Vie 13.09.2013
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TEATRO › MANUEL IEDVABNI, DIRECTOR DE YA NADA SERA COMO ANTES, WENDY

Incesto e infancia permanente

La obra de Pedro Gundesen, a la que el director califica como “no convencional, ambigua y llena de variadas significaciones”, presenta a una pareja de hermanos que intenta eternizarse en la infancia, con el mito de Peter Pan sobrevolando.

› Por Cecilia Hopkins

“Estrenar a un autor joven me significa un enorme placer”, afirma Manuel Iedvabni, director de Ya nada será como antes, Wendy, obra de Pedro Gundesen que se presenta en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), los domingos a las 20.15. Con un centenar de puestas en su haber y una vida dedicada al teatro y a la docencia, Iedvabni se entusiasma por las características de esta obra “no convencional, ambigua y llena de variadas significaciones”. Gundesen (también autor de Argentinien, estrenada en el Teatro Cervantes la anterior temporada) presenta a una pareja de hermanos que intenta eternizarse en la infancia. La mención al mito de Peter Pan se mantiene a lo largo de todo el texto pero aun así “no es necesario que el espectador esté al tanto de quienes son Wendy o el Capitán Garfio”, según opina el director en la entrevista con Página/12.

Conocedor de la técnica de actuación que singularizó la obra de Bertolt Brecht, Iedvabni dictó varios años de seminarios sobre el tema, espacio donde conoció a Annie Fink, Julián Koop, Ariel Levenberg y Rodrigo Pagano, los actores que interpretan la pieza. “A casi sesenta años de la muerte de Brecht, me permito utilizar las propuestas de este maestro para poner una obra que no fue escrita desde esa perspectiva”, explica Iedvabni, quien, según dice, busca valorizar la noción acuñada por el director alemán conocida como “distanciamiento” o “extrañamiento”, promoviendo la no identificación con el personaje ni desde el actor ni desde el espectador. Así, el primero no intentará “meterse en la piel” de quien le toque interpretar, en tanto que el segundo se mantendrá atento y crítico en relación con el acontecer de la historia.

“El concepto de ‘hombre nuevo’, tan utilizado en épocas de Brecht, se nos aparece aquí con humor crítico”, puntualiza el director de esta obra a la cual caracteriza de no complaciente. “Detrás de un triángulo amoroso que sucede en un pequeño pueblo de pescadores, el tema del incesto está en el corazón dramático de la obra: un pasaje intermitente entre la infancia y la adultez que está en contra de las definiciones cartesianas de la sociedad”. Y en cuanto a la cualidad ambigua de la pieza, analiza: “En cada nuevo diálogo crece la confusión de si eso que allí está sucediendo es un juego de niños o una extraña perversión de adultos”.

–¿Por qué la infancia es un tiempo tan preciado para estos personajes?

–Sergio, uno de los personajes, dice que nada importante sucede después de los 12 años. La voluntad empecinada que él manifiesta para quedarse en la infancia lo obliga a proponerle a su hermana un salto al vacío. El pasado de ambos es feroz en las vivencias de un padre escurridizo y ausente, y una madre sumisa y religiosa. Y esto no les da demasiadas herramientas para afrontar un salto a la madurez.

–¿Por qué dice que esta obra no es complaciente?

–Es un texto que pertenece a esa nueva dramaturgia que no tiene en cuenta el negocio del teatro. Es para hacerla en un espacio pequeño, para un grupo reducido de espectadores. No es una obra convencional, es ambigua y llena de extraños significados. Por otra parte, el incesto es un tema paralizador para la gente que se ha habituado tanto a las normas. Que dos hermanos tengan relaciones es un golpe a la costumbre.

–¿Por qué pensó en convertir esta obra en un “material brechtiano”?

–Hoy se puede seguir con ese método buceando en la condición humana. Y el entretejido ambiguo que tiene la obra me deja desarrollar esta técnica que hace que el actor hable con el espectador desdoblándose entre actor y personaje. Esto es lo más atractivo de Brecht, cuando un ser humano habla con el espectador rompiendo la convención teatral. El proponía como condición necesaria el hecho de tener una actitud crítica. Para eso el espectador tenía que verse envuelto en un clima tal que lo dejase decidir cómo ve lo que sucede en la trama y por quién toma partido. Brecht trasladó al teatro lo que Marx había dicho acerca de que de que el mundo ya había sido interpretado y lo que faltaba era saber cómo modificarlo. Por eso sus obras no muestran la realidad solamente sino que también la cuestionan.

–¿Qué reflexión personal le permite Ya nada será...?

–Esta obra tiene que ver con una meditación filosófica mía. No es posible aprehender la realidad: no comprendemos que es necesario aceptar la fugacidad de las cosas. La vida es fugaz como el hecho teatral. Lo que es más importante es saber que lo que uno hace encierra el sentido que le damos a la vida. Claro que si ése es un sentido colectivo y no individual, será mucho mejor.

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