Domingo, 7 de diciembre de 2014 | Hoy
TEATRO › MARIO SEGADE HABLA DE SU OBRA LA NUEVA AUTORIDAD
Ese es el método que pone en práctica el autor y director en esta pieza que describe las luchas de poder en un consorcio. “Estamos en Argentina y no podemos evitar que se relacionen las peleas de los personajes con las de los políticos”, dice.
Por Hilda Cabrera
Muere el administrador del edificio y las llaves quedan en poder de su mujer, Betty, empeñada en cuidar el jardín del consorcio, “insurgente” ante la partida final de su marido. Otros codician las llaves: el portero Francisco y la propietaria Graciela, rápida para ocupar el espacio vacío. Las maniobras del trío ávido de poder son reflejadas en La nueva autoridad, obra del director Mario Segade que se viene ofreciendo en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín. En diálogo con Página/12, este premiado guionista de series para la TV (Verdad-Consecuencia, Vulnerables, Resistiré, Farsantes y El puntero, escritas algunas en colaboración con Gustavo Belatti) señala que éste es su año teatral. Autor de los espectáculos Fulano de tal, soy yo, El no tiene la culpa, Un poco muerto, Vitello Tonatto y productor de Y un día Nico se fue, dice haber escrito La nueva autoridad a partir de personajes que le resultan atractivos y no de una trama previa, a la vez que anticipa la reposición en enero. Será la única obra que podrá verse en el Teatro San Martín, pues las salas Casacuberta y Martín Coronado permanecerán cerradas por refacciones.
–¿Qué tipo de personaje le interesan?
–Me gustan los personajes coloridos. Después busco elementos que tengan sustento dramático y puedan acompañarlos. La disputa por el poder es el gran tema de la obra. Estamos en la Argentina y no podemos evitar que algunos espectadores relacionen las peleas de los personajes con las de los políticos, aunque ese no es mi planteo como autor.
–¿Le interesa plantear conflictos en un ambiente acotado, sea el de un consorcio o una familia, como en Un poco muerto y Vitello Tonatto?
–En una de las obras muestro a dos hermanos con un padre muerto... No sé la razón, pero voy por ahí. Me veo en un ambiente familiar, y finalmente uno escribe sobre lo que conoce y lo sensibiliza. Pero también siento una particular atracción por las conversaciones que escucho en la calle o en un colectivo... Tienen una textura especial, y sin duda se ven reflejadas en mi teatro. Observo todo, y a veces me excedo. Imagino escenas de vida como si fueran obsesiones fugaces. Creo que por eso escribo teatro. No podría dedicarme a la literatura y tener siempre un mismo personaje a mi lado. Lo soltaría para que tome vuelo y escape del control autoral. Soy de los que modifican la puesta y se nutren de los aportes de los actores y de la gente que interviene en las otras áreas de la escena: los iluminadores, escenógrafos, vestuaristas, músicos, sonidistas...
–¿Cómo ha sido su formación en teatro?
–Estudié dirección con Jaime Kogan y actuación y dirección con Augusto Fernandes. Después con Juan Carlos Gené y Rubén Szuchmacher, y dramaturgia con Mauricio Kartun. Hice el camino que han hecho muchos estudiantes de Buenos Aires, y entendí qué quería decir Fernandes cuando aconsejaba a los directores estudiar actuación. Los elementos escénicos ayudan, pero el teatro es del actor. Por eso, un poco forzado, me entrené como actor y estudié con Alejandro Catalán y Lorena Vega. Comprendí que todas estas disciplinas son hojas de un mismo libro.
–¿Esa exigencia es también la del trabajo en la TV?
–Sí, pero en el teatro es más palpable. Lo que sucede en la escena tiene que ver con el aquí y el ahora. Pasa o no pasa, y debe ser creíble. En la TV tenemos más elementos, pero en el teatro de conversación contamos esencialmente con los actores, aunque utilicemos otros recursos.
–En la obra se menciona la cercanía de fieras hambrientas. ¿Es el augurio de una lucha desigual? Francisco tose y emite un sonido animal...
–Francisco pertenece a ese mundo de enjaulados que en la versión escrita eran perros y en esta puesta son monstruos. Se requería una presencia menos cotidiana y más fantástica. Luego, cuando se incorporó el iluminador Norberto Laino, trabajamos en el diseño de luces y nos fuimos de lo cotidiano. La mención a la existencia de las fieras vale por ausencia, por lo que no está. Finalmente, lo que sucede en la escena adquiere mayor valor por ausencia. Cuando el espectador se acostumbra a ver aquello que lo inquieta, la situación se debilita. Me gusta el teatro que deja al espectador espacios para fantasear y descubrir relaciones. Que haga su película con lo que puede y conoce. En Un poco muerto, el muerto era un muñeco, pero los espectadores lo convertían en persona. Este fenómeno que a veces produce el teatro me apasiona. Ese muerto entraba en descomposición, se derretía en el escenario... El teatro permite esa trampa, y yo la disfruto.
–En La nueva autoridad la trampa se parece a un policial. La viuda Betty encuentra ropa en el jardín...
–Ese detalle acompaña la acción dramática, pero sólo eso. Esta es una obra de poca acción. El portero y la propietaria quieren apropiarse de la llave que la viuda no suelta, y no pasa de eso, aunque el cuento vaya tomando distintos ribetes. Lo comparo con un disco que gira y repite un mismo tema. Son situaciones que se producen entre personas sordas, y no por una lesión física, sino porque no escuchan a quienes les hablan. Y lo reitero, porque esto sucede en la ficción y en nuestra realidad. Pocas veces dejamos que el otro se revele y nos muestre cómo es realmente. ¿Por qué pretender que sea como queremos o como nos conviene?
–¿Y qué pasa si no se adapta? ¿Lo eliminamos?
–Exacto. En su ambición, la propietaria imagina transformar ese edificio en ruina en pisos de lujo. Finalmente, estos personajes están disputando basura.
–¿Lo compara a las peleas reales por cuestiones sucias?
–Es lo que uno se pregunta cuando ve tanta pelea.
–La conclusión es la de un escéptico...
–Lo soy. El actor Marcos Montes, que hace de Francisco, se queja porque no muestro escenas esperanzadoras o encuentros amorosos y prefiero trabajar sobre seres sin ética, miserables. Me gustan esos personajes. He escrito sobre madres atroces y no porque mi madre lo sea. Prefiero indagar en el costado de amargura que tenemos los humanos, aunque poniéndole humor, como en La nueva autoridad. Esa cosa amarga, competitiva y egoísta que al ser expuesta en el teatro genera risa en los espectadores. La verdad, a veces no me explico de qué ríen.
–¿El humor es una salida?
–El humor o la tragedia, porque otras vías de escape son la locura y la muerte.
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