Sábado, 10 de agosto de 2013 | Hoy
TEATRO › SOMBRAS DESDE EL JARDIN, DE NICKY SILVER, DIRIGIDA POR AGUSTIN ALEZZO
La obra es la primera del autor norteamericano en ser presentada aquí y también la que eligió el director para celebrar sus 45 años al frente de elencos. Con un fascinante argumento de amores frustrados, la puesta ofrece una interesante construcción de la masculinidad.
Por Paula Sabatés
Paul está enamorado de Taylor, su mejor amigo de la infancia. Pero Taylor se casa con Cynthia, hermana menor de Libby, quien también lo ama. La última y el primero, unidos en la tristeza, se hacen grandes amigos. Y mientras su relación crece, la del flamante matrimonio se desvanece. Así de intrincado es el argumento primero de Sombras desde el jardín, obra escrita en 1998 por el autor norteamericano Nicky Silver, un mimado de Broadway, y elegida por el reconocido Agustín Alezzo para celebrar sus 45 años frente a la dirección de actores. En la pieza, que es la primera del dramaturgo en representarse en Buenos Aires, las interrelaciones entre los personajes sirven para explorar las diferencias entre necesitar y amar a alguien, cuestión que el texto y la puesta llevan hasta el máximo de sus posibilidades. La obra puede verse sábados y domingos en el Auditorio Losada (Corrientes 1551).
Un quinto personaje de carácter profundamente opuesto a esos cuatro, a quien el autor define como “alegre a conciencia”, interviene en la obra como una especie de narrador. Se trata de Andy, un gay de caracterización exagerada y muy divertida (a cargo del talentoso Sebastián Baracco), que al revés del resto se toma todo con humor y optimismo. Su enganche en la obra es a través de Paul, con quien tuvo un romance que duró una noche, y su personaje sirve para descontracturar un poco el clima que proponen los otros cuatro. Paul, muy bien interpretado por el joven Nicolás Dominici, también hace las veces de cierto narrador. Aunque en los dos casos lo que cuentan al público es sólo una parte de sus vidas y no toda, ni tampoco la del resto de los personajes. Andrea Lambertini (Libby), Cecilia Chiarandini (Cynthia) y Julián Caisson (Taylor) completan el elenco, también con buenas actuaciones.
El nombre de la obra, que en su idioma original se titula The Maiden’s Prayer, es una puerta de entrada para meterse en el argumento. Por un lado está el jardín, espacio fundamental porque allí se conocen Paul y Libby el día del casamiento de Taylor y Cynthia, en la que es la primera escena de la obra. Allí también sucede la última, con Taylor y Paul tirados en el pasto pensando en cómo seguirán sus vidas. Lugar más que simbólico para ellos, ya que allí descubrieron por primera vez que eran vecinos, a la edad de 6. En cuanto a las sombras, la palabra ya indica algo que los personajes van a reflejar: la sensación de que todo tiempo pasado fue mejor. Y es que en algún momento todos se refieren a un antes en el cual fueron felices, en contraposición con un presente que aparece desolador y un futuro que no se vislumbra mucho mejor.
Pero pese a ese panorama que parece irremontable, en el final el autor intenta llevar el mensaje hacia otro lado. Y pone en palabras de Paul lo que quiere transmitir para cerrar la obra. “Yo sé que es difícil ahora, pero mirá, las cosas van a estar bien. Realmente bien. No puedo evitar pensar que sos afortunado por sentir lo que sentiste. Con tanta profundidad. Es raro. Que alguien te quiera es importante, lo sé, pero sentir lo que vos sentiste... No puedo dejar de pensar que es suficiente. Es suficiente para que dure por siempre. Paul le habla a Taylor de Cynthia, pero también habla de él mismo y de lo que siente por Taylor. Habla de todos los personajes, pretendiendo así hablar de todas las personas.
En esa escena, quizá más que en ninguna, se puede ver la interesante construcción que hace Silver de la masculinidad y que Alezzo potencia en la puesta en escena. Al acentuar tanto la homosexualidad de Paul y Andy (desde sus parlamentos, sus vestuarios y acciones), Taylor queda como el único hombre-macho. Las dos mujeres (y Paul) están enamoradas de él y expresan verbalmente lo irresistible que es como hombre. Sin embargo, con el correr de las escenas, toda la “fortaleza” de Taylor se desvanece y termina siendo el personaje más débil, emocionalmente, de los cinco. Mientras los demás se las arreglan como pueden para afrontar la tragedia, él coquetea con el suicidio como vía de escape a sus problemas. Esa “cobardía” se puede entender como cierta crítica al paradigma que sostiene que el hombre es más fuerte que la mujer.
Con su habitual habilidad en la dirección, Alezzo atraviesa los saltos temporales que presenta el texto y hace que sus actores pasen del drama a la comedia con tan sólo gestos. Además, gracias a la agilidad que le dio a la puesta, consigue que en las casi dos horas que dura la obra el público digiera todos los temas que se tratan además del amor, que son varios y para nada sencillos, como el alcoholismo, la paternidad, la prostitución y la homosexualidad, entre otros. Pero, por sobre todo, logra darles forma a personajes con psicologías muy complejas que dejan ver, una vez más, que a veces el teatro se puede iluminar de la mejor manera a la vida real.
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