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Domingo, 20 de abril de 2014

TEATRO

Cupo femenino para las tablas

Veinte dramaturgas fueron invitadas a concebir obras especialmente para el ciclo o a presentar alguna que tuvieran guardada en el cajón. “Las mujeres estuvimos cinco mil años sin escribir. Ahora tenemos la palabra”, señala Patricia Suárez, una de las coordinadoras.

 Por María Daniela Yaccar

Mariela Asensio y Ana Alvarado, dos de las autoras participantes. “No es fácil trabajar con cuarenta mujeres”, aseguró la coordinadora.
Imagen: Pablo Piovano y Guadalupe Lombardo.

En las conferencias que se plasmaron en el ensayo Una habitación propia, Virginia Woolf imaginaba qué hubiera pasado si Shakespeare hubiese tenido una hermana talentosa para el teatro: “Cualquier mujer nacida en el siglo XVI con un gran talento se hubiera vuelto loca, se hubiera suicidado o hubiera acabado sus días en alguna casa solitaria en las afueras del pueblo, medio bruja, medio hechicera, objeto de temor y burlas”. Patricia Suárez, dramaturga, no cita a Woolf, pero en su pensamiento hay mucho de lo que la escritora inglesa sugería en 1928. “Las mujeres estuvimos cinco mil años sin escribir. Mientras, escribía una en millones: alguna monja, alguna chiflada, alguna descastada. Ahora tenemos la palabra”, sostiene. Así explica el porqué de un ciclo dedicado a autoras en el Teatro Cervantes, que se desarrolla hasta agosto. Ella y otra dramaturga, Adriana Tursi, son las coordinadoras. En el marco de Autoras Argentinas estrenarán obras Ana Alvarado, Beatriz Mosquera, Maruja Bustamante, Mariela Asensio y Amancay Espíndola, entre otras.

Veinte mujeres fueron invitadas a escribir obras especialmente para el ciclo o a presentar alguna que tuvieran guardada en el cajón. Es decir que los espectáculos que se ven son todos estrenos. La ambientación de las puestas –escenografía y vestuario– está a cargo de la misma persona, Carlos di Pasquo. “El objetivo es mostrar, promocionar y difundir la dramaturgia hecha por mujeres”, dice Tursi a Página/12. “Históricamente, los teatros oficiales no suelen programar la misma cantidad de mujeres que de hombres en sus repertorios. Rubens Correa (director del Cervantes) nos propuso armar un abanico de voces de mujeres para que, desde la gran explanada del teatro argentino, pudieran mostrarse plenamente”, explica Suárez.

El ciclo se desarrolla en la Sala Trinidad Guevara del teatro de Libertad 815, los viernes y sábados a las 20 y los domingos a las 19.30. Varias semanas hay funciones los miércoles y los jueves a las 20.30. Las entradas se retiran por boletería desde las 10, el mismo día de cada función. El cronograma es inmenso y está completo en la página del TNC, www.teatro cervantes.gov.ar. Entre las obras se encuentran: La reconstrucción de los peces, de Beatriz Pustilnik, con dirección de Roxana Randón; Marcela, de Patricia Suárez, dirigida por Ana Padilla; Avatares, de Ana Alvarado, con dirección de Eleonora Dafcik; Ya no hay tranvías en el desierto de Texas, de Laura Coton, con dirección de Stella Matute; El ajuar, de Roxana Aramburú, dirigida por Claudia Quiroga; Dormir en el agua, de Amancay Espíndola, con dirección de Joaquín Bonet y Manuela Díaz; Desnuda en el umbral, de Beatriz Mosquera, con dirección de Nora Massi; Payarú, de y dirigida por Maruja Bustamante; La tela de la araña, de Lucía Laragione, con dirección de Laura Yusem; Vivan las feas, con dirección y dramaturgia de Mariela Asensio; y Las costureras, de Adriana Tursi, dirigida por Pipi One-tto.

Las coordinadoras entienden el ciclo como un acto de justicia, como la aplicación de una imaginaria ley de cupo femenino para las tablas. “Privilegiamos las voces de mujeres por sobre las de los hombres. A la hora de escribir, todos somos igual de valiosos. Pero cuando nos acercamos a las esferas de poder, prevalecen los hombres”, reflexiona Tursi. “Varios de los dramaturgos más excelentes y brillantes de este país nos dijeron: ‘Si hiciéramos un ciclo de varones nos querrían matar’. Pero las mujeres estuvimos cinco mil años sin escribir. Ahora tenemos el lujo de tener la palabra. Y en muchas sociedades todavía no la tenemos. Ni las pobres ni las ricas”, sostiene Suárez, que se define como feminista. Hubo una intención de encarar el ciclo con una perspectiva federal: media docena de autoras son de distintos puntos del país; de Córdoba, Santa Fe, Cuyo, la Patagonia y la provincia de Buenos Aires.

Autoras Argentinas es, además, un ciclo de directoras. Por sugerencia de Silvina Rodríguez, productora del TNC, fueron convocadas directoras en lugar de directores. “Hay veinte mujeres dirigiendo obras escritas por mujeres. Las autoras dirigen sus propias obras en algunas ocasiones. Las autoras convocadas no son sólo dramaturgas: algunas, además, son actrices, directoras, titiriteras, cineastas, narradoras, poetas, periodistas, artistas plásticas. Algunas trabajan como docentes, son psicoanalistas o trabajan en los medios de comunicación”, define Suárez. “Son intelectuales argentinas. Que nadie se llame a engaño y se imagine que una dramaturga es una señora que escribe en su estudio, contemplando las begonias crecer desde su ventana, mientras la institutriz inglesa cría a los chicos. Las mujeres escribimos en el tole tole en que nos hacemos tiempo día a día. Yo lo hago muchas veces mientras cocino salchichas y papas fritas para mi hija y muchas veces se me quema la comida. Para las mujeres, en casi todos los casos, escribir es ponerle el cuerpo al deseo de plasmar un texto”, concluye.

Suárez no es una feminista acrítica. No tiene ningún pudor en hablar sobre las dificultades que se le presentaron a la hora de coordinar un proyecto hecho casi íntegramente por mujeres. “Hubo un momento en que este ciclo fue un rompedero de cabezas. No es fácil trabajar con cuarenta mujeres ni manejar un ciclo con más de cien personas. Las mujeres somos conflictivas, ansiosas, celosas. Las escritoras somos ególatras. Las directoras tienen delirios de grandeza y a veces se manejan como en el campo de Marte. Las actrices creen que son una mezcla de Pina Bausch con Greta Garbo, todas. Más de una vez tuvimos entre las manos una bomba a punto de explotar”, confiesa. Pero lograron desactivar la bomba y formaron “un buen equipo”, ella, Tursi, Antonela de Alva (periodista) y todas las mujeres que tienen algo para decir y la posibilidad de decirlo en estos tiempos.

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