TEATRO › CORTEO, EL NUEVO ESPECTáCULO DEL CIRQUE DU SOLEIL
En dos horas y media, la compañía canadiense despliega sus habituales dosis de malabares, equilibrismo y acrobacia, con pinceladas de belleza. Sesenta artistas de diecinueve países se lucen en escena aunque, en este show, la teatralidad no está a la altura de la destreza.
› Por María Daniela Yaccar
Corteo, el espectáculo que el Cirque du Soleil acaba de presentar en el Complejo al Río, de Vicente López, tiene varios momentos para el recuerdo. Uno lo protagoniza Valentina, que mide 48 centímetros y era domadora de gatos en un circo para enanos de Moscú, hasta que la ficharon para este otro circo, el más pomposo del mundo. Valentina, que más tarde mostrará sus dotes como acróbata, está colgada de cinco globos azules y vagabundea sin rumbo por los aires. Ríe, dice “oh la la” y el público está obnubilado. Mauro Mazzoni, uno de los payasos de Corteo (el otro es el argentino Victorino Luján), la despide y los espectadores la devuelven, empujándola, al escenario. En una de las primeras filas se lo ve a Marley –en esta función hay muchos famosos–, que queda a centímetros de la mujer sin saber muy bien qué hacer.
En este circo no hay animales, pero sí enanos, que no son ridiculizados como suele suceder en otros casos. En Varekai, espectáculo que el Cirque du Soleil trajo a Buenos Aires en 2012, había un solo de muletas. En ese entonces, esta cronista escuchó que algunos espectadores pensaban que ese número era antiético. Pero lo que esas personas seguramente ignoraban es que aquel solo lo creó el coreógrafo Bill Shannon, que enfermó y tuvo que usar muletas. Suele ser interesante, si se investiga, lo que hay detrás de la escena.
Precisamente en escena lo que se ve muta sólo en parte respecto de producciones anteriores (no hay nada como verlo por primera vez, los reincidentes deben sentir una sana envidia de los debutantes): dos horas y media de destreza física, con los habituales malabares, contorsionismo, equilibrismo y acrobacia, encontrándose con la belleza y con el arte; una puesta impactante por donde se la mire (la música, la escenografía, el telón que recuerda a la belle époque, ¡los trajes!); una experiencia estética que pide aplauso como ninguna otra (o sí, como pasa con el flamenco) y que deja al espectador impávido ante lo que el cuerpo humano es capaz de hacer. Y encima de todo esto, el Cirque du Soleil suele contar historias. Simples, universales, oníricas, filosóficas; como puede ser el mito griego de Dédalo e Icaro.
Corteo, con dirección de Daniel Finzi Pasca y con sesenta artistas de diecinueve nacionalidades en escena, es un espectáculo definitivamente más teatral, tal como lo venían promocionando, y de la misma calidad que los anteriores. Pero lo cierto es que la teatralidad no está al nivel de la destreza (este desequilibrio se nota, sobre todo, en una recreación de Romeo y Julieta). El punto de partida es álgido: la muerte. No obstante, Corteo (“cortejo” en italiano) es un espectáculo menos oscuro que otros que pasaron por Buenos Aires. Aquí hay un protagonista: el payaso italiano Mauro Mozzani, que este día imagina lo que casi todos los humanos a cierta edad imaginaron. Desde una cama de hierro dorada, vigilado por un ángel de la guarda, Mauro fantasea con su propio funeral. Y empieza el show. En una combinación de danza y acrobacia, un grupo de mujeres se contonea por los aires, colgando de unas exuberantes arañas con candelabros. Luego, en camas enfrentadas, hombres y mujeres saltan, graficando la infancia del clown. Casi todo sucederá en las alturas, como metáfora del cielo que aguarda al payaso.
Estrenado en 2005, éste no es sólo el espectáculo más teatral del Cirque du Soleil sino también el más cinematográfico. Sus creadores han explicitado que hay influencias de Federico Fellini y han ubicado la historia en tiempo y espacio: la Italia del 1800. En las escenas grupales hay, también, una energía parecida a la de los films de Emir Kusturica. Otros lindos momentos del show son esos pequeños detalles que hacen que el Cirque du Soleil parezca cualquier cosa menos un circo: en el piso hay un hoyo del cual sale la cabeza de una persona que simula ser una pelota de golf. Hay detalles delirantes, surrealistas, como unos zapatitos deslizándose solos por el escenario, con la carpa a oscuras. El espectáculo es apto para ser recibido por todas las culturas (de hecho, lo vieron 7 millones de personas alrededor del globo), pero aquí Mozzani le inyecta una dosis de argentinidad: menciona a Boca Juniors, a Caniggia, a la localidad de Burzaco.
La conclusión es siempre la misma: todos deberían tener en cierto momento de sus vidas la chance de vivir una experiencia artística tan maravillosa. Pero la verdad es que tanta pompa tiene su costo. La entrada más económica cuesta 450 pesos; la más cara, 1700.
* Corteo se presentará en Vicente López hasta el 7 de agosto.
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