Domingo, 8 de febrero de 2015 | Hoy
TEATRO › LA NOCHE EN QUE FORTINBRáS SE EMBORRACHó, CON PUESTA DE AGUSTíN ALEZZO
Sebastián Baracco, Francisco Prim, Roberto Romano y Julián Caissón son los protagonistas de esta pieza en la que el polaco Janusz Glowacki parodia a Hamlet en clave noruega y tragicómica. “Va a resonar muy fuerte porque es sumamente actual”, afirman los actores.
Por Paula Sabatés
Si Hamlet, de William Shakespeare, es la obra más representada de la historia, algo tiene que tener que sea capaz de llegar a miles de hombres y mujeres en todo el mundo. Y si ese “algo” es su mensaje, tan potente, tan crudo, tan descarnadamente humano, entonces no es de extrañar que otras piezas teatrales la interpelen. Muchas versiones se han hecho de ese drama: homenajes, críticas, parodias. La noche en que Fortinbrás se emborrachó, del polaco Janusz Glowacki, es una de ellas. Tragicómica e irreverente, la pieza toma la obra del inglés y la narra desde el punto de vista noruego, modificando aspectos de la historia original de una forma descarnada y grotesca. Si Hamlet comienza con la supuesta aparición del fantasma del difunto rey de Dinamarca, la obra de Glowacki muestra cómo se interroga y tortura a ese fantasma, que es un actor noruego al que enviaron al país vecino. En esta pieza, el protagonista no es Hamlet sino Fortinbrás, príncipe noruego que vive sumergido en una sociedad en la que la política y los poderosos, con tal de mantenerse, ejercen la violencia más radical sobre su propio pueblo. Así, si bien modifica algunas situaciones de la obra de Shakespeare, mantiene intactas su esencia y sus ideas sobre la traición, el poder, el amor, la locura y la muerte.
Anoche, en la sala principal del Teatro Sarmiento del Complejo Teatral de Buenos Aires, Agustín Alezzo estrenó esta pieza, que por primera vez se hace en el país. Fiel a su estilo de poner en escena obras potentes (viene de trabajar textos de Albert Camus y Harold Pinter), el director y maestro de actores convocó a un elenco de doce intérpretes, la mayoría provenientes de su estudio, y montó una versión cargada de dinamismo y solvencia. “Alezzo hizo una gran apuesta. Hacía mucho tiempo que tenía la idea de hacerla, así que la trabajamos hasta lograr un espectáculo noble”, aseguran a Páginað12 Sebastián Baracco, Francisco Prim, Roberto Romano y Julián Caissón, cuatro de los protagonistas, que antes del estreno reflexionaron sobre este proyecto. “Es una obra que va a resonar muy fuerte porque es sumamente actual. No solamente habla de nuestro país sino que es un reflejo de cómo se manejan los poderes en el mundo”, sentencian los actores, que harán funciones de jueves a domingos.
–¿Qué los hizo interesarse por el proyecto?
Julián Caissón: –Siempre que te convoca Agustín es una alegría, porque uno sabe que va a trabajar con gente que tiene el mismo entrenamiento que uno, y que va a gozar de la libertad y la confianza que él te da. Confianza en poder probar. Para el trabajo eso es increíble y es algo que pesa a la hora de decidir participar. Y no es casualidad que seamos un elenco de doce actores y no haya habido problemas de ningún tipo.
Francisco Prim: –Coincido. Cuando te llama Agustín, sabés que vas a estar en un elenco donde va a haber un clima de trabajo muy agradable, que vas a poder trabajar desde lo artístico, que va a haber una búsqueda, que no va a ser algo descuidado. Conocemos al otro, hay un lenguaje de trabajo entre toda la gente que él convoca porque tenemos la misma formación. Eso es una garantía. Sabés que se va a laburar bien, que va a haber respeto y que se va a poder investigar.
–¿Lo reconocen todos como su maestro, no?
Roberto Romano: –Es que todos nos hemos formado fundamentalmente con Alezzo. Y no sólo actoralmente, sino también en la forma de encarar el trabajo, en la seriedad, en la preocupación por el verdadero trabajo del actor, por estar atento en lo que hace el compañero y apoyarlo. Agustín tiene una conducta extraordinaria frente al trabajo que es casi una política de vida. Siempre es placentero escucharlo, siempre te vas a llevar algo maravilloso en el espíritu. Entonces trabajar con él es tocar el cielo con las manos.
J. C.: –Además, hay algo interesante, y es que nos empuja, por sobre todas las cosas, a la búsqueda del significado de lo que se está contando. Hay una necesidad propia de cada uno en hacer el proyecto, pero hay algo que sobrepasa eso y es la búsqueda de la fuerza del significado de lo que queremos contar. No tiene que ver con el ego de cada uno, sino con que estemos ahí juntos contando algo. Y eso es algo que él nos enseñó.
F. P.: –De todos modos, este trabajo es especial y distinto a otros que hemos hecho con él. Alezzo es un tipo que cuando hace Pinter, Williams, Shakespeare, tiene un conocimiento muy profundo de esos autores. Pero esta es una obra que él desconocía cabalmente, entonces fue un descubrimiento de todos juntos. Y eso fue único, porque trabajamos palmo a palmo con él, fuimos descubriendo juntos, en el camino. En todas las escenas pasó eso. El entraba y decía “yo no sé cómo es esta escena, vamos a descubrirla juntos”. Y fue maravilloso.
–¿Qué pueden anticipar de la obra?
F. P.: –Que es una locura, es un delirio absoluto. Una obra irreverente.
Sebastián Baracco: –Que tiene un humor salvaje, ácido. Uno no sabe si se tiene que reír o no, porque depende de cada uno. Es una obra bien al estilo de Alezzo.
J. C.: –Agregaría que tiene una mirada grotesca, que el comportamiento que tienen los personajes está distorsionado y es muy atractivo.
R. R.: –Es una obra que te divierte pero que también te pega una trompada en el estómago. Porque lo que se está contando no es gracioso, es terrible. La temática es revulsiva. No es una novedad, sino que lo interesante es el cómo está contada. Una obra que tiene una vigencia y una actualidad absolutas.
–¿Creen que el espectador que no conozca Hamlet puede entenderla igual?
R. R.: –Para mí, sí. No se pierde nada. Además, cualquier público teatrero sabe más o menos algo de Hamlet. Pero si no, el autor se ocupa de que los personajes sean presentados y todo cierre. Mi personaje, por ejemplo, en un momento habla con Polonio y le pregunta por Ofelia. “¿Cómo está tu hija Ofelia?”, le dice. Con lo cual el público ya entiende el parentesco y no se lo pierde.
J. C.: –De todos modos, si una persona está interiorizada en Hamlet, puede encontrarle más guiños y ubicarse más históricamente a esta obra. Si no, te perdés cositas chiquitas de algunos personajes.
–¿Y por qué dicen que es una pieza de mucha actualidad y resonancia política con el momento que vive la Argentina?
F. P.: –Acá permanentemente se está hablando de corrupción, de deshonestidad, de pisarle la cabeza al otro. Los poderosos se matan entre todos para obtener más poder y nadie se hace cargo. Y la obra habla justamente de eso, de cómo los tipos que tienen más poder tienen un destrato total hacia el pueblo con tal de lograr sus intereses, de cómo hablan de matar millones como si fueran moscas. Por eso va a haber mucha gente que se va a sentir reflejada. Más aun con toda la mediatización que hay ahora por la muerte de Nisman, que es algo siniestro.
J. C.: –Hay una frase que se pregunta si realmente existe la sinceridad en el ser humano o es una mentira para obtener algo. Ese cuestionamiento está todo el tiempo presente en la obra, así como en la actualidad. Es un trasfondo oscuro y humano.
S. B.: –Además, el contexto que relata la obra se puede emparentar con cómo se confunde a la gente desde los medios hoy. Uno no sabe o no está preparado para escuchar, por eso se queda con cualquier cosa que le dicen.
R. R.: –Nada importa en función de los objetivos. No hay límites. Todo se va midiendo. Nadie tiene confianza en nadie, porque hoy estás acá y mañana podés ser acuchillado. El que se descuida, muere.
–Prim, ¿cómo es hacer de Hamlet por fuera de la obra de Shakespeare?
F. P.: –Está buenísimo. Se ha hablado tanto y tanto tiempo sobre el Hamlet de Shakespeare, que es imposible encarar ese personaje y lograr una aprobación absoluta. Además, tiene algo muy interesante que es que en esta obra todos los personajes están muy arriba, con mucha energía, y Hamlet es Hamlet, con sus dudas existenciales, sus dilemas sobre su concepción humanista del mundo y toda su angustia. Por eso está buenísimo, es como hacer Hamlet pero con un aliciente. Para mí es un gran personaje el que me ha tocado y me ha costado muchísimo lograrlo.
–En contraposición, ¿cómo ven al personaje de Fortinbrás? ¿Vendría a ser el antihéroe?
S. B.: –Sí. Fortinbrás no está preparado para eso ni quiere hacerse cargo. Ve que hay todo un sistema al cual no pertenece y simula ser algo para no decir lo que piensa. Al único que se lo dice es a Hamlet. Y, distinto a él, quiere salvar su vida a toda costa sin importar sus ideales.
F. P.: –De todos modos, al final tiene una reivindicación como héroe...
R. R.: –Depende del espectador, que es quien puede elegir con qué parte de Fortinbrás quedarse. De todos modos, algo de antihéroe hay. No nos olvidemos de que el autor escribe al pueblo noruego, que no es como el dinamarqués. Es un pueblo bárbaro y, como tal, destruye lo que se le pone adelante con tal de avanzar y construirse como imperio. Por eso es tan interesante y crucial el encuentro de Hamlet y Fortinbrás. Ambos, Francisco y Sebastián, pasan por muchos estados durante esa escena. En esos diez o doce minutos que dura la charla están bien, están mal, se pelean, se acercan, se hermanan. Es casi una obra aparte lo que pasa aquí.
–¿Qué lugar ocupa, para cada uno de ustedes, este trabajo?
S. B.: –Es lo más importante que hice en teatro por muchas cosas. Por el personaje que me toca, por la posibilidad de expresarme como lo hago en el escenario y decir lo que pienso, por trabajar con Agustín y por ser una producción del Complejo Teatral de Buenos Aires, que es un lugar en el que no pensé que podía trabajar.
J. C.: –En lo personal, es un gran desafío. Cuando apenas leí la obra y Agustín me dijo que iba a hacer el personaje de Ocho Ojos, me pregunté cómo iba a encarar este personaje. Hasta el mismo Agustín se lo preguntaba. Creo que lo encontré en la acción misma y eso fue un desafío, porque hasta entonces no entendía para dónde podía ir.
F. P.: –Para mí, hacer de Hamlet es obviamente algo muy especial en mi vida. Pero más allá de eso, lo que me pone más feliz es que logramos un espectáculo muy bueno. Es un producto artístico, de búsqueda. Muchas veces vas al teatro comercial y ves cosas que están hechas de taquito. Esto es arte y eso me pone muy orgulloso.
R. R.: –No creo en los puntos de inflexión en una carrera, porque es difícil definir eso, pero sí que para todos los que conformamos este elenco este es un momento extraordinario respecto del enfrentamiento con las complejidades de lo que es un espectáculo. También creo que logramos un producto muy noble y esa es nuestra mayor satisfacción, la de sentir que trabajamos mucho y que hemos obtenido algo bueno.
–Se formaron y desarrollaron en el off. ¿Cómo les resultó el trabajo en un teatro oficial?
R. R.: –Muy distinto y maravilloso. Estamos acostumbrados a hacer todo a pulmón, a mover la escenografía y la utilería, a reciclar vestuarios de otros espectáculos. Y ahora no podemos creer que haya otras personas que se encarguen de eso y que nosotros podamos ocuparnos solamente de la actuación.
S. B.: –De todos modos, siempre volveremos al off. Hay que volver.
R. R.: –No, no hay que volver, nunca hay que irse. Se pueden hacer otras cosas, pero creo que en definitiva nunca te vas.
* La noche en que Fortinbrás se emborrachó puede verse de jueves a sábados a las 21 y los domingos a las 20 en el Teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715.
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