Domingo, 20 de octubre de 2013 | Hoy
TEATRO › SERGI BELBEL PARTICIPO EN LOS ENCUENTROS SOBRE DRAMATURGIA ESPAÑOLA Y LATINOAMERICANA
El dramaturgo y director catalán visitó Buenos Aires por primera vez en el marco del festival, pero sus obras se representan aquí desde los ’90, especialmente Caricias y Después de la lluvia. Dirigió y programó artísticamente el Teatre Nacional de Catalunya
Por Hilda Cabrera
El dramaturgo, director y guionista catalán Sergi Belbel, participante de uno de los encuentros que vienen organizando entidades españolas y el Cceba, en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), cuenta con lazos en la Argentina, aun cuando ésta sea su primera visita. Ese contacto deriva de sus obras, representadas en Buenos Aires y ciudades de provincias desde fines de los ’90. Ejemplos de esta aceptación son Caricias (en realidad, golpes, sacudones producto de la soledad, el maltrato o la muerte), y –entre las últimas– Después de la lluvia, comedia de 1993 sobre las relaciones personales condicionadas por conflictos de poder. Licenciado en Filología Románica y Francesa, destacado en 1996 con el Premio Nacional de Literatura Dramática y director y programador artístico del Teatre Nacional de Catalunya desde 2005 hasta junio de este año, Belbel ha realizado puestas de autores clásicos y contemporáneos, y escrito obras que reflejan situaciones de vulnerabilidad social e individual. En esta entrevista con Página/12, señala aspectos de su trabajo y confía en profundizar lazos con la escena local.
–¿Qué experiencia le deja su participación en el Festival Eñe América sobre literatura dramática y el encuentro Cara a Cara, con el dramaturgo y director argentino Daniel Veronese?
–Conocía el trabajo de Veronese, pero no a él en persona. Fue una experiencia muy gratificante. La humildad de Daniel, su sinceridad y su maestría me cautivaron enseguida. Fue una charla informal entre nosotros, hablando de teatro, de experiencias personales, y luego respondiendo cuestiones a los asistentes. Pasamos una hora y media muy agradable. El día anterior yo había impartido un pequeño curso con unos treinta asistentes. No me dio tiempo a mucho, pero me encantó el gran interés que detecté en alguno de ellos por temas relacionados con la dramaturgia y el juego.
–¿Cuál es su proyecto teatral en la Argentina?
–Ha habido algunas puestas en escena de mis obras. Recientemente se ha podido ver Después de la lluvia, con dirección de Roberto Lachivita; y Mariano Dossena trabaja con mi obra Caricias para sus talleres con alumnos... Hay algún proyecto de futuro. Me encantaría poder estrenar algo escrito y dirigido por mí con actores argentinos. Sería fantástico. De algo he hablado estos días, pero de momento, no hay nada concreto...
–¿Por qué Caricias atrae tanto a los elencos?
–Creo que atrae mucho a los alumnos de escuelas de teatro porque son once escenas de dos personajes. También por la temática, supongo, y por la intensidad y brevedad de las escenas. No lo sé. Pero junto con Morir (o no), son obras que se representan muchísimo en teatros con elencos propios o en escuelas y talleres de teatro.
–Transcendió que su obra Móvil (teléfono móvil) produjo revuelo en Barcelona, dirigida por Lluìs Pasqual. ¿Qué molestó? Según un comentario suyo, fue escrita en relación con los atentados cometidos el 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos.
–No sé qué molestó. Creo que la crítica de mi país (porque en otros países sucedió algo muy distinto) consideró que el texto era pésimo. No se entendió que se trataran temas tan trascendentes con humor. En cualquier caso, jamás pretendí reírme de ciertos temas, sino hacer una comedia “a partir” de hechos tan trágicos. En España funcionó mal el experimento (hubo otra puesta en escena del maestro Miguel Narros, que igualmente fracasó). Pero vi alguna puesta en otro país que funcionó muy bien. Creo que Móvil es una partitura demasiado difícil para los actores. Si no hay un cierto virtuosismo en el instrumento actoral, el texto se percibe como algo endeble. En la puesta en escena que vi en Dinamarca, los actores realizaban un ejercicio fascinante de “malabarismo” con las palabras. Y ahí la obra funcionó. Son las cosas del teatro...
–¿A qué se debe que Forasteros, obra que da cuenta de un cambio social y del rechazo al extraño, desatara polémica? ¿Es sólo la reacción de un sector de la población española?
–Fue en un pequeño pueblo de Alicante. Los alumnos de último curso de bachillerato preparaban un taller con la obra. El alcalde prohibió la representación. Fue en 2007 o así. Me dio mucha risa. Censura en España en pleno siglo XXI. Evidentemente, el alcalde era de derechas. Y todo por un par de palabras malsonantes dichas por un personaje extremista, un joven “disfuncional”, al margen de la sociedad... Estoy absolutamente convencido de que el alcalde no había leído ni siquiera la escena entera (que acaba con otro personaje abofeteando al joven por su lenguaje y su actitud...) . Y no digamos ya toda la obra, que es de las más “morales” que he escrito jamás.
–Siendo guionista de Eva (ciencia ficción) y autor de obras llevadas al cine, ¿qué opina del teatro ligado al cine?
–No me acaba de gustar lo que considero “teatro filmado”. Aunque sí pienso que son muchas las adaptaciones de obras teatrales que se han convertido en buenísimas películas. Pero, aun compartiendo técnicas similares, son tipos de escritura muy diferentes. En el teatro, la palabra adquiere una fuerza distinta, al ser “en directo”. En cine, todos sabemos que prevalece más la imagen. He tenido la suerte de que dos de los directores más prestigiosos de mi país (Agustí Villaronga y, sobre todo, Ventura Pons) han hecho películas a partir de mis obras y éstas se han podido ver en muchos festivales del mundo.
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