TEATRO › ENTREVISTA CON LA ACTRIZ SUSU PECORARO
En La duda, una obra del neoyorquino John Patrick Shanley dirigida por Carlos Rivas, encarna a una monja que trabaja en una escuela del Bronx. Allí la inseguridad se relaciona con el engaño, en un clima expectante, marcado por la tensión y el juego de opuestos.
› Por Hilda Cabrera
“Tengo el deseo puesto en la naturaleza. Me enciende. Pienso en un lugar hermoso y ya quiero ir. Me crié en las sierras. Soy un bicho de campo.” La actriz Susú Pecoraro traza su perfil, y admite ser sencilla, dispuesta al diálogo y a la charla con mate. El contacto con la tierra es para ella tan placentero como la lectura y la búsqueda de textos que archiva en su computadora pensando que alguna vez llevará a escena. Estos días protagoniza La duda, del neoyorquino John Patrick Shanley, quien dedica la obra “a las monjas católicas que sirven en hospitales, escuelas y asilos, tantas veces ridiculizadas”. La acción se desarrolla en una escuela religiosa del Bronx, cuya directora, la Hermana Luisa, cree hallar culpable al cura Juan de seducir a un alumno de raza negra, retraído pero necesitado de afecto. Juan posee habilidad para elaborar sermones a la manera de “cuentitos”, de modo que los feligreses accedan más fácilmente al mensaje. La apuesta de Shanley, también guionista, premiado además con el Pulitzer por esta obra, es instalar la duda en un clima de expectación. Describe sentimientos apuntando a temperamentos opuestos. Así, para Luisa, la satisfacción es un vicio en quien enseña, y la inocencia una forma de haraganería. Juan, el sospechado, alienta otro discurso. Ante el embate de la directora, opina: “Es una vieja táctica de las personas crueles matar la bondad en nombre de la virtud”. Pecoraro se transforma en escena y muestra un andar ladeado: “Mi cuerpo está hecho bolsa por esta forma de caminar –dice–. Cualquier movimiento anormal y repetido termina produciendo traumatismo”. Una consecuencia que intenta evitar con ejercicios de yoga: “Tengo siempre conmigo una esterilla. La tiro al piso y hago lo que necesita mi columna”.
–Luisa está entre los que se preguntan qué se debe hacer. ¿La relaciona con algún otro personaje que le tocó componer?
–Me han tocado muchos personajes con ventaja moral, como el que hice en Sin testigos, una esposa que no exhibía seducción. Tampoco ella era consciente de que la tenía. Recuerdo que Inda Ledesma, quien me dirigió en esa obra de Nikita Mikhalkov, decía que yo era transparente en el escenario, y que ese poquito que mostraba era suficiente para transmitir fuerza interior. Es cierto, yo sentía que me movía en el escenario casi como una geisha.
–Junto a Inda estrenó también Orinoco, del mexicano Emilio Carballido...
–Sí, pero ahí actuábamos las dos, y sucedía esto que señalaba Inda. Con la Hermana Luisa es más complicado, creo, porque se trata de una persona ya en su madurez y curtida por la vida. Su carácter es el de quien ha renunciado a hacerse querer. Pienso en ella y en la Madre Teresa, que era un diamante en bruto: muy directa en sus maneras. En general, una tiene la imagen de que las monjas son todas delicaditas. Pero no es así en las misioneras que se imponen cumplir un trabajo. Ahí los mimitos no cuentan. El propósito o la misión de Luisa es, en esta historia, proteger a un niño.
–¿Cómo calificaría al Padre Juan?
–Juan es un seductor, que no significa ser canchero sino alguien que hace que se lo quiera.
–¿Qué revela esta confrontación?
–Un estado de incertidumbre del que es difícil escapar. La obra se inserta en un ámbito religioso, donde los opuestos son bien claros, pero puede darse en otros espacios y otras instituciones. Esta incertidumbre no es para nosotros una experiencia lejana. La vivimos en este presente. Cuando era chica me decían que si estudiaba, seguro que iba a salir adelante. Esa era una certeza. Ese mensaje me sostuvo, y me sigue sosteniendo, aunque viva en medio de una gran inseguridad.
–¿O de una gran mentira?
–La inseguridad se relaciona con el engaño. Shanley utiliza algunas citas para presentar su obra. Una de éstas se refiere al mal, y la toma de una película de Akira Kurosawa. Escribe “los malos duermen plácidamente”, y esto es real. Una no sabe quién es ese otro con el que está hablando y se ríe lindo. Vivimos dudando. Lo bueno es que Shanley describe esto con un estilo detectivesco que engancha rápido.
–¿Importa encontrar un culpable?
–Creo que importa saber dónde están las grandes preguntas y qué hacer. ¿Qué hace Luisa con su duda? Ella tiene un carácter fuerte, y es medio bruta para decir sus cosas. Prefiere esconder sus emociones. Me gusta este personaje, por eso, cuando me pongo los hábitos y salgo al escenario, puedo despojarme de todo lo mío.
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