TEATRO › LA CHINAGUEñA (O EL RANCHO DE LAS MUTACIONES) EN EL TEATRO ANFITRIóN
Sobre idea de la actriz marplatense Mariela Acosta, el director Julio Cardoso elaboró una dramaturgia que acerca diferentes lenguajes y aborda el impacto cultural que causa en un pueblo del Noroeste la llegada de nuevas terapias.
› Por Hilda Cabrera
Fantasear con una caravana de carromatos adornados con dragones verdes que avanzan en dirección a la plaza central de la localidad santiagueña Ojo de Agua no es una exageración para Melba Galván, la “Chinita” que experimentará un cambio fundamental ante lo nuevo. Sobre idea de la actriz marplatense Mariela Acosta, el director Julio Cardoso elaboró una dramaturgia que acerca diferentes lenguajes. Lo novedoso impacta en un pueblo del Noroeste y modifica la vida de Melba, protagonista de La Chinagueña (o el rancho de las mutaciones), obra que se viene presentando en el Teatro Anfitrión (Venezuela 3340). Egresada del Centro Polivalente de Arte y de la ex Escuela Municipal de Arte Dramático, con formación en distintos talleres de actuación y danza contemporánea, Acosta ha participado, entre otras filmaciones, en Aplausos para la inclusión y el corto Malvinas: 30 años, 30 miradas, dirigido por Cardoso. Pero su fuerte es el teatro, donde ha participado de innumerables piezas, entre ellas Maquillada, Amanda y Eduardo, Garibaldi IV, Comienza la Varieté, El susto 1813, de Toto Castiñeiras; China chica y Las putas de San Julián, episodio de La Patagonia rebelde, de Osvaldo Bayer, trasladado a la escena por Rubén Mosquera.
A su vez, Cardoso, también egresado de la EMAD, ha estrenado El verso de la Mandrágora, Mayo, Idiota procesión del tiempo, La recaída y los documentales Locos de la bandera, Malvinas, viaje del Bicentenario, y el espectáculo Islas de la memoria (Historias de guerra en la posguerra), actualmente en gira por los teatros del conurbano. En La Chinagueña es noche de luna llena y de metamorfosis actuadas por Acosta, quien en esta entrevista junto a Cardoso se refiere al origen de este trabajo: “Los personajes provienen de monólogos anteriores que escribí y actué. La obra trata de mujeres que viven en un ámbito rural y de situaciones que las modifican, como tomar conocimiento de la acupuntura, terapia que salva a la Chinagueña”.
Mariela Acosta: –Mi padre es santiagueño y conozco ese mundo de provincia, sus lugares y ranchitos en medio del monte; las fantasías que circulan ante algo que viene de afuera y cuánto pueden quebrar a una cultura con raíces. Lugares donde viven mujeres que les hablan a sus animales y a las plantas. Esos primeros monólogos eran breves y estaban pensados desde el humor, tuvieron salida en un espectáculo de varieté. En La Chinagueña, esas historias se cruzan con el mundo evangelista. Estuve en Santiago y comprobé la fuerza que tiene la presencia de los pastores evangelistas.
Julio Cardoso: –No. Esto es una fantasía, el armado de un juego tragicómico sobre lo que resulta extraño, la llegada de una cultura que los habitantes de un pueblo no sienten como propia. Nuestra propuesta era pensar en alguien dispuesto a asumir otra identidad, y ese alguien es en la obra una santiagueña que, curada de sus males por un terapeuta chino, se convierte en una fanática de la terapia oriental. Ella tiene una fe ciega en la acupuntura y cree ser capaz de curar a otros. En mayor o menor grado, los argentinos somos producto de sucesivos mestizajes, y desde hace años atravesamos otros nuevos. Culturas que vienen de todos los lugares del mundo y no tenemos siquiera el tiempo necesario para asimilarlas.
J. C.: –Ese es un proceso que todavía no conocemos en su totalidad porque seguimos experimentando estos mestizajes. El carozo de la obra es poner en escena a unas mujeres desgarradas por situaciones ante las que no consiguen pararse sobre sí mismas, como metáfora de la vida de tropiezos que cada uno debe superar diariamente. Una de estas mujeres decide abandonar toda resistencia y adoptar lo extraño como propio. Otra prefiere quedarse en la misma situación en que estaba, y una tercera, confiada en un espacio de fe, sufre una humillación. Un elemento fundamental en este espectáculo es lo que Mariela produce en escena. Las mutaciones de sus personajes señalan, desde el lenguaje teatral, la inestable situación en la que nos encontramos como sociedad, mutando una y otra vez entre una y otra máscara.
J. C.: –Cada una de esas mujeres es crisálida de la siguiente en un proceso que se repite. Desde el lugar en que se encuentran estos personajes, las mutaciones son una forma de “ir y venir” sin encontrar nunca un punto de estabilidad. Una situación que desespera. Nos pasa a nosotros. Todo cambia todo el tiempo y es difícil comparar valores. Nos faltan representaciones, que no significa buscar referentes y querer parecernos a ellos sino estar en condiciones de imaginar lo que no está presente. Cuando se vive vertiginosamente, se pierden estas representaciones, que son necesarias. Por algo las producciones más importantes de los pueblos están contenidas en lo que llamamos folklore. Gestos y formas que permanecen por cientos o miles de años porque contienen alguna eficacia y resultan funcionales a la vida de los pueblos. En las ciudades, esto se vive de otra manera. Cuanto más reemplazables son esos gestos y formas, se los aprecia más. Algunas construcciones culturales se mantienen porque están muy arraigadas, pero se bastardean, como el fútbol, por ejemplo, invadido por la violencia.
M. A.: –En ese sentido, algunos procedimientos de la medicina oriental funcionan como la búsqueda de un lugar más calmo.
J. C.: –Es una alternativa a la medicina occidental, que salva o enferma, y una forma de querer vivir con más salud y menos angustia. En el espacio desangelado de la obra, “un pueblo leñoso y seco”, la acupuntura es una novedad. Escribí esta obra tomando fragmentos de lo que había hecho Mariela y de lo que iba surgiendo en las improvisaciones. Este es un texto construido en la escena y un intento por profundizar en un lenguaje que mezcla giros arcaicos. Hice una pequeña investigación sobre modos de hablar.
M. A.: –En mí surge de la observación directa de lo que ya conocía. Por ahí se ven esos paisajes plasmados en una película, pero no son comunes en el teatro. Es complicado lograr esos climas en la escena y plasmar los silencios. En las giras por las provincias se nos acerca gente que en general trabaja en teatro o ve obras. Me pregunto qué pasaría si lleváramos este espectáculo a lugares que están más cerca de esos personajes o de esos ranchos donde podría estar viviendo una tía mía.
J. C.: –Mariela hizo una prueba: actuó como la china santiagueña en el casamiento de un familiar de la localidad de Ojo de Agua.
M. A.: –Era un monólogo de humor, de los que había escrito antes de estrenar La Chinagueña. Una mujer cuenta lo que aparece en esta obra, que su curación fue algo mágico. Como escribe Julio en su dramaturgia, ella tenía la columna “enroscada” de tanto “pasar” el machete en el monte, y el tratamiento con el terapeuta chino la salvó. “Alineado y balanceo completo”, dice feliz. Y desde ese momento intenta imponer a todos la misma terapia.
J. C.: –El espectáculo sostiene una pregunta sobre la identidad, sobre quién es cada una de esas mujeres en un espacio que no es el urbano. No pretendemos con esto ir hacia lo puro y originario sino transmitir el humor y la emoción que encontramos en ámbitos menos sofisticados.
* La Chinagueña (o el rancho de las mutaciones). Idea y actuación de Mariela Acosta. Diseño de escenografía y vestuario: Daniela Taiana. Música: Mariano Rodríguez. Diseño de luces: Adrián Cintioli. Asistente de dirección: Javier García. Texto, dirección y puesta en escena: Julio Cardoso. Lugar: Teatro Anfitrión, Venezuela 3348. Funciones: miércoles a las 21. Reservas: 4931-2124.
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