Mié 05.02.2014
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TEATRO › DIEGO PERETTI Y EL éXITO DE EL PLACARD EN MAR DEL PLATA

“La comedia requiere atención a lo que pasa con el público”

Mientras la obra que protagoniza marcha primera en la taquilla veraniega, el actor ya planea otra película junto a Juan Taratuto, basada en una novela de Eduardo Sacheri, y se ilusiona con una tercera temporada de En terapia.

› Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

“Lo que se ha hecho en materia de derechos humanos es algo extraordinario, que no ha pasado en ningún país del mundo, y a veces no lo reconocemos”, dice Diego Peretti. La charla de Página/12 con el actor en Mar del Plata transcurrió en calma y sólo se enciende cuando se habla de algunas cuestiones políticas. Del mismo modo, Peretti resalta todo lo que se ha avanzado en materia de aceptación de la diversidad sexual, aunque señala que “se avanza en lo sexual porque en ese campo no entran las cuestiones económicas, mientras que cuando se quiere avanzar en otros derechos humanos básicos aparece la avaricia, el egoísmo” de algunos sectores.

Peretti está en Mar del Plata disfrutando del éxito de una obra, El placard, reconocida no sólo a través de la taquilla –es la que más espectadores llevó en lo que va del verano– sino también en cuanto a distinciones, ya que acaba de recibir un galardón otorgado por la Defensoría del Pueblo local. En nombre de Mar del Plata, declarada en 2009 “Ciudad amigable con la diversidad sexual”, la Defensoría elogió la temática de la obra adaptada de la original francesa, escrita por Francis Veber, “por su mensaje de aceptación y convivencia en la diversidad, de superación de los etiquetamientos y las estigmatizaciones prejuiciosas, y su clara condena a conductas socialmente reprochables como la homofobia”. Además ha sido nominada en el rubro Comedia como aspirante a recibir una Estrella de Mar. En la obra, que puede verse en el teatro Radio City, Peretti encarna a Piñón (Pignon en el original), un tímido empleado que es verdugueado por su jefe (Alejandro Awada) y que por consejo de un vecino (Osvaldo Santoro) se declara gay para evitar que lo dejen sin trabajo. De allí en más sucede un sinfín de situaciones que revelan cuestiones ocultas, como la verdadera personalidad del jefe homofóbico que interpreta con solvencia Awada, y que termina asumiendo su verdadera identidad sexual.

–Queda claro que se divierten mucho haciendo la obra.

–Cuando la obra funciona bien con el público, se genera para no-sotros una cosa muy agradable. Claro que las exigencias de Mar del Plata hacen que, por la cantidad de gente y por la demanda teatral que hay, los productores vean que tenemos que hacer más de una función y hacemos dos, de jueves a domingos. Es una experiencia interesante.

Durante la charla, Peretti recuerda su infancia en el barrio de Constitución, donde vivió entre los 4 y los 26 años. La casa de sus padres estaba en San Juan, entre Salta y Lima. “San Juan todavía no era avenida, pero estaba proyectada para serlo, de manera que teníamos una vereda muy ancha donde jugábamos al fútbol. Se armaban campeonatos con pibes que venían de San Telmo y de otros barrios. Tampoco estaba la autopista ni llegaba hasta ahí la avenida 9 de Julio. Eso hacía que hubiera muchos lugares para jugar al fútbol.” Junto con los picaditos, también lo marcó el haber vivido en la misma cuadra donde estaba Proartel (Canal 13), donde hizo su primera aparición como actor en la pantalla chica con Poliladron.

–¿Cómo fue el paso de cambiar de profesión, de pasar de psiquiatra a actor? Hubo un tiempo en el que hizo las dos cosas en forma simultánea.

–Un par de años hice las dos cosas, pero después no aguanté. Lo pude hacer porque era joven y porque la psiquiatría me gustaba... Me gusta todavía. En ese momento me gustaban las dos cosas, pero no era cuestión de pegar el salto y decidir, había que pensarlo, que reflexionarlo. Era soltero, sin hijos, y por eso pude hacerlo, porque fueron dos años en los que casi no dormía. En ese momento hacía la serie Poliladron y estaba en Florencio Varela, en un programa de prevención en salud mental. La decisión fue natural, porque la vida me presentó la oportunidad de ser psiquiatra primero y de ser actor después, pero llegó el momento de tomar una decisión y me decidí por lo que creía que me gustaba más. Y evidentemente me gusta más porque, si no, hubiera vuelto a la psiquiatría.

–¿Cómo lo tomó su familia?

–No tuve que consultar a nadie porque, en esa época, ni mi papá ni mi mamá vivían. Mi viejo me vio actuar, pero en el teatro independiente, en varias obras, igual que mi vieja; pero mi papá murió en el ’92 y mi mamá en el ’94, y yo comencé con Poliladron en el ’95. Cuando empecé a trabajar como actor profesional, ellos ya no estaban.

–¿Se siente más cómodo en la comedia o en el drama?

–Me siento cómodo con un buen productor, un buen guión; en el caso del teatro, con una buena obra, con buenos compañeros. Es importante para mí, como actor, para sentirme cómodo, que la obra esté dirigida y esté actuada de manera que en cada función no tenga que tirar de la cuerda de más, como para que la gente se entretenga, sino que tenga una obra con consistencia, con pilares fuertes, de manera tal que, más allá del día que te toque, la obra funcione, el cuento se desarrolle, progrese. Ahí es donde uno se siente cómodo, tanto en televisión como en el cine o en teatro.

–¿Cómo se percibe en teatro, desde el escenario, la reacción del público frente a la obra que están interpretando?

–Se percibe mucho la reacción del público. En una comedia como El placard, todavía más, ni que hablar, porque no requiere de una concentración introspectiva sino de una tensión bien abierta, de estar atento a todo lo que pasa en el público, si determinado gag funciona y poder encontrar una cosita más. Sin morcillear, como se dice, pero sí estar muy atento a la reacción de la gente, porque es una comedia de gags físicos y se pueden encontrar lugares nuevos que despierten gracia, que sean de buen gusto. Si uno está atento, se puede buscar cosas nuevas si uno está presente, si no la hace automáticamente.

–Y en el caso del drama, ¿cuál es la corriente que se genera entre el público y el actor?

–En el drama es otro tipo de atención. Me da la sensación de que la cuarta pared, que es la que separa al público del actor, es más gruesa: en el drama, la concentración del actor es más interna. Obviamente, nunca se pierde de vista al espectador, es imposible que eso ocurra, pero te encerrás más y te metés más en la situación desde un lugar más realista. No tenés un vínculo tan explícito con el público, pero hay otro tipo de expresión de su parte. Es el silencio de catedral, de atención. Eso lo vimos en La muerte de un viajante, en Un tranvía llamado Deseo, en Aráoz y la verdad, que hice con (Luis) Brandoni. En una comedia como El placard no se escuchan celulares, no se escucha nada de eso; en los dramas empiezan a sonar los celulares, la gente se mueve en las butacas. Lograr el silencio absoluto es muy difícil, porque es difícil que doscientas personas se queden dormidas al mismo tiempo sin roncar. El silencio absoluto significa atención y concentración del público. En cambio, en la comedia, el síntoma ideal es el barullo, el estallido, una risa, un ataque de tos.

–¿Tuvo algún personaje favorito, de esos que no se olvidan?

–El de En terapia es el que más disfruté en televisión. En cine fue el personaje que hice en La reconstrucción, la película que hice con (Juan) Taratuto el año pasado. Y en teatro, lo que más recuerdo es el personaje que hice en Discepolín. Esos tres personajes me quedaron.

–Deben ser buenos también los recuerdos con Los simuladores, donde también colaboró en los guiones.

–Sí, como grupo nos encargábamos de actuar y de dirigir, en el caso de Damián (Szifron), y además de producir. Yo no participaba en la producción, en eso de conseguir un helicóptero; eso no me gusta, entonces me metí en lo relacionado con la producción, en la escritura de los guiones, una cosa más artística. Y ahí estuve con Damián, aprendiendo mucho de él, que es un gran guionista y un gran director. Este año va a estrenar una película que va a ser la película del año. En Los simuladores participé en las ideas, en los operativos de simulacro, de cuáles eran los problemas de los clientes.

–Daba la sensación, cuando se veía el producto en la televisión, que la pasaban bien haciendo ese programa.

–Nos divertíamos, pero también sufríamos porque los tiempos eran cortos, el programa necesitaba de un guión muy creativo y para eso se necesitaba mucho tiempo, un tiempo que la televisión no te da. Era un proyecto de 13 capítulos que teníamos que hacer en tres meses y los hicimos en un año. Telefe nos bancó en eso, pero nos bancó en tiempo, no en la plata, porque nos pagaron el contrato por tres meses. Eso generó discusiones y polémicas, pero gracias a Dios seguimos amigos y con ganas de hacer Los simuladores en cine.

–¿Qué planes tiene para este año?

–En teatro, seguir con El placard; en televisión, la tercera temporada de En terapia, si podemos tener los derechos, y hacer otra película con Juan Taratuto. La película se basa en la novela Papeles en el viento, de Eduardo Sacheri, que es la última que escribió y se trata de la elaboración –es algo científico– que hacen tres amigos sobre el fallecimiento, la pérdida de un cuarto. Se indaga acerca de cómo hacen para recuperar la esencia de ese cuarto amigo.

–¿Cómo y por qué le dice sí o no a un guión?

–Lo leo, analizo la propuesta y si me resulta interesante, lo hago. También me tiene que parecer interesante el director, la propuesta, el elenco, lo que hace cualquier persona que entra a un trabajo.

–¿Ha rechazado muchas propuestas?

–Es muy raro que rechace una propuesta si me parece bueno el guión. Es raro que la rechace.

–¿Esperaban la repercusión que están teniendo con El placard, el éxito de público y las distinciones?

–No esperaba la repercusión que tuvimos en Mar del Plata. Veníamos bien de Buenos Aires, veníamos fuertes, pero acá es tan grande la oferta teatral que esperábamos que nos fuera bien, pero no tan bien. Estamos en la primera posición y eso supera lo que esperábamos.

–¿Y en cuanto a la repercusión por la temática de la obra?

–Es importante la distinción que nos dio la Defensoría del Pueblo porque la obra promueve la aceptación de la diversidad sexual. Esas son cuestiones muy gratas para todos nosotros.

–¿Cree que se avanzó como sociedad en lo que se refiere a la aceptación de la diversidad sexual?

–Sí, se avanzó mucho. En el tema sexual es donde la civilización encuentra un lugar donde cada uno puede verse a sí mismo como una persona que progresa humanamente, en el que veo que los derechos humanos tienen fuerza de avance, fuerza de progreso; supongo que es porque no toca intereses económicos y el ser humano puede acercarse más a lo que es el sentido común. Con el tiempo va venciendo barreras, se eleva, porque no hay intereses económicos de por medio. No pasa lo mismo cuando se intenta avanzar en otros derechos humanos básicos, porque allí aparece el interés económico, y no avanzamos en aspectos vitales importantes que nos interesan a todos porque aparece la avaricia, el egoísmo.

–¿Cuál es su opinión sobre los avances que hubo en el país en lo que respecta a los derechos humanos vulnerados durante la dictadura?

–Se ha avanzado en algunos países del continente, pero en la Argentina hay que sacarse el sombrero, porque ya no quedan casi represores sin juzgar. Lo que ocurrió en esa materia en el país es algo que tendría que estudiarse en las universidades de otros países, porque es extraordinario. Lo que hizo primero (Raúl) Alfonsín y lo que ahora se hizo a partir de (Néstor) Kirchner es algo extraordinario. Hay que sacarse el sombrero y reconocerlo. Esto no ha pasado en ningún país del mundo. Mire lo que pasa en España, donde no se pueden juzgar los crímenes de la Guerra Civil. Mire lo que está pasando con el juez (Baltasar) Garzón... Y nosotros no reconocemos todo lo que se ha hecho en nuestro país. A veces no queremos ver las cosas positivas.

–A veces la discusión política se pierde en la confrontación.

–Sí, pero éstos son los políticos que tenemos, y tenemos que seguir avanzando. Nos gusten o no nos gusten, los (Mauricio) Macri y los (Elisa) Carrió son nuestros, son argentinos, son los políticos de la democracia y tenemos que seguir avanzando con ellos, a pesar de todo. Estamos viviendo un tiempo que tenemos que valorar para crecer. La democracia es importante y le tenemos que dar el valor que tiene. Por eso no entro en polémicas sobre cómo me siento trabajando en la Televisión Pública o qué hago si Macri me da una distinción por algo que hice. Yo lo acepto al premio, y si me lo da Cristina, ni hablar, sería un orgullo porque es la presidenta de la Nación. Y no me importa lo que digan los medios. Tenemos que empezar a valorar mucho más lo que tenemos y seguir avanzando, no detenernos en polémicas absurdas. Hay que discutir para avanzar, para seguir por el camino que vamos.

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