Sáb 26.09.2015
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TEATRO › LA ADAPTACION DE UN HOMBRE SIN SUERTE, EN EL TEATRO EL KAFKA

“La literatura trae un aire necesario”

El director Osmar Núñez y la actriz María Nydia Ursi-Ducó destacan la potencia del relato de Samanta Schweblin, que les permite poner en escena una obra en la que, según argumentan, “el espectador se divierte, se conmueve y se incomoda”.

› Por Silvina Friera

De cerca nadie es normal. No hay nada nuevo bajo el sol de esta frase, aunque los cuentos de Samanta Schweblin potencian la certeza de que los personajes que ella examina, como un joyero que disecciona las piedras preciosas antes de decidir con cuáles quedarse, tienen una extraña fisura, una rareza incómoda, un desvío perturbador. Amanda es una mujer adulta que está sola en su casa y espera a su hermana. No es una tarde cualquiera; es un día especial en su vida. Ella siente algo en el cuerpo; un torbellino de alegría y tristeza que la asedia. Esperar es como convocar fantasmas, ramalazos de un pasado lejano que regresan; un aire que le envuelve las piernas y sube acampanando el jumper de la niña que fue. El mismo aire que trae el horror y el amor, juntos, para siempre. Un hombre sin suerte, el cuento homónimo de Schweblin adaptado y dirigido por Osmar Núñez con la actuación de María Nydia Ursi-Ducó, se presenta los sábados a las 20.30 en teatro El Kafka (Lambaré 866).

“Nos conocemos desde hace muchos años, los dos estudiamos con Carlos Gandolfo y siempre nos cruzábamos, pero nunca habíamos hecho algo juntos”, cuenta Núñez a Página/12. “Un día María Nydia me llamó y me dijo que tenía un material. Me leyó el cuento en el living de casa y me dijo: ‘quiero que lo dirijas’. Y le dije que sí. Todo lo que escribe Samanta es muy inspirador, es una gran cuentista, una gran escritora. Para la adaptación, fui interviniendo el cuento con el mundo schwebliniano porque María Nydia me pasó también Pájaros en la boca. Los grandes artistas, los grandes escritores, tienen grandes obsesiones. Todos los cuentos de Samanta me remiten a ‘Un hombre sin suerte’”. El relato de Schweblin –que obtuvo el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo 2012– comienza con la voz de una nena de ocho años y un pequeño “incidente” doméstico: justo el día de su cumpleaños, su hermana menor se tomó de un saque una taza de lavandina. “El espectador se encontrará con una mujer que está esperando a su hermana”, explica el actor y director. “En esa espera aparece el fantasma del hombre sin suerte. Cuando estamos en soledad, como le pasa al personaje, hablamos con nuestros pensamientos, con nuestro pasado, con nuestro presente y posiblemente con nuestro futuro. Necesitamos espectadores muy activos porque hay que acompañar a esta mujer en su intimidad. El espectáculo no es para nada complaciente”.

Ursi-Ducó, actriz versátil y con fama de obsesiva, actuó en Las obreras de María Elena Suardi, obra con la que estuvo de gira por todo el país en 2014, y se la puede ver en El clan, el film de Pablo Trapero. “Hay momentos de silencio en la intimidad de esa mujer durante la espera. El espectador va construyendo su propia historia porque va mirando y se pregunta: ¿qué le pasa a esta mujer? Queremos que los espectadores puedan entrar en esta historia, que puedan espiar por la cerradura para que vean qué está haciendo esta mujer, por qué mira así”, comenta la actriz, mujer de palabras meditadas, como si el hecho de hablar fuera fruto de una suerte de introspección verbal en cámara lenta. Hay una complicidad entre actriz y director que se traduce en un mundo de afectividades e intereses compartidos. Núñez agrega que se trabaja intensamente con el suspenso y la intriga durante esa espera hasta que “nos damos cuenta qué le sucede”, anticipa sin revelar más información para no arruinar el efecto sorpresa. “El espectador se divierte, se conmueve y se incomoda”, enumera el actor que interpreta al solicitante descolocado de Las patas en la fuente de Leónidas Lamborghini. “Me gusta teatralizar un cuento, una novela, un poema. En este momento la literatura le da un aire necesario al teatro, lo aparta de lo ‘teatroso’, por lo menos para mí. El hecho de que se esté rompiendo con ciertas reglas o con ciertas estructuras me parece fantástico. Pero en esa búsqueda falta un poco el cuento que nos gusta ver en las historias. Hay algo que se empezó a abrir y está muy bien, pero también tenemos que volver a contar historias lo más sencillas y profundas posibles como ‘Un hombre sin suerte’.”

La actriz comparte la crítica que hace Núñez: “Los grandes autores como Chéjov tienen un cuento para contarte. Hay muchas obras en las que veo el efecto zapping y no sé cuál es la historia”, advierte Ursi-Ducó. “Todo se ha ido deformando tanto –y lo digo en un buen sentido– que ya no sabés qué es lo teatral y qué es lo no teatral. Para mí lo teatral es la vitalidad; que no sea una cosa meramente contemplativa. Que el espectador pase por una experiencia del tipo montaña rusa mientras está viendo una obra. Que sea una experiencia diferente porque a veces la gente te dice ‘yo me aburro en el teatro’. Por eso es interesante tener una historia fuerte detrás porque esa historia, bien adaptada teatralmente, te va a sostener. Lo importante es que haya vida en el teatro”, subraya el director de Un hombre sin suerte y aclara: “Lo teatroso es lo muerto, aquello que se queda sólo en las formas. Lo teatral es lo vital”.

Vecinos del barrio de Balvanera ensayaron durante meses en el living de la casa de Núñez. “La normalidad no existe; somos tan oscuros como claros. Por suerte no puede ser normal alguien que tiene luces y sombras, ¿no? Pero también tenemos que preguntarnos qué es lo normal. La normalidad es una palabra que no me cierra, mucho menos con los cuentos de Samanta. Cuanto más lejos estemos del prejuicio, más abiertos y receptivos vamos a estar. Aunque estemos poniendo en escena la vida de un asesino serial, hay que encontrarle momentos de gran humanidad. Un actor tiene que manejar muchos colores, sino uno se coloca en un lugar muy opinado sobre el comportamiento humano. Cuando uno actúa o dirige entran en juego las impresiones y aparecen más las preguntas que las respuestas, que es lo más interesante”. Amanda, el personaje que interpreta Ursi-Ducó, está en escena los cincuenta y cinco minutos que dura la obra. “Es la primera vez que estoy sola y todo el tiempo”, reconoce la actriz. “Me gusta lo que hago y amo la ficción; mi desafío es instalarme en el espacio de Amanda, que me vean en mi casa, con mis cosas, esperando. Mi personaje tiene una inteligencia emocional especial. Me parece que en la literatura de Samanta está muy presente que muchas cosas suceden por el descuido del adulto con los niños. Esa distancia de rescate, que ella también trabaja en su nouvelle, es una constante de su literatura”. Para piropear a su actriz, Núñez concluye: “María Nydia y la escena se llevan muy bien. No tiene ningún problema en ocupar el espacio y crear un mundo”.

* Un hombre sin suerte se puede ver todos los sábados a las 20.30 en teatro El Kafka (Lambaré 866).

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