TEATRO › PRIMER FESTIVAL NOVISIMA DRAMATURGIA ARGENTINA, EN EL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION
Con curaduría de Ricardo Dubatti y producción de Alejandra De Luna, hasta el 21 de marzo directores, dramaturgos y actores sub-32 participarán en esta cita dedicada a difundir y hacer visibles las producciones de creadores de entre la posdictadura y los ’90.
› Por Daniela Rovina
Hasta el 21 de marzo, el primer Festival Novísima Dramaturgia Argentina (FNDA) dará cuenta de cuán diversa e inagotable es la geografía teatral porteña: directores, dramaturgos y actores sub-32 participarán en esta cita dedicada a difundir y hacer visibles las producciones de creadores de entre la post dictadura y los ’90. Con curaduría de Ricardo Dubatti y producción de Alejandra De Luna y becarios del Centro Cultural de la Cooperación (que funciona como única sede), la flamante propuesta programará un mes de espectáculos, charlas y mesas de debate con los que se buscará reflexionar sobre el aporte del eslabón más joven del teatro nacional a la escena actual. “Tomamos un período del que se dice que no hay dramaturgos. Sin embargo, cuando empezás a escarbar te das cuenta de que hay nombres, pero que no están visibilizados”, reflexiona el investigador.
La idea de organizar un festival con un recorte tan preciso se desprende de la tarea de investigación de Dubatti que, con sólo 25 años, lleva varios de estudio y análisis de ese grupo del que es contemporáneo. “Siempre es difícil hablar de generaciones. En lo formal, entre el ’81 y ’90 hay una, pero habrá que analizar si tiene una identidad común”, sugiere. En tren de consumar ese objetivo, el FNDA pondrá en cartel seis obras (cada una con una única función) que se ofrecerán los jueves a las 21 en la sala Raúl González Tuñón del CCC (Corrientes 1543). Ayer ocurrió la primera, Pollerapantalón, de Lucas Lagré. El resto de los títulos para la ocasión son Niña con cara de jirafa, de Natalia Carmen Casielles; Piedra sentada, pata corrida, de Ignacio Bartolone; La fiera, de Mariano Tenconi Blanco; Potencialmente Haydée, de Patricio Ruiz, y Las casas íntimas, de Eugenia Pérez Tomas. La puntillosa tarea de selección –un desafío en una ciudad teatralmente tan prolífica– intenta reflejar “la multiplicidad de formas” de entender la escena que caracteriza a los jóvenes realizadores. “Buscamos puestas con lenguajes distintos, porque nos interesa mostrar un pantallazo de entre la cantidad que hay. Trabajamos con materia que está transformándose constantemente ante nuestros ojos”, grafica Dubatti.
Como en un proyecto de investigación, el apartado práctico del festival se complementará con una serie de actividades teóricas que aspiran a recuperar una vieja costumbre del teatro: las charlas y mesas de intercambio luego de las funciones. Según De Luna, ese hábito más propio de los ’80 es “muy enriquecedor” para los espectadores que, en general, no suelen tener la oportunidad de escuchar a los artistas hablando de la pieza. “Esos intercambios ayudan a cerrar un círculo: ves la obra y conocés qué pasó antes de ella”, asegura. Los viernes a las 19.30, en la Sala Meyer Dubrovsky, investigadores, críticos, dramaturgos, actores y directores abrirán el juego a la discusión y la interacción, en encuentros de entrada libre y gratuita pensados “para que el público pueda ampliar la mirada”. También se presentarán dos antologías, Off! Novísima Dramaturgia Argentina (InterZona) y Nuevas Dramaturgias Argentinas (EdiUNS), volúmenes compilados por Dubatti que reúnen obras sub-32. “Queremos corrernos de la idea de que el hacer teatral es un saber propiamente dicho. El intelectual puede ver cosas, pero el artista siempre sabrá algo más del proceso creativo”, explica el investigador.
Crear un espacio para la escena alternativa en plena calle Corrientes, meca del teatro comercial, representa un intento por acercar el off a un público menos habitué al circuito, dicen. De ahí, la elección del CCC como vidriera: “El festival –sostiene Dubatti– se podría haber hecho en una sala de cuarenta espectadores. Sin embargo, la idea es superar el prejuicio de que ‘si no se ve, es porque no está’”. De Luna destaca el crecimiento exponencial del teatro independiente en la última década, aunque no desconoce las dificultades del sector para producir. “Hay muchos espacios pero, para algunas compañías que recién comienzan, el costo es muy difícil de cubrir”, redondea.
Algunos interrogantes de los que impulsaron el FNDA indagan la pertinencia de la etiqueta “nuevos artistas teatrales”. Sobre esa reflexión –de final abierto– gira parte de la labor cotidiana de Dubatti: ¿existe una nueva generación en ascenso? Y, en tal caso, ¿qué características tiene? “El rasgo más notorio es la búsqueda de heterogeneidad. Antes, muchos se planteaban ‘me gustaría escribir como tal autor’. Hoy esa búsqueda se ancla en la experiencia de uno mismo”, distingue. Para los realizadores, en cambio, son más las certezas que los interrogantes ontológicos. “La escena actual es bastante difícil de referir. Genealógicamente, se corresponde a una escena manifestada por generaciones que no son tan anteriores a la nuestra. Gente nacida entre el ’65 y el ’80. Somos los sobrinos de esos tíos jóvenes”, analiza el actor, director y dramaturgo Ignacio Bartolone. Como los organizadores, reconoce que la producción es vasta y que predominan las particularidades, más que los denominadores comunes.
Eugenia Pérez Tomas, de 29 años, delinea un panorama similar. Dice que en la ciudad de Buenos Aires abundan “las particularidades poéticas” y define a los teatristas jóvenes como “herederos de tradiciones”. “Compartimos la horizontalidad en la manera de producir y en los espacios que ocupamos. Hacer teatro es una actividad colectiva y, desde ahí, construimos cierta identidad generacional”, describe. Es, en esa coincidencia, la de los modos de producción, en la que más se asemejan estas miradas sobre el quehacer escénico. Muchos de los convocados por el festival encarnan a la par los roles de director, autor y actor, cuando no iluminador y hasta vestuarista, tanto para producciones propias como ajenas. Y aunque el fenómeno no es nuevo ni exclusivo de este grupo, varios de los consultados lo reconocen como lugar común. Al menos así lo hace la dramaturga Natalia Carmen Casielles: “Que intercambiemos roles tiene que ver con una formación que engloba muchas áreas del teatro. Es muy particular de la producción porteña. En otros países es más piramidal. Acá hay mucho intercambio en el hacer”. Casielles, que además se formó como realizadora cinematográfica, apunta otra similitud a la lista: “En los últimos años, la producción se volvió algo más desinhibido. Antes uno necesitaba la autorización solemne del maestro. Ahora, mientras estás estudiando, empezás a producir”.
Lucas Lagré subraya que es difícil hablar de “generación”, porque cada artista busca el estilo propio. Sobre el festival, destaca que, en términos de visibilidad, poder acceder a un lugar como el CCC es “un experimento, porque permite llegar a un público que tal vez no se acerca a las salas independientes”. Lo mismo dice el dramaturgo y director Mariano Tenconi Blanco: “No sé si en otras épocas generacionales los realizadores fueron tan disímiles. Ahora, el rasgo en común es que hay muy poco en común”. Sin embargo, identifica en el conjunto “una fuerte relación con la literatura”. “Somos autores que nacieron algunos con dictadura y otros con el menemismo, como es mi caso. Partiendo de esa génesis generacional, somos bastante diferentes, aunque seamos todos jóvenes”, postula Patricio Ruiz, cuya obra, Potencialmente Haydée, será el único estreno del FNDA. Cierra: “La dramaturgia tiene una voluntad que antecede a la escena en términos de representación, espectacularidad y maquinaria escenográfica. Que seamos todos dramaturgos y directores es resultado de las escuelas que nos parieron y de los movimientos del teatro de la posdictadura”.
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