caras de Venus, de Leopoldo Marechal, que dirigió Lorenzo Quinteros. Imperdibles también fueron sus participaciones en presentaciones de libros, homenajes, en la sección Espacio Abierto de un ciclo de Teatro por la Identidad y en el Festival Beckett Buenos Aires, donde actuó en Ohio Impromptu, pieza que dirigió Patricio Orozco.

A Duilio Bruno Perruccio La Stella lo sedujo el cine, donde protagonizó más de 40 films. De sus inicios recordaba su encuentro con Leopoldo Torre Nilsson, quien lo convocó después de verlo en una versión de Antígona, en tiempos en los que el actor se movía en el ámbito independiente, y entre autores reconocidos, como Noel Coward (Fin de semana). En una entrevista a este diario, memoró aquella época y su afición por la música, “una tradición familiar”. Así estudió piano y clarinete en el Conservatorio Manuel de Falla. Pero su elección preferida fue la actuación, y partió hacia Nueva York para asistir a cursos de Lee Strasberg. Es probable que esa admiración fuera recíproca, pues, en una visita de Strasberg en Buenos Aires, el maestro lo había evaluado secretamente al presenciar una actuación suya. Marzio recordaba su trabajo en El sirviente, donde lo dirigió Arturo García Buhr, y una frase de Strasberg que le quedó grabada: “Usted tiene adentro cosas que ni imagina”.

Las enseñanzas de Strasberg influyeron en sus composiciones, siempre tan afinadas, y en las que privilegiaba el detalle, en obras destacadas como Equus, de Peter Shaffer, junto a Miguel Angel Solá. Sus composiciones para la escena fueron más numerosas que en cine, donde actuó bajo la dirección de importantes realizadores, como Fernando Ayala (Paula cautiva) y Torre Nilsson (La caída). En teatro la lista es larga, pero vale nombrar títulos como Luz de gas, La gata sobre el tejado de zinc, con Francisco Petrone; Gigi, My Fair Lady, La escalera y Trampa mortal. Se lo destacó también en sus trabajos para la TV, en ciclos como el prestigioso Alta comedia, y en Malevo, A orillas del gran silencio, Una voz en el teléfono y Los cien días de Ana. De este artista respetado y querido se recuerda una reflexión hecha a Página/12: “Yo estoy a favor de decir la verdad en todos los casos, sobre todas las cosas. Hay cosas que duelen mucho en el momento, pero luego quedan como referencia, a modo de experiencia”.

* Las autoridades del Teatro Nacional Cervantes informaron que sus restos serán velados hasta las 13, en el foyer del teatro, Libertad 815. El cortejo fúnebre partirá luego hacia el Panteón de Actores de la Chacarita.