TEATRO › EL 15º FESTIVAL DE TITIRITEROS ANDARIEGOS FINALIZó AYER EN BARILOCHE
Siete compañías de Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Río Negro y Barcelona realizaron treinta funciones, no sólo en teatros sino también en escuelas y jardines de infantes de la periferia barilochense. Casi todos los espectáculos fueron a sala llena.
› Por María Luz Carmonas
Desde Bariloche
Frente a la cordillera, con una llamativa vegetación y vista al imponente lago Nahuel Huapi, la ciudad de San Carlos de Bariloche, en estación otoñal, es un escenario especial para el desarrollo del teatro. El clima es agradable y las calles son habitadas por lugareños, no tanto por turistas. Ese contexto es el elegido para realizar el 15º Festival de Titiriteros Andariegos que finalizó ayer, con las actuaciones de siete elencos, que realizaron más de treinta funciones en salas teatrales y escuelas, durante siete días de enérgico movimiento artístico. Este hecho cultural ya es un clásico y los barilochenses se lo han apropiado. Tanto, que en la apertura del evento, durante el desfile de títeres gigantes, participaron más de tres mil personas, entre actores, músicos, titiriteros, chicos de escuelas, jardines de infantes, docentes y vecinos. Cada grupo desfiló por el centro de la ciudad con sus propios títeres y selló así la identidad local. “Estamos cargados de emoción. No sólo sentimos la felicidad de que todo va sucediendo como uno lo planea sino que junto con esa alegría, sentimos que superamos nuestras expectativas. Creemos que este festival crece y se multiplica cada año”, destaca a Página/12 la organizadora y titiritera Mónica Segovia. Participaron compañías de Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Río Negro y Barcelona. El festival contó con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro (INT), auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de San Carlos de Bariloche. Y fue declarado de Interés Cultural y Educativo por la Cámara de Senadores de la Nación.
Uno de los rasgos más interesantes del festival fue llevar las obras a las escuelas y jardines de la periferia, además de las que se realizaban en las salas teatrales. Las funciones, con entradas muy accesibles, se realizaron casi todas a sala llena. Eso demostró la participación de los barilochenses y las ganas de asistir al precioso ritual que propone el teatro de títeres. “Es del público este festival. Y nos enorgullece que se lo haya apropiado, que las personas participen y den sus opiniones luego de cada función, con una mirada crítica. Todo eso hace que nos sintamos acompañados por la comunidad. Tengo la sensación de que las valijas de los títeres engordan cada vez más. Se van llenas de aplausos”, resalta Segovia. Es que la apertura del evento se llevó adelante con el ya clásico y multitudinario desfile de muñecos gigantes, en el que participaron escuelas, grupos de teatro, organizaciones barriales y artistas de distintas disciplinas. Coordinado por el titiritero Nicolás Robredo, el desfile recorrió las calles del centro hasta llegar a la plaza principal, donde cada grupo mostró su trabajo. Hadas, duendes, princesas, dragones, elfos, brujas y otros seres mitológicos que habitan los bosques patagónicos colmaron la calle Mitre, al ritmo de la murga local Los Herederos de Kazó y de una cuerda de candombe.
No toquen mis manos, el espectáculo de la argentina que reside en Barcelona Valeria Guglietti, fue uno de los más destacados. Se trata de una obra dedicada a grandes y chicos, que utiliza el código de las sombras chinas. A través del juego de luces y sombras, la actriz crea pequeñas y hermosas historias en donde se combinan, a la perfección, la imagen en blanco y negro y la música. Sobre una pantalla blanca y con un reflector que la ilumina, la actriz juega a hacer, con una notable habilidad, infinitas sombras con sus manos. Aparecen así los animales, monstruos, vampiros y figuras humanas. “Este lenguaje tiene que ver con el juego de nuestros abuelos, o por lo menos de los míos. Es como una cosa del pasado porque antes, cuando no había televisión, se jugaba mucho a hacer sombras en las reuniones familiares. Para mí, la sombra tiene una cuestión del pasado. Se ha acercado gente a decirme ‘volví a ser niño’. Todo el mundo alguna vez jugó con sus sombras”, afirma a este diario Guglietti, quien llevó este espectáculo a países como Pakistán, China, Corea, México, Brasil, Colombia, Suecia, Suiza, España y Alemania.
El espectáculo, que ya tiene diez años girando por el mundo, no utiliza la palabra, pero sí apela a la música como elemento fundamental. Es una obra que llega directamente a las emociones, por las historias que propone, siempre con un gran sentido del humor. “Fue una elección hacer un espectáculo sin palabras y en realidad es lo que más me gusta porque respeta el lenguaje del cine mudo, el del comic del blanco y negro, y me abrió puertas en todas partes del mundo. Algo interesante es que no me escondo atrás del escenario, sino que muestro los trucos”, resalta la actriz. Y continúa: “A las sombras chinas las llamaban la pintura viva. Y realmente eso es lo que tiene el teatro: es en vivo y en directo, nunca hay una función igual a otra, nunca es el mismo público ni la misma sala, no hay dos espectáculos iguales aunque sea el mismo guión. Las sombras chinas un arte afín a la magia, a las marionetas, es imagen animada”.
Una de princesas, dragones y ¡¿dentistas?!, de la compañía Los Bufones, de Salsipuedes, Córdoba, también se destacó tanto en la sala teatral como en las escuelas. Integrada por el experimentado titiritero Marcelo Pablo Fernández y Melisa Abramovich, la puesta llama la atención por la calidad de la escenografía, los títeres (tallados a mano por Fernández) y la historia que se cuenta. Una de las instituciones que los recibió fue la Escuela Jean Piaget. Los chicos, sorprendidos por la irrupción del hecho teatral en la escuela, mostraron un gran entusiasmo y participación. “Hace más de treinta años que elijo hacer títeres. Es mi forma de vida: vivo de los títeres, además de dirigir y escribir para otras compañías. Me ha dado muchísimas satisfacciones este trabajo”, sostiene el titiritero, llamado por sus amigos El Ladri. “Al venir a las escuelas sacamos a los chicos de la rutina y ellos tienen la posibilidad de ver diferentes tipos de títeres. Es muy importante que un niño vea teatro desde chico, porque lo más probable es que después siga viendo teatro. En ese sentido, somos formadores de espectadores. Lo que hacemos es muy loable. El teatro estimula la creatividad y la imaginación. Es muy importante a futuro. Si el niño desde chico no tuvo la posibilidad de ver teatro, es muy difícil que de grande vaya a ver”, considera el artista. Por su parte, la joven titiritera que completa la compañía manifestó: “Apuntamos al niño interior que cada uno tiene”.
Otra de las obras que se presentó fue Donia Sonia Dora, la tejedora, una producción de la titiritera Valeria Fidel, de Fiske Menuco, Río Negro. A través de la combinación del lenguaje del clown con el del títere, la actriz pone en escena una obra entretenida y sensible para los más chicos, en donde se cuentan las peripecias que debe atravesar el caracol para lograr cumplir su sueño. Hay una característica que hace llamativa la puesta: la escenografía y los títeres son tejidos a mano por la propia actriz. De esa manera se generan climas, personajes y escenarios a partir de los tejidos. Aunque la obra está dirigida a los niños, también se hacen presentes algunos mensajes para los adultos, generando con ellos cierta complicidad. Hay una frase que la actriz repite con convicción y que recorre toda su obra: “La vida está para cumplir los sueños”.
Los otros espectáculos que se presentaron fueron El lobo Rodrigo, de Mónica Segovia; El Investigatopo, de Laura Ferro; ¡Qué lindo se puso el pago!, de la compañía Los Títeres de Beto; y El caballero sin caballo, de Gerardo Capobianco, de la compañía platense Pizzicatto. Esta última cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro (INT). Y como si esto fuera poco, en la Sala Frey del Centro Cívico se realizó una hermosa muestra de títeres tallados de Marcelo Pablo Fernández. Allí se podía ver una gran variedad de muñecos, muy bien logrados, realizados para diferentes puestas, a lo largo de su trayectoria. Desde monstruos gigantes y tiburones hasta personajes de la música nacional como Pappo, Charly García, la Mona Jiménez y un ex presidente riojano.
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