Dom 04.09.2016
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TEATRO › NADIE ES TAN RUBIA, UNIPERSONAL DE CAROLINA FASSA

Los últimos minutos de una diva

Fassa, dirigida por Zaida Mazzitelli, brilla tanto en la actuación como en el canto a la hora de abordar la figura de Marilyn Monroe. “Como artista era encantadora, tenía una luz única en la pantalla, pero me interesó más la historia de su vida”, subraya la actriz.

› Por María Daniela Yaccar

Sacar a Marilyn Monroe del póster, despojarla de su carácter de icono. Volverla humana, tan humana al punto de que sea, casi, y si no fuera por su fama, una mujer del montón. Y al punto de que el público se encuentre en ella: en su soledad, fragilidad y sufrimiento. Estas fueron las premisas de un trabajo en el que Carolina Fassa brilla por sus cualidades tanto en la actuación como en el canto. Fue de ella –que siempre admiró a Marilyn, no sólo como artista sino por su historia– la idea de hacer un unipersonal acerca de la diva. Zaida Mazzitelli, amiga suya, encaró la dirección. Y el texto, que recopila anécdotas significativas, es de Guillermo Difilippo. Nadie es tan rubia se presenta los domingos a las 19 en Korinthio Teatro (Mario Bravo 437).

“Marilyn me atrajo siempre. Me parece que tiene mucho más detrás de la parte frívola, de la mujer bonita que hacía películas y cantaba. Empecé a investigar y averiguar de su vida y me sorprendí muchísimo: descubrí a una mujer sumamente inteligente, que escribía versos y textos de una sensibilidad altísima. Me parecía que estaba bueno hablar de la mujer que había detrás. Y que la gente la conozca un poco más. Sufrió muchísimo, tuvo una historia muy heavy. Como artista era encantadora, tenía una luz única en pantalla, mucho carisma. Pero me interesó mucho más la historia de su vida”, explica Fassa.

Nadie es tan rubia abarca los últimos minutos de la vida de Norma Jeane Baker. Una cama de sábanas blancas, ella de camisón blanco, pétalos blancos alrededor y objetos personales que la convocan a recordar, cronológicamente, los episodios de su vida que más la marcaron. Los vaivenes de su infancia, la relación con su madre, las violaciones, sus tres matrimonios con sus complicaciones, el amor por su carrera y su lucha por sostenerla más allá de toda adversidad son sólo algunos capítulos que emergen en el espectáculo.

A Mazzitelli, al contrario de Fassa, nunca le interesó tanto la figura de Marilyn. Pero cuando su amiga le hizo la propuesta de dirigir la obra, no dudó. Le encontró la vuelta. “Me interesa contar historias de mujeres. Estamos contando a una mujer en una circunstancia especial de su vida. No importa que haya sido Marilyn. Es una mujer que luchaba por hacer lo que quería, tranquila. Y la sociedad no la dejaba”, sostiene. “Sigue ocurriendo, en menor medida. Pero hay que agradecer a estas mujeres que se animaron a romper estereotipos. Me gustaba mostrar esto, remarcarlo, para que la gente lo vea y pueda seguir pensando. Tenemos arraigada la idea de que quien trabaja con su cuerpo es tonta. Marilyn no lo era, pero no pudo trascender el prejuicio.”

“Todos sufrimos la sociedad machista y patriarcal”, recalca. En tiempos de Ni una Menos, es inevitable hacer una lectura de Nadie es tan rubia que conecte con esta lucha, aunque el contexto en el que transcurre la vida de Marilyn sea explícito y claro. En la obra, el machismo está en primer plano. Principalmente por las violaciones y los constantes cuestionamientos que la actriz recibía por parte de sus parejas, por distintos motivos, incluso por los escotes o imágenes icónicas como esa en la que se le vuela el vestido. Ella quería jugarse por sus sueños. Y no se lo permitían.

La potencia del trabajo de Fassa tiene que ver no solamente con sus cualidades, sino también con la empatía que genera. De alguna manera, la Marilyn que construya la obra dice “yo”, pero está hablando de “nosotros”. Hay canciones y diálogos con otros personajes que, claro, no están en escena. “Si la identificación del público ocurre es porque yo empaticé muchísimo con la historia de ella en muchos puntos. Eso se transmite en lo que sucede ahí. Esa empatía la viví. La tengo, está viva en el momento de la escena”, dice Fassa.

La escenografía (de Cecilia Giovanini) es austera: también está alejada del glamour. Sólo el lecho, los pétalos y los objetos (un cepillo, zapatos de bebé, anteojos y fotos, entre otros). La iluminación (de Claudio de Bianco y Agustín Intile Noble) es central para el relato. “Hubo una necesidad de no sobrecargar el espacio para darle más protagonismo a Carolina. Pero tiene que ver con un montón de cosas: en el teatro independiente, por lo menos en estos últimos años, se hace complicado poner una puesta más grande. Sobre todo por los subsidios, que ya no nos están dando. Luego, tiene que ver con la practicidad del off de levantar la obra y rajar a otro lado. Finalmente, buscamos algo minimalista, cálido. Recrear un lugar casi de ensueño, para que el espectador se sienta dentro de esa habitación, compartiendo eso con ella”, explica la directora.

En relación a la búsqueda de la intimidad, Fassa agrega: “El desafío fue imaginar cómo era ella puertas para adentro. Es una visión nuestra, una construcción”. A pesar de que la historia de Marilyn es trágica, Nadie es tan rubia tiene sus momentos de humor. “Son los últimos segundos antes de morir. Se supone que toda la vida te pasa por la cabeza. Una recuerda hoy, con risa, anécdotas terribles del pasado”, concluye Mazzitelli, y da a entender que lo mismo pudo haberle sucedido a Marilyn, o a cualquiera, antes de dejar este mundo.

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