Sáb 03.10.2015
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TEATRO › LA CAUTIVA, OBRA QUE DESATO GRAN CONTROVERSIA EN PERU, SERA PARTE DEL FIBA

Metáfora del Conflicto Armado Interno

La guerra interna que vivió Perú se refleja en la puesta a través de una chica de 14 años, hija de senderistas, que fue asesinada por un militar, y cuyo cadáver es preparado para ser violado por un capitán y su tropa. Puede verse hoy a las 17 en el Teatro Regio.

› Por María Daniela Yaccar

La cautiva generó una gran controversia en Perú. Escrita por el artista plástico Luis Alberto León y dirigida por Chela de Ferrari, la historia sucede en una morgue de Ayacucho en 1984, a la que llega el cadáver de María Josefa, una adolescente de 14 años, hija de senderistas, que ha sido asesinada por las fuerzas del orden. La Dirección contra el Terrorismo (Dircote) determinó en un momento que el espectáculo planteaba una apología del terrorismo. Luego dio marcha atrás con la denuncia. “El tema (del Conflicto Armado Interno) no se ha tocado lo suficiente. Con el arte tenemos que abordar, sobre todo, los temas más dolorosos. Nadie imaginó lo que podía suceder con La cautiva. Aunque parezca mentira, todo es muy reciente. Estamos entendiendo ahora la importancia de pensar este tema”, dice la directora de la obra, que se presenta en Buenos Aires en el marco del FIBA (hoy a las 17, en Teatro Regio, Córdoba 6056).

Por lo que cuenta De Ferrari, la obra –como la realidad– es bastante más compleja que aquellas lecturas acusatorias. En medio de la violencia del Conflicto Armado Interno, llega a la morgue el cuerpo de una niña. Ella despierta y comienza a hablar. Un auxiliar tiene que abocarse a limpiar su cuerpo y prepararlo para el festejo de sus verdugos: el capitán y su tropa esperan tras la puerta, para violarla. Pero el auxiliar se apiada de la cautiva y trata de salvarla, transformando la realidad en su fiesta de 15 años. “La metáfora es muy poderosa. Una niña de 14 años despierta en una sala de morgue para contar su historia. El cuerpo de la cautiva es el pueblo ayacuchano. Ayacucho fue la zona más castigada, el campo de batalla de dos ideologías. Una batalla a muerte”, explica De Ferrari a Página/12. La obra ganó el Premio Especial del Jurado Sala de Parto de 2013, fue estrenada en el Teatro La Plaza, en Lima, en octubre de 2014. Y a comienzos de este año, aparecieron las acusaciones y las denuncias, y La cautiva estuvo en boca de todos. Los actores son Nidia Bermejo (cautiva), Alain Salinas (auxiliar), Carlos Victoria (médico), Emilram Cossio (capitán), Jesús Tantaleán (soldado) y Rodrigo Rodríguez (senderista).

–¿Cómo fue que se desató la polémica?

–La obra fue montada en una sala ubicada en uno de los lugares más favorecidos de Lima, donde la población pertenece al sector alto. Allí vive el grupo social que más abiertamente ha rechazado el informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, que es vital porque revela cifras alarmantes y vergonzosas: de cada cuatro víctimas, tres fueron campesinos que hablaban lengua quechua. Esta guerra no hubiera sido posible sin el profundo desprecio a esa población. Nos parecía importante montar la obra justamente ahí. No éramos ingenuos: sabíamos que era una provocación necesaria. Puedo entender que ver a un actor vestido como militar, con el uniforme del ejército peruano, violando a una niña de 14 años en una sala de morgue, muerta, sea difícil de digerir. Pero... es nada al lado de lo que se vivió.

–¿Qué es lo que sucedió con la Dircote?

–En esa sala hacíamos foros constantemente, y en uno apareció una persona del ente de antiterrorismo, que grabó momentos y sacó cosas de contexto. Querían acusar a la obra de apología del terrorismo: una acusación muy seria que merece quince años de prisión. No voy a decir que no tuvimos cierto temor. No sabíamos si era un chiste, hasta dónde podía ir. ¡En nuestros países nunca se sabe! Pasado cierto temor, nos pareció interesante el apoyo de la prensa y de los artistas, que lo manifestaron con sus firmas. Juntamos 1300. Finalmente, nos pareció fabulosa la oportunidad que nos dio todo esto de una nueva agenda política. Porque la primera intención era hablar del conflicto de esos años. La segunda cuestión que surgió fue la libertad del arte. El gran temor era que a partir de una acusación como ésa el tema dejara de tocarse. Pero la obra permitió una nueva agenda. El Ministerio de Cultura sacó finalmente un comunicado en apoyo a la obra, mientras la Procuraduría y la Dircote se mantuvieron durante varios días obstinadas en progresar con la denuncia. Estuvieron divididos. De buenas a primeras, no se hablaba de otra cosa en Perú que de La cautiva. Al final dijeron que no había razones, que no se procedía con la denuncia. Nos gustó mucho poder hablar de la importancia de la libertad para crear. Y tenemos que tocar sobre todo los temas más dolorosos.

–Dijo que es un tema que no se ha tocado lo suficiente.

–Ahora el cine está tocando el tema en casi todas las últimas películas interesantes. En el teatro tenemos un programa que se llama Sala de Parto, que promueve obras nuevas, elegimos diez al año. Y tenemos varias que lo abordan desde distintas perspectivas. Se vienen cosas buenas. La cautiva tiene un enfoque, queremos ver muchos más. En definitiva, lo que esta obra provocó fue positivo. Hubo un final relativamente feliz: no fuimos presos.

–¿Y cómo podría sintetizar el enfoque de La cautiva?

–En nuestra versión esa niña va a ser violada por un militar. Pero en otra escena ingresa también el senderista. Y entre ellos luchan por el cuerpo de la nena. No es sólo el militar quien la viola. Me sedujo hablar de esos años en esos términos. No hemos querido hacer una versión maniquea. Hay responsabilidades de todos lados y también actos de heroísmo, que los hubo, en esos años tan difíciles.

–Si las responsabilidades están repartidas, ¿qué es lo que pasó? ¿Se malinterpretó?

–Se entendió re mal. La niña es hija de senderistas. Ha muerto en manos de un militar. Pero ella en un momento recuerda a sus padres. El adoctrinamiento fue terrible, tomaban niños de 12 años y los adoctrinaban incluso para matar. Las arengas fueron muy conocidas en esa época. La niña en un momento dice “¡viva la lucha armada!”. Sacaron frases como ésa de contexto. Pero ella está poseída, recordando lo que vivió de niña, y cómo la asustaba su padre. Lejos de ser apología del terrorismo, la obra recuerda la complejidad de esos años. No hemos querido hacer una obra que tenga una posición de blanco y negro. Las cosas fueron muy complejas.

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