TEATRO › COMIENZA HOY EL VIII FESTIVAL BECKETT BUENOS AIRES
Patricio Orozco, director del encuentro, y la actriz Roxana Berco reflexionan sobre la popularidad del dramaturgo irlandés, uno de los preferidos de los realizadores locales. Esta edición del festival incluye la entrega de los Premios Godot.
› Por Hilda Cabrera
Con la lectura de Solo, de Samuel Beckett, a cargo de la actriz Luisina Brando, y la entrega de los Premios Godot se presenta hoy el VIII Festival Beckett Buenos Aires, este año con un programa de cinco obras que se ofrecerán en los teatros Beckett, La Mueca, Espacio Urbano y Shakespeare. El encuentro es dirigido por Patricio Orozco, quien supo acompañar la iniciativa del fallecido actor y director mendocino Miguel Guerberof. La creatividad demostrada en cada una de estas ediciones es prueba del entusiasmo que despierta el dramaturgo irlandés en los realizadores locales. Desde el estreno en la Argentina de Esperando a Godot, dirigida por Jorge Petraglia, en 1956 –tres años después de la puesta en París por Roger Blin–, Beckett estuvo entre los autores más admirados. Esta edición incluye la entrega de los Premios Godot a Hugo Urquijo (director, dramaturgista y traductor), Lorenzo Quinteros (actor, director y docente) y quien suscribe (ver aclaración al pie). La programación abre con Los días felices, obra que en esta puesta protagoniza Roxana Berco, acompañada por Eduardo Florio. Ella es la Winnie que, a pesar de hallarse prisionera en un montículo de tierra reseca, agradece el despertar y la cotidiana ilusión de sentirse viva. El montaje, que apunta a tender un puente entre la filosofía del francés Gilles Deleuze, la pintura del dublinés Francis Bacon y los textos de Beckett, pertenece a Lamberto Arévalo y la traducción a Mariano Fiszman. “Esperando llegar a la edad justa, me consolaba pensando que envejeceré, pero tendré a Winnie”, cuenta hoy Berco en esta entrevista junto al director Orozco.
–¿Por qué esa relación con Bacon y Deleuze?
Roxana Berco: –Surgió durante el trabajo con Arévalo, que me dirigió en A la caza de la Virgen Loca, una creación suya sobre poesías de Arthur Rimbaud. La idea era “pensar” a Winnie, que no niega su condición, y yo interpreto afirmándola. Esa tierra reseca puede ser una trinchera, un lugar de resistencia, una frontera o un limbo entre lo vivo y lo muerto. Depende de la mirada del espectador. Puede ser también signo de la decadencia de una mujer o de una civilización. Algo acaba, pero aun así Winnie intenta afirmarse en los rituales que dan sentido a su vida y le permiten decir “hoy es un día feliz”. La traducción de Mariano (Fiszman) es maravillosa y muy potente. Debíamos entrar en contacto con el pensamiento y el humor de Beckett, y los estados emocionales y psíquicos que propone el personaje. Actuando en Greek (versión de Edipo Rey, de Steven Berkoff), tuve tiempo para pensar el material desde las vivencias. En el teatro independiente podemos hacerlo. Seremos pobres, pero no vamos a dejar de ser ricos en creaciones.
–¿Interpretó antes alguna otra creación de Beckett?
R. B.: –No, había hecho un taller de investigación sobre el lenguaje que codirigimos con Inés de Oliveira Cézar (directora y guionista).
–¿Por qué interesa tanto este autor?
R. B.: –Porque nos ayuda a reflexionar seriamente sobre áreas que están más allá de las posiciones políticas e ideológicas.
–Se ha dicho que Los días felices se constituye en “metafísica de lo cotidiano”.
R. B.: –Podríamos pensar que en los microestados psíquicos de Winnie y en sus pequeñas tareas lo natural y cotidiano se vuelve extraordinario.
Patricio Orozco: –El hecho de que la “entrada” de Beckett a la Argentina haya sido a través de Esperando a Godot dio lugar a preguntas sobre qué somos y para qué estamos en este lugar. Aun no hemos definido si somos originarios o inmigrantes. Otros pueblos lo saben. Cada uno de nosotros tiene preguntas y respuestas muy distintas. Creo que gran parte de nuestras luchas y divisiones pasan por ahí.
–¿Por ejemplo?
P. O.: –Las divisiones que se producen frente a nuestros gobiernos y frente a otros países. Algunos se alinean con los latinoamericanos y otros con los estados más poderosos. Es parte de nuestra cultura y nuestra historia. Un ejemplo histórico es la decisión de Sarmiento de fomentar el ingreso al país de maestras estadounidenses. Aclaro que no veo mal esta pelea. Es sana y alimenta la diversidad.
R. B.: –A los argentinos, tan triunfalistas como perdedores, las obras de Beckett nos colocan en el lugar justo.
–¿Tal vez porque las preguntas de sus personajes no tienen respuesta?
P. O.: –No la tienen porque no es un teatro “digerido”. Como dice Roxana, la síntesis es tan perfecta que cada uno interpreta los textos según las imágenes que le disparan.
–El Festival recibe a gente muy joven. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
P. O.: –Este año, el elenco de Llegó Godot y no había nadie está entre los 20 y 22 años. Dan ganas de abrazarlos. La obra surgió de un proyecto de graduación en la Licenciatura de Actuación del IUNA, con dramaturgia y dirección de Marcelo Subiotto. Noso-tros tenemos una carrera armada; ellos, en cambio, deben ingresar a un mundo laboral que no los puede contener, pero se animan a entrar en las obras de Beckett y encuentran a un amigo.
R. B.: –Porque con Beckett también podemos reír. Su humor es el de la trinchera, el que aparece en los peores momentos, cuando creemos que todo está perdido.
–¿Será porque, “aun sabiendo que se sufre, el humano busca la felicidad”?
P. O.: –Beckett tenía frases como ésa. Cuando escribe Esperando a Godot, lo hace pensando en Charles Chaplin y Buster Keaton. No niega el dolor. En Acto sin palabras I (pieza incluida en la programación), una persona es usada como si fuera un animalito de laboratorio. Le caen objetos, al parecer enviados por alguien que está en el “más allá”. Cae una tijera, un cubo... y la persona sufre al tratar de hallarles sentido a esos objetos y descubrir el mensaje. En el fondo, el “nervio” de Acto... es el de Los días felices, Esperando a Godot y Fin de partida, por nombrar las obras más conocidas. Lo interesante de esas situaciones es la pulsión de los personajes, ese “ir para adelante”.
–Otro título inquietante es Poseídos entre lilas, obra de la poeta Alejandra Pizarnik.
P. O.: –Alejandra se inspiró en Fin de partida. Estoy tratando de hallar obras que reflejen nuestra mirada sobre Beckett. Algunas de sus creaciones tienen un alto porcentaje de indicaciones, y es imposible darlas tal cual, porque es otra época. Tampoco encontramos muchos personajes femeninos. Están Winnie, la madre de Fin de partida y algunos más. Por eso nos interesó incorporar otro tipo de trabajo, como Atado al cuello, un espectáculo de danza teatro elaborado sobre textos de Beckett y Bertolt Brecht. La idea es continuar incorporando artistas de diferentes disciplinas, bailarines, cineastas y músicos en obras cortas que no tienen espacio en el teatro comercial.
Aclaración: Hilda Cabrera realizó esta producción sobre el Festival Beckett Buenos Aires antes de enterarse de que iba a ser galardonada con un Premio Godot y decidió firmarla igual porque de otro modo sería mentirles a los lectores.
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