TEATRO › REYNALDO SIETECASE, MARIELA ASENSIO Y SU PUESTA DE MALDITOS (TODOS MIS EX)
Todo nació cuando la dramaturga, directora y actriz le pidió al escritor, poeta y periodista un par de poemas para una puesta. La admiración mutua llevó a un trabajo conjunto que se plasma en la pieza que se ve todos los sábados en el Teatro del Pueblo.
› Por Facundo Gari
Lo suyo fue “admiración a primera vista”. Suele decirlo Reynaldo Sietecase para referirse a su relación con Mariela Asensio. El flechazo ocurrió hace ocho años, cuando la dramaturga, directora y actriz contactó al escritor, poeta y periodista con el fin de incluir en su obra Hotel Melancólico unos poemas que la habían “flasheado” de la antología Cierta curiosidad por las tetas. Sietecase fue a ver la puesta: no sólo le gustó sino que encontró coincidencias estéticas entre su literatura y el teatro de Asensio. Progresiva y acumulativamente, fueron fanáticos mutuos, amigos compinches y compañeros de trabajo. Del vínculo es resultado el texto de Malditos (todos mis ex), comedia dramática que Asensio dirige los sábados a las 22.30 en el Teatro del Pueblo (Av. Roque Sáenz Peña 943).
La anécdota pretende saldar una primera impresión: son un tándem autoral inesperado. “Puedo intuir que para el afuera es una rareza, pero para mí es lo más natural del mundo”, contrapone ella. “Básicamente porque llegué a él a través de su poesía, que me parece increíble. Mi conocimiento sobre su literatura es cien mil veces más amplio que sobre su carrera periodística. De hecho, me importa medio un carajo esa parte: no escucho su programa de radio, no sé bien qué piensa.” “Conoce mi mejor mitad”, larga risueño el conductor de Guetap (Vorterix), y devuelve el elogio con una ampliación de coincidencias: “Sus obras son de una potencia, de una manera de narrar y de un humor con los que me identifico. Logra contar cosas muy profundas con acidez e ironía”.
Esas cualidades son también eslabones del ADN de esta pieza “sobre el prontuario amoroso de una mujer”, según resume Asensio la idea que tenía dando vueltas cuando convocó a Sietecase. “Es que quería una mirada masculina en el texto.” ¿Tiene que ver con eludir ciertos prejuicios que implica escribir “desde el dolor”, como alguna vez ha dicho? “Sí. Soy bastante autobiográfica. No hablo de algo personal, pero es un punto de partida que transformo y ficcionalizo hasta que se vuelve distante. Siempre aparece el dolor, es inevitable. Pero me gusta reírme de lo que me genera tristeza y transformarlo en medicina.” “Eso pasa en Malditos...”, la secunda él.
Pasa que una treintañera (interpretada por Federica Presa) monta un espectáculo de su fatídico currículum de relaciones, a modo de exploración sobre el amor y su falta: un divorcio difícil (con el personaje rudo pero reflexivo de Ariel Pérez De María) y dos enamoramientos sin correspondencia, uno suyo (con el banana extremo de Federico Schneider) y otro de un tipo que ni recuerda (el iluso persistente de Hernán Herrera). Lo hace multiplicándose en el cuerpo de tres actrices que se prestan a recrear épocas (y máscaras) de la protagonista: la combativa (y destacada) Raquel Ameri, la ingenua Marina Lovece y la soñadora Constanza Molfese. Lo hace con diálogos violentos por lo sutiles, y viceversa. Lo hace en una sala de subsuelo con una puesta de belleza trash. Lo hace enmarcada en una ficción más amplia, que le araña la espalda a la realidad.
–El título Malditos parece implicar cierto rencor sobre los ex novios que la protagonista luego no tiene.
Reynaldo Sietecase: –Lo puse antes de saber qué íbamos a escribir.
Mariela Asensio: –El me adapta casi todos los títulos. Mujeres en el baño se iba a llamar Mujeres en el cuarto de baño, por ejemplo. Hasta que él me dijo: “¿Cuarto de baño?”. A Malditos yo quería llamarla Todos mis ex, pero lo descarté porque encontré un blog que se llama así.
R. S.: –Se dice mucho en el periodismo pero sirve para todo: titular es vender. Es tan importante como ponerle nombre a un chico. Malditos tiene algo de película de terror, porque a veces las relaciones de pareja lo son. Y la obra baraja todas las variantes del abandono y del amor, que son de los grandes temas de la literatura, desde Sófocles al teatro moderno, pasando por Shakespeare, por hacer un alto en el medio. En ese aspecto, cumple con la tradición de contar cuestiones esenciales.
–¿Por qué eligieron el “prontuario” amoroso de una mujer que queda sola?
M. A.: –Para finales felices está el cine yanqui.
R. S.: –Incluso la abandonan sus compañeros actores, en ese ingenioso juego de romper la cuarta pared.
M. A.: –El amor verdadero, de pareja, es la gran farsa del mundo, una ilusión enorme que nunca se completa. Laburamos y laburamos, pero la posta es que es insostenible.
R. S.: –“El amor verdadero es insostenible” es un buen título.
–Sietecase, ¿cómo fue la experiencia de escribir teatro?
R. S.: –Vengo de la escritura narrativa, de dos novelas y muchos cuentos. Es decir, ya construía personajes, situaciones y escenas. Me hubiera costado más saltar de la poesía al teatro, aunque muchos dicen que tienen mucha relación. Me ayudó mucho ella, que tiene clara la construcción de escenas. Fue un aprendizaje, pero no me costó. Considero que laburo muy bien los diálogos, aunque eso tendría que decirlo un lector o un crítico. En ese aspecto, no hay mucha diferencia entre el teatro y la novela. Escribimos tanto que hubo material como para tres obras, así que ella tuvo que hacer un trabajo preciso de edición. El teatro tiene otro lenguaje, acciones físicas a las que si les metés texto quedan redundantes. A veces, ella me decía: “Acabo de sacar tal escena”. Y me quería matar porque eran escenas bárbaras. Pero cuando iba a un ensayo me daba cuenta de que no tenían sentido. Es más fuerte ver a una actriz haciendo el amor con el bolso de ropa de su marido que narrarlo. Esa es la magia del teatro. Es importante un buen texto, pero son fundamentales la dirección y los actores.
–Asensio, como en sus espectáculos anteriores la música tiene aquí un lugar importante. Malditos cuenta con canciones que remiten a los ’90. ¿La contextualización tiene que ver con que considera esos años como de ruptura de lazos?
M. A.: –Lo más concreto es que la protagonista tiene más o menos mi edad, por lo que la música es la que ha recorrido mi existencia. En ese sentido, el repertorio es muy genuino. No lo identifiqué con una época de ruptura. La obra va a hacia atrás, entonces la música aparece.
–¿Va hacia atrás? ¿No podrían concebirse los treinta y pico de la protagonista como la esencia desde la que elige narrar episodios de una vida pasada, como un fantasma?
M. A.: –Eso es buenísimo, es otra mirada. La obra tiene la amplitud como para que cada cual la experimente a su modo.
–De arranque, Malditos tiene un desnudo que, aunque pertinente, provoca a algunos espectadores...
M. A.: –Es la primera vez que uso uno. En Mujeres en el baño las actrices estaban en ropa interior. Yo me puse en bolas tres veces en obras de (José María) Muscari. El desnudo en la obra es un dato menor. Lo que cuenta lo trasciende, pero sabía que iba a haber gente que diría “ay, no era necesario”. Y está bien. Cuando una hace algo, tiene que pensar que hay gente a la que no le va a gustar y una se la tiene que bancar. Es una escena que habla de la pornografía en una pareja que está al borde del quiebre. Ella sale de bañarse y el tipo le habla del porno sin verla, como si hubiera desaparecido.
R. S.: –Es muy importante esa escena. Lo decía Bioy Casares: la vejez es volverse invisible a las mujeres. Se aplica acá, pero no sólo es la vejez sino que no te quieran. Te volvés invisible no física sino esencialmente. Hay un punto de ilación en toda la propuesta que son los problemas de la comunicación. A veces te escuchás, a veces no, a veces no te entendés, a veces una discusión banal deviene una gran pelea.
– ¿Creen que la posibilidad de dialogar con el pasado, con quienes fuimos y fueron los demás, es una fantasía?
R. S.: –Una fantasía extraordinaria. Y hay algo más profundo que trabaja Kundera en La insoportable levedad del ser, una novela fantástica. El tipo se pregunta qué pasaría si pudiera volver a las intersecciones de sus decisiones para tomar otros caminos. El teatro te permite esa revisión.
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