Vie 16.08.2013
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TEATRO › LA ZARANDA ESTRENO EL REGIMEN DEL PIENSO, EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES

“El teatro es una manera de pasar por la vida”

En una nueva visita al país, el grupo español de Jerez de la Frontera propone una suerte de “necropsia social y teatral”. Una epidemia porcina, provocada por el pienso (alimento para animales), desata la débacle: cierran las fábricas y se acumulan los despidos.

› Por Hilda Cabrera

El espectáculo de La Zaranda permanecerá en cartel hasta el domingo 25.
Imagen: Sandra Cartasso.

En los trabajos de La Zaranda no existe el argumento convencional. Todo es “aproximación”; imágenes de un tiempo en suspenso que guían al espectador. Lo ha sido en los espectáculos que trajo a la Argentina, y lo es en El régimen del pienso, ahora estreno en el Teatro Nacional Cervantes, donde permanecerá en cartel hasta el domingo 25. A la jerarquía del Teatro Inestable de Andalucía La Baja aportan Eusebio Calonge, autor e iluminador; Francisco “Paco” Sánchez (Paco de La Zaranda, actor, director y creador del espacio escénico); los actores Gaspar Campuzano y Luis Enrique Bustos, y el “incorporado” Javier Semprún, “un actor mayor con mucha experiencia escénica”, apuntan los zarandinos a modo de presentación. Una epidemia porcina, provocada por el pienso (alimento para animales), desata la débâcle: cierran las fábricas y se acumulan los despidos. Las necropsias y la extensión de certificados activan a forenses y burócratas hasta amarrar el destino del humano al sacrificio del porcino. El punto de partida de la obra nació de la lectura de Miau, novela del dramaturgo y cronista canario Benito Pérez Galdós (Tristana, Nazarín), que ridiculiza a los burócratas y cuenta la peripecia de un cesante, un “cualquiera” que no supo o no quiso “arrimarse” a los encumbrados: “Esta novela circuló entre nosotros como un nexo para trabajar con algo en común. El espectador recibe datos, pero ve lo que quiere. En ese intercambio está el germen de la obra –apunta Calonge–. La literatura, la pintura y la música nos enseñan. En El régimen... utilizamos música sacra. La descubrimos visitando una iglesia de Río de Janeiro, porque nuestro trabajo nace y se desarrolla en comunidad”.

–¿Concebir una obra en comunidad exige apartarse?

Francisco “Paco” Sánchez: –En nosotros funciona, como funciona ser “inestables”. Nos mantiene vivos. Por la razón que sea, en algún momento, uno deja de creer en el teatro, pero el teatro cree en uno, y no queda más remedio que seguir y ser obediente, porque, en definitiva, ahí está nuestra búsqueda. En ese lugar nos reencontramos, y por ahí hallamos belleza en lo que también antes considerábamos bello.

–¿Cómo se relacionan con el espectador y el entorno?

F. P. S.: –Nuestras obras van dirigidas a cada espectador, por eso la reacción es insospechada. El espectador recibe cosas que a nosotros no se nos pasaron por la cabeza. Esto nos sorprende, y muchas veces nos eleva. Porque tanto el actor, como el director y el autor deben desaparecer y dejar que aparezca la obra. El teatro es una manera de pasar por la vida y un ejercicio de obediencia y humildad.

Eusebio Calonge: –Somos transmisores de lo que nos rodea, pero partimos de textos y elementos que para nosotros representan algo más trascendente que la actualidad. La convergencia con lo social se da, y la crítica lo ha señalado, pero hay algo que la trasciende: el vacío, esa nada que aboca a los humanos; y la muerte, que trae una reflexión sobre lo inmortal. También el simulacro en que se ha convertido la vida y nos hace perder tiempo.

Gaspar Campuzano: –Porque cumplir con la maquinaria y consumir parece importante.

–¿De esa situación nace la idea de mostrar a los artistas como forenses y a éstos como burócratas disfrazados de artistas?

E. C.: –El artista es, a su manera, un forense cuando se pregunta por qué decae y muere una sociedad, y por qué algunos actos culturales son meros actos de ocio o consumo. El arte que se viene mostrando en estos días no eleva el nivel de lo instaurado. Entonces, ¿qué nos queda por hacer? Necropsia social y teatral.

–A modo de guía, ¿qué personajes componen en El régimen?

F. P. S.: –Habíamos pensado que todos fueran un mismo personaje, pero en esta gran empresa porcina cada uno cumple funciones, la de víctima, por ejemplo.

G. C.: –Que puede ser cualquiera de los que están allí, y al que le seguirán otros.

E. C.: –Todos metidos en la masa gris y amorfa de la producción. Pero es cierto que hacemos algunas distinciones. Uno de estos empleados escribe la historia de Martín, la víctima. El que escribe es el encargado de controlar la cadena de producción. Otro es sindicalista..., pero no hay quien evite el final del despedido. Defienden su puesto y temen que los echen. Los artistas no escapan de esto: denuncian injusticias y, al mismo tiempo, cohabitan con el poder de modo muy estrecho.

Luis Enrique Bustos: –Mi personaje es el de un sindicalista consciente del daño que se le está haciendo a Martín y a la sociedad, pero es temeroso y no quiere que se enteren de lo que ha visto para que no tomen represalias en su contra.

–¿A qué se debe la coexistencia entre cerdo y humano que refleja la obra?

F. P. S.: –Queríamos jugar con la confusión, que es muy grande. Los forenses son los cerdos, y los cerdos, los forenses. Los forenses son los oficinistas y los oficinistas, los cerdos...

L. E. B.: –Llegamos a hacer una obra dentro de la obra con situaciones donde los mismos personajes hacen de personajes de esa obra que se está haciendo.

–Será cuestión de no perder el hilo...

E.C.: –La idea es la del hombre metido en el laberinto burocrático que acaba en los pasillos de un hospital. Por lo tanto, la dramaturgia tiene que ser ese laberinto en el que se pierde identidad.

–¿Cómo funcionan los apuntes críticos en el teatro?

E. C.: –Nosotros intentamos no quedar al margen de nuestras críticas. Estamos denunciando la situación de un cesanteado y, al mismo tiempo, nos ganamos la vida haciendo funciones con taquilla a costa de contar la vida del pobre Martín.

–Una realidad evidente en otras disciplinas y otros oficios...

E. C.: –Claro. Son muchísimos los millonarios, artistas o no, que denuncian la situación de los pobres. Nosotros hacemos la autocrítica; no nos creemos mejores ni nos colocamos afuera. Denunciamos y sufrimos esa situación.

L. E. B.: –Eso quiere decir que no somos millonarios.

–¿Cómo fue recibida esta obra en España?

E. C.: –Muy bien, además, la gente que está muy en contra de los políticos y funcionarios percibe ese reflejo social del que hablamos, que está, pero no se impone sobre el material artístico. Estrenamos la obra en el Teatro María Guerrero, de Madrid, y funcionó el boca a boca. En todas partes, creo, hay gente harta de pantallitas y aislamiento, y con ganas de verse, hablar, salir...

F. P. S.: –Porque hay víctimas...

Javier Semprún: –Esa víctima soy yo, el cesante, el que ha dado el pellejo por la compañía, pero igual, ¡a la calle! De veras, me trata muy mal toda la compañía y nadie se siente culpable.

E. C.: –La culpa es de “los de arriba”.

G. C.: –Claro, porque están en la punta de la pirámide. Si el que domina estuviera abajo, ya le diríamos: ¡cállate la boca o te aplasto!

F. P. S.: –Estamos hablando de la obra, pero no podemos explicarla porque jugamos con símbolos.

E. C.: –Ahora más depurados. Sólo utilizamos cuatro flexos de oficina y cuatro estanterías.

F. P. S.: –Hemos tratado de cambiar un poco más, pero no hay manera...

E. C.: –No estoy de acuerdo con Paco. Hay diferencias. Este trabajo es un punto de ruptura, aunque sigamos expresando lo que de verdad nos toca: la muerte, las devastaciones del tiempo...

F. P. S.: –Es cierto que la atracción por el objeto es distinta y hay muy pocos elementos sobre el escenario.

E. C.: –Tampoco los objetos tienen la belleza de las obras anteriores.

F. P. S.: –Llegamos a pensar que esos objetos se estaban poniendo de moda.

E. C.: Que se habían transformado en decorado de escaparates, como el avioncito de Futuros difuntos o el caballito del carrusel de Ni sombra de lo que fuimos. Cuando los objetos se vulgarizan no sirven. Como en todo, la estética es mudable, la poética no.

–¿Existe mayor interés del público por el teatro?

E. C.: –En España ha mejorado, a pesar de la campaña de aniquilamiento del pensamiento y el incentivo al consumo, ahora en crisis. Nosotros tuvimos una muy buena respuesta.

F. P. S.: –Si pensamos que el teatro nace de la sociedad y la sociedad “hace” el teatro, vamos parejo. Ahora, si el teatro es espejo de la sociedad y la sociedad está podrida, ¿qué vemos? El teatro se “equivoca” cuando busca sólo el entretenimiento. Su misión es el encuentro, “verse en el otro”. Como en las personas, si tú no ves al otro y el otro no te ve, tú no eres.

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