TEATRO › ARTHUR NAUZYCIEL PRESENTA KADDISH EN EL MARCO DEL FIBA
El comediante y director francés mostrará en la Alianza Francesa su puesta del poema que Allen Ginsberg le dedicó a su madre muerta. “En la obra no hay un personaje que interpreta, sino que yo leo el texto como si el poeta lo releyera antes de imprimirlo”, explica.
› Por María Daniela Yaccar
“Allen Ginsberg es muchas veces reducido a drogadicto provocador. Es importante mantener viva la voz de este poeta subversivo, porque eso es lo que hace falta hoy en día: poder escuchar todas las voces de este mundo, resistir a las convenciones burguesas y a toda forma de conservadurismo”, expresa a Página/12 Arthur Nauzyciel, comediante y director nacido en París en 1967, que en el marco del FIBA presentará Kaddish (hoy a las 20 en Alianza Francesa, Córdoba 946). Se trata de una versión teatral del poema que el exponente de la generación beat dedicó a su madre muerta. Una mañana de caminata por Manhattan, Ginsberg creyó verla por la calle. Naomi Ginsberg había fallecido hacía tres años. Al regresar a su casa, Ginsberg consumió anfetaminas y a lo largo de veinte horas escribió el texto.
Kaddish tiene la forma de oración de los entierros judíos y repasa la historia de Ginsberg con su madre, sus estadías en el hospital, y además presenta a la Nueva York y los Estados Unidos de la época. Nauzyciel trabajó con este texto en respuesta a una invitación del Museo de Arte y Judaísmo de París. “Pero es una feliz coincidencia, porque es uno de mis textos preferidos. Me acompaña hace muchos años. Me gustan mucho los autores de la generación Beat y particularmente Ginsberg. Lo que me atrae del texto es, por un lado, la fuerza de la historia que cuenta y, por el otro, la invención de la poesía de su autor. El texto es a la vez un poema, un homenaje a su madre, una plegaria, una historia de Estados Unidos y un viaje alucinado”, define el francés. La mamá de Ginsberg fue una intelectual rusa, judía y comunista exiliada en Estados Unidos, que enloqueció.
“Ginsberg cuenta el descenso a los infiernos de su madre. Para él es una manera de contarla, de decirle su amor y de reconciliarse con una mujer que tuvo una influencia muy traumática en su vida. Es una historia absolutamente universal porque habla del lazo pasional entre una madre y su hijo, una relación hecha de fascinación y rechazos. La historia nos lleva también a los Estados Unidos, al período 1930-1960”, describe Nauzyciel, quien dice guardar “un recuerdo magnífico” de otras visitas a la Argentina. En 2003, presentó en FIBA Los días felices, de Beckett, con la actuación de Marilú Marini. “Descubrir con ella Buenos Aires en un momento de mucho shock social y político fue uno de los episodios más fuertes de mi vida. En 2004, volví al Teatro San Martín y viajé por la Argentina, y me enamoré del país. Imagino que en diez años la ciudad habrá cambiado mucho. Estoy abierto a todo lo nuevo que pueda descubrir. Y también estoy feliz de volver en el marco del FIBA con su público curioso y tan acogedor”, dice el director.
–¿Qué es lo que le atrae de Ginsberg?
–Conozco su escritura desde hace mucho, pero estos últimos años tuve la impresión de comprenderlo mejor. Me gustan la fuerza de sus imágenes y el ritmo de su escritura. Yo era muy sensible a los temas que él abordaba. Me gusta su lado provocador y el hecho de que está siempre del lado de los oprimidos y las minorías. Cuando era adolescente, yo idealizada el modo de vida de los beatniks, pero particularmente me conmueve Ginsberg porque en él uno siente una gran compasión por el género humano, una real empatía por quienes la sociedad rechaza, por quienes están fuera de la norma. Al ser judío y homosexual, y teniendo la locura en su familia, muy cerca, es un autor que no se dedica a juzgar sino que da voz a quienes no la tienen. Toda su vida estuvo de acuerdo consigo mismo y, como Jean Genet, hizo dinamitar los códigos y el mundo burgués.
–¿Cómo trabajó el pasaje del texto al teatro? ¿Lo encara como una lectura?
–Para mí, el teatro se apoya en el lenguaje y en el texto. En este caso, no podía encarar la puesta en escena como un monólogo muy teatral, muy interpretado. Si bien el texto tiene una dimensión muy teatral, sigue siendo una plegaria. Por eso quise privilegiar un espectáculo que se apoya en la lectura del texto. Y si bien lo conozco muy bien, me gusta mantener la distancia que la lectura del texto en mano te permite. No hay un personaje que interpreta en Kaddish, sino que yo leo la escritura de Ginsberg como si él lo releyera antes de imprimirlo. Esto permite dar más fuerza a la escritura y a las imágenes que inventa antes que ilustrarlas, y también mantener la solemnidad y respeto que podemos esperar de un Kaddish.
–¿Hay otros elementos en la escena, acompañando la lectura?
–Agregué cosas al texto, como un cortometraje en el que aparece mi madre cocinando un plato tradicional judío. Esto no intenta ilustrar Kaddish sino abrir el texto relacionándolo a una cultura, a sus tradiciones, a algo muy íntimo. También interviene en la obra Eteinne Dato, un popstar muy conocido en Francia que dice fragmentos de otro texto de Ginsberg en el que aparecen sus sueños. Este cantante es un personaje emblemático para cierta generación francesa, muy influido por la generación Beat. Es decir que proponiendo un espectáculo más cercano a la lectura, pude introducir otros elementos como cine y música.
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