Mar 03.11.2015
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TEATRO › SEBASTIáN KIRSZNER, LA REPOSICIóN DE EL CASTING Y EL SUEñO DE LA SALA PROPIA

“El teatro es lo que me singulariza”

Alguna vez estuvo a punto de recibirse de médico, pero el llamado de las tablas fue demasiado fuerte. La obra que inaugura la sala teatral (La Pausa) indaga sobre el mundo del actor, “sacrificado, competitivo, lleno de angustia, inestable, fugaz”.

› Por Paula Sabatés

Si se tiene en cuenta que la pregunta por el ser es, en el caso de Sebastián Kirszner, una que tiene intrínseca relación con lo teatral, se comprenderá por qué su obra dramática no escapa de la reflexión sobre su quehacer. Porque la cuestión es ser o no ser, y el joven dramaturgo y director es teatrista por elección y reafirmación: lo decidió cuando le quedaban dos meses para recibirse de médico y dejó la carrera para perseguir su pasión por las tablas; o cuando invirtió una herencia para comprar una sala teatral, antes que una casa. También cuando definió que pese a integrar una generación de “novísimos dramaturgos” iba a defender su estética y su idea de arte, dejando de lado cualquier generalización. Por eso no sorprende que haya repuesto El casting, obra que había montado en 2012 y que se interroga sobre el mundo del actor, al que define como “sacrificado, competitivo, lleno de angustia, inestable, fugaz”. Con un elenco distinto, la obra va los jueves a las 21 en (La Pausa) Teatral, el nuevo espacio ubicado en Av. Corrientes 4521.

La pieza tiene como protagonista a José María, un actor que podría ser Kirszner o Augusto Ghirardelli, Daniel Ibarra, Eduardo Lázaro, intérpretes de su elenco. Uno que “la luchó pero no llegó”, tal como define el director, que se encuentra en una situación decisiva: necesita dinero para pasarle a su ex mujer, pagar deudas y mantener a su hija. Desesperanzado con quedar en algún casting, va a tocar la puerta de un viejo colega devenido productor de teatro comercial. Atendido mediante el portero eléctrico, José María intentará mostrar todo su talento y virtuosismo, hasta que la presencia de otro actor amateur, pero de nacionalidad inglesa, pondrá en peligro ese otro casting del que está siendo parte.

“Volví a montarla porque fue un material que disfruté muchísimo de escribir y quedó en mi historia. Y sabía que iba a ser distinta por trabajarla con otra gente. Eso también es muy gratificante”, cuenta a Página/12 el director, a quien desde su recordada puesta de Azulejos amarillos acompañan la escenógrafa Lola Gullo y la vestuarista Mariela Rey, entre otros. “Con este grupo ya hay un lenguaje grupal que tiene una propuesta más de cuerpo y más de la actuación que de la dramaturgia. Y quise ver qué pasaba si se mezclaba con este texto que ya estaba cerradito, que incluso ya está publicado, y que presenta una dramaturgia más de gabinete, si se quiere”, agrega.

–¿Qué siente que cambió?

–Sobre todo eso, el respeto hacia la dramaturgia. La puesta anterior lo era mucho más. Ahora, el que antes era un personaje de mujer mutó hacia el de un extranjero, por ejemplo. Yo sabía que iba a haber un cambio pero no sabía cuál, y eso me interesaba. Ahora hay una impronta más de juego, si bien a diferencia de las otras obras que hicimos con estos actores (Azulejos amarillos y Rats, casi un musical) acá la propuesta tiene que ver con acercarnos al realismo. Veníamos de algo muy roto, porque Rats... era pura digresión. Pero ahora hay pequeñas fugas, tocamos con lugares más verosímiles y eso para el grupo fue un gran desafío.

–Siempre en sus obras habla del teatro. ¿Elección o necesidad?

–Lo que pasa es que es uno de mis temas y es muy difícil correrse del imaginario de uno. Mi pregunta por la vocación, por el ser y por el vivir existiendo en mi caso tiene que ver con el teatro, que es lo que me singulariza, lo que elegí para diferenciarme del mundo, entonces eso aparece todo el tiempo. En la vida me pregunto cómo hacer para vivir de esto, cómo hacer para insertarme en la sociedad trabajando en el teatro. Y bueno, eso aparece en las obras.

–¿Después de tantas obras tiene una respuesta a esa pregunta?

–Tengo una que una vez me dijo una actriz durante un casting, y es que en realidad no se trata de vivir del teatro sino de vivir haciendo teatro. Si lo que más disfruto es el marco del ensayo con mi grupo, que es una cooperativa en la cual ninguno percibe un sueldo, entonces no tengo que esperar vivir de eso. El sueldo en todo casi tiene que partir de otro lado, así sea de cosas menos placenteras dentro del teatro mismo, como tener una sala o dar clases en colegio, que por lo menos tiene algo que ver. Lo importante es preservar lo que más le da a uno placer y felicidad y subsistir en este cruel mundo capitalista por otro lado.

–¿Cree que la flamante Ley del Actor podrá ayudar a mejorar la situación de los intérpretes?

–Me parece buenísima, un gran logro en materia de inclusión social, porque contempla una situación muy común del actor que es la de la inconstancia. Con el artículo que toma 120 jornadas como un año laboral se está haciendo visible una realidad que está bien marcar. ¿Por qué actores que trabajan para empresas no cobrarían una jubilación como el resto de los trabajadores? De hecho, no entiendo por qué no se hizo antes. Pero lo que también es una realidad es que la ley apunta a cierto tipo de actores, que ya perciben un sueldo porque trabajan justamente para alguna empresa, como pueden ser las productoras del circuito comercial o el oficial. Ojalá que sea un primer paso para que se empiecen a abrir más preguntas, como por ejemplo qué pasa con todos los actores que no entran en esa ley, que son la mayoría. Actores independientes o que no llegan a esas 120 jornadas, que son los que más necesitan de una regulación y que actualmente se conforman en cooperativas y se mantienen con subsidios, que significan una plata que sirve casi exclusivamente para recuperar la producción.

–´Este año inauguró su propia sala teatral (La Pausa). ¿Cómo es tener un espacio propio?

–Es buenísimo. Quería tener un lugar para poder crear, dar clase, hacer mis espectáculos, y tener eso es fantástico. Cuando jugás de local se puede dar un montón de cosas que si estás en casa de otro no suceden, porque hay un límite. Por suerte y gracias a mis viejos pude tener (La Pausa) Teatral, que más allá de todos los problemas de la habilitación, que son eternos y te sacan fuerza, es el lugar que buscaba. Siempre ensayé en las casas de los actores o en terrazas porque la producción no daba, así que poder disponer de la sala es impagable.

–¿Por qué no actúa en sus obras?

–Soy malo actuando, si bien mi primera aproximación al teatro fue desde la actuación. Entrené mucho, entrené con (Ricardo) Bartís, con (Guillermo) Cacace. Pero todavía hay trabas en mí que no me permiten entrar en el juego. En cambio detrás de escena me permito jugar. Hay algo que se despliega en mí que no sucede cuando actúo. Creo que cuando dirijo uso a los actores como médium de mis deseos, y entonces eso se desarrolla y ahí encuentro mi actuación. Es decir que mi actuación está en mi dirección.

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