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Viernes, 13 de junio de 2014

TEATRO › DALMA MARADONA REESTRENA EL UNIPERSONAL HIJA DE DIOS, EN EL C. C. SAN MARTIN

“Siempre le puse límites a mi papá”

La primogénita de Diego Maradona y Claudia Villafañe decidió contar la historia de su relación con su padre, que conmovió hasta las lágrimas al ex futbolista. “La objetividad la dejó en Dubai: me dice que voy a ser la mejor actriz de todas”, se ríe ella.

 Por María Daniela Yaccar

A esta mujer, que hoy tiene 27 años, su papá le regaló un auto cuando tenía 12. Y ella, tan niña, aprendió a ser sincera: “No sé manejarlo”. Se lo devolvió y él se enojó. Casi, casi, le regala un delfín. Tuvo el privilegio adolescente de conocer en persona a los Backstreet Boys: su padre los persiguió en auto y resultó que, finalmente, uno de los cantantes quería conocer a su padre... Esta mujer se llama Dalma, su hermana se llama Giannina y hay cientos de hermanas que se llaman igual que ellas. Le aparecen supuestos medio hermanos permanentemente. Festejó sus 15 en la cancha de Boca. En Nápoles, la ven y lloran de rodillas. Una vida particular la de Dalma Maradona. Y no por decisión propia.

Le tocó ser la Hija de Dios, como se llama el unipersonal que reestrena el viernes en el Centro Cultural San Martín. “Cuando era chica, a mi papá no le podía decir ‘qué lindo esto’, porque iba y me lo compraba”, recuerda ahora Dalma, sentada en el bar de los estudios de Telefe, en Martínez, luego de su paso por el programa AM y horas antes de que circulara un video íntimo como suyo y ella tuviera que salir a desmentir. Aunque Dalma tuvo una infancia en la que pudo tenerlo todo, pareciera que desde pequeña aprendió a ponerle límites a su padre. Y que se esforzó por algo difícil para su caso: ser normal.

En casi todas las notas que le hacen resaltan lo mismo. Lo que pasa es que realmente llama la atención. Dalma Maradona parece ser sencilla. “En esto tiene mucho que ver mi mamá. Nosotras, gracias a Dios, teníamos de todo; pero también sabíamos perfectamente de dónde venía mi papá”, se explica. No se parece en nada a la hija de Caniggia, que desconoce en qué continente está parada y que muere por ser Paris Hilton. Dalma no. Es más “normal” y podría no haberlo sido. Luce bella esta mañana, sin desayunar, con maquillaje televisivo y unos tacos altísimos. Se recibió como actriz en el IUNA, después de toda una vida de educación privada. Y a los 8 años ya sacaba conclusiones en un estudio de televisión, al ver cómo algunos de sus compañeros de Cebollitas trabajaban para mantener a sus familias. “Creo que elegí ser actriz porque, ya que voy a estar expuesta, prefiero hablar de algo que valga la pena: de mi trabajo, y no sobre la ropa que me compré o sobre a quién me estoy chapando”, sugiere la co-conductora de Fansworld.

Cuando nació, el 2 de abril de 1987, su padre era más famoso que Jesús. “La historia de mi papá la conocen todos. Lo que me parece interesante es contarla desde otro lugar. Las cosas que me pasaron como hija son diferentes a las que le pasaron a otra gente”, dice la actriz, sobre Hija de Dios, que estrenó en 2012 en el Teatro Sha y que vuelve actualizada, con algunas anécdotas de la estadía de Dalma junto a Diego Maradona en Dubai, durante dos meses. Allí, trabajó en la producción del reality The Victorious, que buscó nuevos talentos entre futbolistas árabes. Fue la primera vez que trabajó junto a su papá. También hay un libro con el mismo nombre que el biodrama. Este es un unipersonal de Dalma, con dirección de su amiga Erika Halvorsenen y una participación del actor Mariano Bicain, en el que fotos y videos –“tuve que extorsionar a mi mamá para que me diera algunas cosas”, cuenta, “aunque se negó a prestarme el video del parto”– la acompañan en una tarea: contar a su padre como lo que es: un mortal. Pareciera ser un emprendimiento de tinte freudiano. ¿Dalma necesitará “matar al padre”? Por si acaso, aclara: “Jamás me di ni un beso con un futbolista”.

Desde los dos años, cuenta Dalma, ya era actriz. Bailaba, cantaba, actuaba. Después, se le pasó. Le agarró la timidez, entonces una maestra le sugirió a Claudia Villafañe que la mandara a teatro. Estudió con Hugo Midón, se recibió en el IUNA (fue la primera en la familia en graduarse con título universitario). En el camino trabajó con grandes: en cine, con Albertina Carri; en teatro, con José María Muscari. Son dos hitos en su carrera. Probó la tele, el cine, el teatro. “Ahora elijo más lo que hago. Lo que ya no quiero es hacer de mí: para eso está la obra”, sostiene. Su tesis del IUNA la compartió con Pablo Rotemberg, un director de danza que suele trabajar con cuerpos desnudos. En Las vírgenes, la actriz aparecía en bombacha y corpiño. “Mi papá no la vio, ni loco. Pone distancia con esas cosas”, cuenta. “Ya había protestado por lo mismo con la película de Carri. ¡Y no mostraba nada!”

–La suya es una edad en la que los padres han dejado de ser los propios ídolos. Y, también, es una edad en la que se los entiende más.

–Estuve mucho tiempo muy enojada con mi papá, le hacía reproches, estaba esperando algo... Cuando entendí que él iba a ser como tuviera ganas de ser y él entendió lo mismo de mí, se generó una relación increíble. Tengo una relación completamente distinta con él ahora. Por eso mis ganas de hacer la obra y de reponerla. Es un regalo para él. Antes esperaba cosas que no iban a suceder y él también: quería que yo fuese demostrativa, cariñosa, y no podía. Y yo quería que él fuera tranquilo y callado... no. No sería mi papá.

–¿Cómo fue crecer teniendo la posibilidad de tenerlo todo?

–Estaba el extremo de mi papá y el de mi mamá. Cuando mi papá me regaló el auto a los 12, le dije a mi mamá que me sentía mal, que quería devolverlo. Y me contestó: “Obvio”. En cambio, con él fue tremendo. Creía que no valoraba el regalo, hasta que entendió que era una suerte que tuviera una hija así, ¡no una que a los 12 quisiera manejar un auto! Siempre le puse límites a mi papá. Las cosas que no me gustan se las digo en el momento. Ya está acostumbradísimo, nuestra relación es ésa. Nos llevamos tan bien y nos amamos por eso.

–¿Cómo ve su papá su carrera?

–La objetividad la dejó en Dubai: me dice que voy a ser la mejor actriz de todas (risas). Y en cuanto a esta obra, entendió el enfoque que le di. Cuando vio el estreno, el tipo lloró la hora y veinte. Estaba todo rojo. Se encontró con veintisiete años de relación entre nosotros y con cosas que nunca le dije. Y estuvo buenísimo.

–¿Y al público qué le pasa?

–¡Hay de todo! La temporada pasada venían muchos hombres. De repente, en medio de la obra, la gente se arremanga y tiene tatuada la cara de mi papá. También vino mucha gente del teatro a ver qué onda. La vida de mi papá la conoce todo el mundo, no vamos a contar algo nuevo. Tampoco queríamos caer en el golpe bajo: hay momentos que todos conocen... Nosotros los pasamos con el mayor humor posible.

–¿Cómo se lleva con el hecho de que su vida y la de su padre estén siempre en la mira de las cámaras de televisión? Las parejas, los supuestos hijos, esos momentos duros y un largo etcétera...

–No puedo hacerme la tonta respecto de quién soy ni de dónde vengo. Trato de no opinar mucho. Porque cuando me preguntan qué opino sobre la pareja de mi papá se arma una bola... En el momento siento que tengo que defender a mi mamá, pero después pienso: “Si igual van a seguir”.

–El título de este espectáculo ha desatado algunas controversias, ¿no?

–Hay quienes me dicen que les parece demasiado, como que es súper pretencioso. Y los religiosos están un poco afectados: ¡nos dijeron que no blasfememos! Es una ironía. O sea: toda la obra estoy justificando por qué, para mí, mi papá no es Dios. Obviamente, no pienso que lo sea. Nunca me van a escuchar decir que mi papá es Dios.

* Hija de Dios se presenta los viernes y sábados a las 21 y los domingos a las 20 en Sarmiento 1551. Este domingo no habrá función por el partido de la Selección.

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“A mi papá no le podía decir ‘qué lindo esto’, porque iba y me lo compraba”, recuerda Dalma Maradona.
Imagen: Bernardino Avila
 
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