TEATRO › CONFUSA SITUACION EN TORNO DEL FUTURO DEL LEGENDARIO IFT
La comisión directiva del Idisher Folks Teater ratificó que construirá un estacionamiento en el subsuelo para pagar la deuda de más de dos millones de pesos que afronta la sala. Afuera, artistas y amigos del emblemático teatro se oponían.
› Por María Daniela Yaccar
Fue patético lo que sucedió el miércoles por la tarde en la conferencia de prensa sobre la situación del teatro IFT. Hubo gritos, chicanas, gente que quiso ingresar y no pudo, discusiones en la vereda. Dos opiniones entraron en choque: la comisión directiva del Idisher Folks Teater reconfirmó lo que se sabía. Se construirá un estacionamiento en el subsuelo del teatro y se venderá esa parte, para así llevar a cero la deuda de más de dos millones de pesos que afronta la sala. Afuera, en Boulogne Sur Mer al 500, artistas e interesados en el futuro del emblemático teatro de Once se oponían. La ecuación teatro más estacionamiento, más posibilidad de negociación del espacio aéreo les olía mal.
“De no haber hecho un viraje, hubiéramos presentado la quiebra”, señaló Marcelo Horestein, uno de los oradores, secretario de la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina (ICUF). El IFT es una asociación sin fines de lucro que se mantiene con el aporte de 120 asociados, que pagan una cuota de veinte pesos mensuales. Pero también recibe dinero del Instituto Nacional del Teatro, Proteatro, ICUF y Sholem Buenos Aires. Aun así, hay un déficit desde hace años por los “costos fijos muy altos” de un edificio grande y antiguo. En la conferencia explicaron que lo único que los mueve es salvar al teatro. Que probaron otras alternativas, como festivales y diálogos con legisladores, que intentaron condonar la deuda, pero que la situación no se pudo revertir. “El legislador Aníbal Ibarra gestionó un proyecto y sacó un subsidio de 300 mil pesos, en diciembre. Aún no se cobró”, apuntó Horestein. Repitieron: no se podía hacer otra cosa.
El clima era tranquilo, la gente –en su mayoría adultos y mayores– que estaba allí se conocía desde hacía años y se había saludado cariñosamente. Agustín Ale-zzo, Osvaldo Bayer, Víctor Heredia y Ricardo Darín, entre otras personalidades, enviaron sus adhesiones. Todo iba bien hasta que irrumpió uno de los opositores más férreos a este proyecto, el director Daniel Loisi, que el año pasado mostró en esa sala su versión de El señor Galíndez. Estaba enfurecido. La incredulidad se manifestaba en miradas, susurros y opiniones de los socios: acotaban que a él no le correspondía decidir sobre el futuro del teatro y que sus críticas no eran constructivas. “Pero, ¡tiene razón! ¿No se podía hacer otra cosa?”, le concedió una señora. En la calle, alguien dijo que no dejaron entrar a unos cuantos socios a aquella asamblea en la que se tomó la determinación. Tal como informó Página/12 en su edición del miércoles, fue Loisi quien hizo correr el rumor de que el Idisher Folks Teater había cerrado. Y la noticia generó revuelo. En el medio, el primer comunicado de la comisión directiva del IFT no despejó las dudas: aclaraba que el teatro no cerraría, pero no especificaba cuáles serían las reformas ni informaba sobre despidos, que los hubo.
No bien empezó la conferencia, los oradores –Mario Aizemberg, presidente del teatro; Ana Diamant, secretaria de Sholem Buenos Aires; Laura Wich, de la comisión directiva, y Horestein– fueron tajantes: del público no se admitirían apreciaciones, sólo preguntas. Horestein leyó el comunicado. Luego, micrófono abierto. El primero en levantar la mano fue Loisi y todo se desmadró.
La información cruda es la siguiente: todo lo que se sabe a ciencia cierta sobre el futuro del IFT es la construcción de las cocheras. Esto ya parece definitivo. Debajo del teatro hay dos salas y camarines. Eso volará, pero se supone que sería reinstalado en alguna otra parte del edificio. Habrá un aggiornamiento interno del teatro, que hoy carece de aire acondicionado, baños adecuados, calefacción. ¿Qué significa exactamente el aggiornamiento? Alrededor de esta pregunta cunde el misterio. La comisión directiva no quiere enceder alarmas, pero la realidad es que es incierto el destino de la sala 1, que tiene capacidad para 600 personas. Consultado por esta periodista, Horestein indicó que están “atendiendo sugerencias de la Asociación Argentina de Actores y de la comunidad teatral con el fin de estudiar el mejor modo de utilizarla”.
El escenario giratorio es la principal preocupación de muchos, ya que es uno de los tres que existen en la ciudad de Buenos Aires. “No se va a tocar la sala 1”, afirmaron en la conferencia, pero más tarde dijeron que al respecto no había certezas. Todo esto genera desconcierto. Se veía en la vereda a la noche: personas que habían escuchado las mismas cosas durante casi tres horas tenían ideas distintas. Aun cuando no se haya podido hacer otra cosa –otro triunfo del capitalismo por sobre el teatro independiente, pensarán los más románticos–, sería conveniente que hubiera una comunicación más clara para evitar confusiones.
Afuera, pasadas las 21, el empresario Miguel Rottemberg –a quien la comisión directiva del IFT pidió asesoramiento– le acercó a Loisi las planillas de la liquidación de El señor Galíndez para señalarle que, con tan pocas entradas vendidas, un teatro de las características del IFT no puede sobrevivir. Loisi decía tener alternativas; Rottemberg lo miraba con cara de que no eran viables: que el IFT se asociara al Incaa o que se realizaran coproducciones. Los disconformes con la idea del estacionamiento se juntarán hoy a las 18 en el espacio de Héctor Bidonde, Paternal Teatro (Nicolás Repetto 1556), para estudiar otras salidas, entre ellas la posibilidad de declarar al edificio patrimonio cultural para frenar la reforma.
La diputada porteña Susana Rinaldi (Frente Progresista y Popular) estaba en su despacho ayer cuando atendió el llamado de Página/12. “Lo que noto es una actitud antidemocrática respecto de lo que harán con el teatro”, opinó. Aunque ella fue la responsable de que el IFT sea declarado de interés cultural en 2012, nadie la invitó a la asamblea ni a la conferencia ni le preguntó nada. Dijeron que tuvieron contacto con legisladores. ¿Por qué no la llamaron a ella? “Podrían haber convocado a los artistas del país. Hubiéramos salido a socorrer. Vinieron con una solución sin pedir cuentas. No hablaron para ver si el teatro podía salvar su destino”, protestó.
“Que sea de interés cultural implica que el espacio tiene protección de parte de la Ciudad en relación con el inmueble. O sea, tendrían que haber consultado. No lo han hecho porque para ellos no debe tener ningún significado. Esto puede derivar en un juicio”, indicó. Ya presentó un proyecto para que el Ministerio de Cultura informe sobre la situación del IFT, si recibió los subsidios y de qué manera fueron empleados. Rinaldi vaticinó lo peor: “Esta es una entrega del teatro. Nos están mintiendo. Sería más noble que nos dijeran directamente qué han hecho para nosotros juzgarlo”.
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