TEATRO › SALLY, UNA FARSA, UNA SUERTE DE PRECUELA TEATRAL DE CABARET
El actor, cantante, autor y director Dennis Smith indaga en el pasado imaginario de Sally Bowles, el personaje del musical que le valió la consagración cinematográfica a Liza Minnelli. Estrenará hoy y estará acompañado en escena por Alejandra Perlusky.
› Por Candela Gomes Diez
Sally Bowles, aquel icónico personaje del musical que le valió la consagración cinematográfica a la cantante y actriz Liza Minnelli, tiene su historia. En vísperas del ascenso del nazismo en Alemania, el escritor británico Christopher Isherwood encontró en Jean Ross, su compañera de cuarto en una pensión que se ganaba la vida cantando en cabarets, la fuente de inspiración para crear al personaje de Bowles en una novela –Adiós a Berlín– que escribiría tiempo después en 1939. Años más tarde, la musa inspiradora se convirtió en periodista y militante comunista, pero su alter ego ficticio trascendió fronteras y géneros. Con el nombre Cabaret, su historia llegó a las tablas de Broadway, en 1966, y a la pantalla grande en 1972, en una película dirigida por Bob Fosse, protagonizada por Minnelli, y ganadora de ocho premios Oscar.
Es esta trayectoria, o más bien el personaje en sí mismo, lo que conmovió y captó la atención del actor, cantante, autor y director Dennis Smith, quien convirtió su curiosidad en un motor para escribir Sally, una farsa, su nueva obra, que estrena hoy y que propone en escena –dicho en sus propios términos– una precuela teatral de Cabaret. “El objetivo fue preguntarse cómo llegó Sally Bowles a ser la Sally que conocemos, y de esta manera realizar una especie de deconstrucción del personaje –señala Smith–. La mujer que interpretó Liza Minnelli era una mitómana que inventaba historias acerca de su vida, entonces comencé a preguntarme sobre personas que en la vida real fueran así, desprendidas de sí mismas, que simulan algo que no son. Y empecé a imaginar una historia acerca de cómo una persona llega a quererse tan poco que comienza a fantasear una vida que no tiene.”
Multifacético y prolífico, y con una vasta trayectoria en el ámbito teatral (Negra, BoyScout, Ni con perros, ni con chicos), el joven Smith protagoniza su propia obra, y lo hace dirigido por el director y coreógrafo Alejandro Ibarra, y acompañado en escena por la actriz Alejandra Perlusky (Casi normales, Chicago, Desde el sillón), y el músico Damián Mahler. La obra exhibe la particularidad de interpretaciones adaptadas al género opuesto de cada actor, y así Smith es quien interpreta a Sally, mientras que Perlusky asume los papeles masculinos (el padre de Sally y su primer novio) lo que le significó un desafío. “Nunca había hecho algo así, y había escuchado hablar de Dennis, pero nunca lo había visto trabajar ni nunca había leído nada de él. A través del productor Roni Isola, que había producido también Desde el sillón, el unipersonal que realicé, supe que buscaban a una mujer para actuar en la obra, y cuando leí el texto me resultó muy atractiva la forma en la que Dennis escribe, porque tiene una poesía, una profundidad y al mismo tiempo una ironía y un humor que es, por momentos, el tipo de humor negro que a mí me gusta y me divierte”, asegura Perlusky. Al mismo tiempo, la puesta, en la que se reconstruye el momento desde que los padres de Sally se conocen, hasta que ella viaja a Alemania en los años treinta, simula un ensayo entre dos actores que repasan cada escena con minuciosidad y sobreactuaciones adrede. “Parodiamos un poco a nuestro gremio, el de los actores y los cantantes, porque a veces existe un ego muy enorme y nos sentimos diferentes porque hacemos arte, pero nuestra intención no es subestimar el hecho creativo, sino que lo que nos causa gracia es cuando los actores están siempre en pose”, advierte la actriz. Ambos protagonistas coinciden y encuentran en la obra una excusa para reírse de las mañas de su propio oficio. “Muchas veces, los actores nos creemos re especiales, pero después la gente sale de ver la obra y se va a comer una pizza a Guerrín, y con suerte al día siguiente se acuerda de lo que hicimos”, agrega Smith.
En Sally, una farsa se establece, así, un doble juego: indagar en el pasado imaginario de Sally Bowles a través de una dramaturgia que revela al espectador, de forma casi caricaturesca, la simulación de una obra teatral en proceso de producción. Es un espectáculo, en palabras del autor, singular, en el que lo lúdico adquiere una dimensión central, y el intercambio de roles en la pareja de actores responde a esa lógica. “Quisimos volver a lo esencial. En el teatro se le miente al espectador, nos mentimos a nosotros mismos y nos creemos esa mentira. El teatro es un gran juego sobre el trabajo del actor y de la ficción y sobre construirse a sí mismo. El género que uno adopte es indistinto. Lo que importa es que nosotros como actores seamos vehículos para que el texto llegue y el espectador pueda entrar en ese cuento.”
* Sally, una farsa se presenta en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551), los martes, a las 21.
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