No todo lo que a uno le pasa tiene el estatus de poder y/o de querer ser compartido. Hay situaciones que, por diferentes razones, uno se guarda para sí, como tesoros inconfesables. En otras, en cambio, se siente la necesidad de sacarlas a la luz, de hacer “catarsis”. Tal vez ésa sea una de las claves de la buena recepción que el año pasado tuvo ... Y un día Nico se fue, la comedia dramática musical que aborda la historia de un amor, una separación y un duelo, y que hoy se repone en el Teatro 25 de Mayo (Triunvirato 4444, Villa Urquiza), de miércoles a domingos. Una comedia diferente, que cuenta la historia de un amor y un desamor homosexual, ocurrida hace tres décadas, y que en la actualidad se resignifica a partir de los derechos sociales adquiridos recientemente.

... Y un día... se basa en la novela homónima escrita por el periodista Osvaldo Bazán, a partir de su propia historia de amor. Dirigido por Ricky Pashkus y musicalizado por Ale Sergi, el musical se estrenó el año pasado en la sala pequeña de La Usina del Arte y tuvo tanta repercusión que las últimas funciones se trasladaron a la sala mayor del espacio cultural. Este reestreno viene con cambios: el protagonista ya no es más Walter Quiroz, que al operarse los meniscos le cedió su lugar a Marco Antonio Caponi, que ahora comparte cartel con Tomás Fonzi. La obra, más festiva que analítica, más lúdica que dramática, cuenta en cada función con un invitado especial: hoy será el turno de Mario Pergolini, mañana se subirán al escenario Gabriel Corrado (a las 19.30) y Quiroz (a las 22), y el domingo lo hará Juan José Campanella (a las 20).

“Nunca imaginé una situación más extraña”, le dice a Página/12 Bazán, sobre ver parte de su vida convertida en una novela, primero, y luego en un musical. “Igual, es cierto que una vez que entra el imaginario del director, de los actores, de las particularidades del género, deja ya de ser una historia propia y es una creación teatral, un hecho artístico que en un punto me excede. También es extraño no ser el que está sentado y critica, como hice siempre, sino el que se levanta temprano para leer qué escribieron los que estuvieron sentados y criticaron. Me sirvió para entender más mi trabajo de crítico.”

–La obra cuenta una historia de amor entre personas del mismo sexo. ¿Hace veinte años esta historia se hubiera podido contar en comedia musical?

–La historia ocurrió hace casi treinta años, se escribió hace casi veinte y ahora se pone en el escenario. Los cambios son abismales. En materia de derechos sexuales de las minorías, la Argentina es un país avanzado. Y eso es histórico. La Argentina tuvo en los ’60 uno de los primeros grupos de defensa de las minorías sexuales del mundo, que se llamó Nuestro Mundo, antes que la revolución de Stonwell. La dictadura nos sacó del mundo y cortó todo, pero desde el ’83, con figuras señeras como Carlos Jáuregui fuimos aprendiendo a luchar por lo que nos corresponde. Finalmente, la sanción de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género le da al país esta sensación de libertad que sentís en pocos países del mundo. Este musical no podría representarte en 70 países en donde la homosexualidad es penada con latigazos hasta pena de muerte. Me gustaría poder llevarlo a varios países latinoamericanos y que los putos de ahí puedan compartir con nosotros algo de la libertad de acá.

–¿Qué les diría a los que piensan que se trata de una obra de y para homosexuales?

–Creo que hay tantas sexualidades como personas hay en el mundo. Tengo más cosas en común con algunos heterosexuales que con algunos homosexuales, y viceversa. Cuando escribí el libro Historia de la Homosexualidad en Argentina entendí que hay un punto en que la homosexualidad no es nada más que la historia de su represión, pero que en sí no es nada. Cuando lo pensás desde ahí, terminás de relajarte y empezás a disfrutar. La obra es para disfrutar, tengas la sexualidad que tengas.