“Al principio decíamos que éramos un grupo de música que se disfrazaba para tocar.”

Todo un vaticinio de su andar resultó el nombre del espectáculo Flor de viaje, del quinteto Ciertas Petunias, las Les Luthiers con polleras. Estrenado en 2010 y con paso por ocho escenarios porteños, vuelve al ruedo tras un parate obligado. “En el medio tuvimos hijos casi todas”, cuenta Jessica Dinzelbacher. “Ahora el grupo se agrandó con un bebé de cuatro meses, dos de un año, una de dos y medio y uno de siete. Ah, y una niñera en los ensayos.” Por supuesto que quienes actúan y cantan son sólo Dinzelbacher, Camila Campodónico, Natalia Guevara, Magdalena Barla y Lucía Braude (que reemplaza en la formación a Mariana Galarza Di Caro). Lo harán hoy a las 21, en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131), y el viernes 15 de noviembre en Café Vinilo (Gorriti 3780). Antes de una gira por el interior y mientras elaboran un nuevo show, la intención de las jóvenes es mostrar un poco más esta pieza “de música y humor” en la ciudad de Buenos Aires y celebrar el Premio Hugo obtenido el año pasado en la categoría Mejor music hall, café concert y/o varieté musical (galardón compartido con Delirio gaucho).

No hay motivo más atinado para el regreso de Flor de viaje que su propia solvencia, a la que se debe en buena cuota la comparación con los padres de Mastropiero. Además está la mitad de catorce canciones con autoría de Jorge Maronna y el escritor colombiano Daniel Samper Pizano, melodías y letras compuestas originalmente para una “bizarra” telenovela cafetera. ¿Cómo llegaron a este espectáculo? Hay que retroceder a 2007, dos años después del origen de Ciertas Petunias entre un altillo y el coro Cumelén, de Parque Avellaneda. El Centro Cultural Recoleta recibía a la Expo Les Luthiers por los cuarenta años del conjunto. Las chicas se anotaron a una de sus convocatorias. Continúa Campodónico: “Nos llamaron para actuar quince minutos. El día que lo hicimos estaba Carlos Núñez Cortés y le copó nuestra participación. A los dos días nos llamó Lino Patalano, representante de Les Luthiers, para actuar en una cena privada para ellos. Era un show sorpresa. Actuamos Los Macocos, el grupo Caviar y nosotras. Cuando terminamos, se nos acercó Maronna a decirnos que tenía unas canciones que nos podían quedar bien. Es un tipo rehumilde: nos dijo que eligiésemos las que nos gustaban y luego vino a los ensayos y nos hizo adaptaciones y devoluciones por correo electrónico”.

Al final, las eligieron todas. Además de otro puñado de tracks, a las petunias les quedó elaborar la narrativa de la pieza: cinco coloridas mujeres atoradas en un aeropuerto en el que se suspenden los vuelos de manera reiterativa. A cada postergación sobreviene un lamento (amoroso o familiar), pero el grupo se hace el aguante cantando. El aleteo se convierte entonces en uno de la imaginación y atraviesa los territorios del jazz, la cumbia, el bolero, el tango, la guajira, el flamenco y la chacarera. “Al principio decíamos que éramos un grupo de música que se disfrazaba para tocar”, explica Campodónico en referencia a FraudulentasPorSimilitudConfusionista, una primera experiencia con temas de artistas tan aparentemente distantes como los Beatles y Gilda. Ya en ese momento entonaban sobre los instrumentos que ellas mismas tocaban, pero les faltaba la pata actoral. “La mayoría de nosotras venía del formato coro. La única que tenía formación teatral era Jessica. Después todas nos pusimos a perfeccionarnos, pero fue Flor de viaje la obra que nos obligó a reconocernos como un grupo de teatro. Y ahí apareció el humor: nos sirvió desde el principio para romper el hielo.”