La palabra spa, sigla de la locución latina solus per aqua, significa “salud mediante el agua”. Desde la Edad Media hasta hoy, esas tres letras les dan nombre a las instalaciones destinadas al relax propias de personas que gozan de una atendible posición económica. Originados en las proximidades de algún baño termal, hoy los spa ofrecen los más variados tratamientos faciales y corporales, amén de clases de gimnasia y aparatos. Inspirada en estos centros indisolublemente ligados al status y los imperativos contemporáneos de la belleza física, la directora Ana Alvarado reunió el año pasado a un equipo creativo para concretar Spa conceptual. Hacerse una soledad, un espectáculo que cruzó teatro y danza con intervención plástica y sonora. Hubo en exhibición una serie de objetos terapéuticos reformulados, máquinas para ser utilizadas por el mismo público y hasta escenas que tenían lugar en el baño, posibles de ser espiadas desde aberturas practicadas en la pared. La performance fue definida como “una opción de aislamiento compartido que desenajena, pero también inquieta”.

Algunos de los intérpretes y responsables de esa creación colectiva –Carlos Núñez, Laura Poletti, Ivo Siffredi, Carmen Kohan, Carla Giúdice y Alejandro Szklar, del grupo Sutura Dinámica– se unieron para realizar una nueva edición de aquel evento al que llamaron Spa conceptual II, con intervención sonora de Cecilia Candia y los objetos reformulados, obra de Rosana Bárcena. Estrenada recientemente en la Sala Living del Centro Cultural Recoleta, esta suerte de intervención performática formará parte de la programación del festival El Cruce, que se realizará en Rosario hasta el próximo domingo 8. En una entrevista con Página/12, Ana Alvarado explica los orígenes del espectáculo.

–¿El spa aísla y enajena?

–El ámbito spa nos parece que es una opción de aislamiento que desenajena, pero también inquieta. Pensamos en la imagen de una bella pecera a la que se llega viniendo desde la enajenación que significa ser parte del cardumen violento de la calle. Al ingresar en un spa se puede tener una primera sensación de bienestar y relax. Luego puede sobrevenir un estado de inquietud por el hecho de formar parte de un recorte, de una soledad temporariamente complacida. Los bellos ámbitos de los centros culturales son, para los que los disfrutamos, algo muy similar.

–¿Por qué el libro apareció entre los objetos a trabajar en el Spa conceptual del año pasado?

–Spa conceptual II tuvo un antecedente en nuestro trabajo el año 2005. En ese caso se intervino el espacio del Cceba, baños, espacios expositivos, biblioteca. La biblioteca fue intervenida por un actor que encarnaba al bibliotecario y monologaba sobre su soledad autosatisfecha en el orden previsible de la biblioteca. Luego se efectuaba un karaoke literario con la participación del público. En Spa conceptual II, la instalación en el espacio Living generó nuevos personajes y actividades performáticas. Acá, además de objetos y máquinas, habrá una conferencia ficcional sobre el tema del cuerpo, sus heridas y los tratamientos alternativos, compensatorios.

–Ustedes hablaban de una “performance en clave objetual”. ¿Qué significa eso?

–La noción de objeto es, en este evento, lo que unifica el todo. Por esto creemos que la clave para el recorrido de esta performance es guiarse por el mundo objetual, que afecta a todo.

–¿Cuáles fueron las nuevas consignas sobre las que trabajó el grupo?

–Ampliamos y reformulamos los aspectos teatrales y performáticos del evento. Esta performance en el Espacio Living toma la noción de spa con mucho humor.

–En Spa conceptual I existió una crítica de costumbres de corte dadaísta. ¿Hay cambios con relación a la mirada irónica respecto de la funcionalidad de los objetos?

–Yo amaré por siempre al dadaísmo y lo seguiré citando mientras pueda. La “ironía” de ellos ya no es posible, pero sí lo es su potencial lúdico. Modestamente, jugamos con algunas de sus ideas, generando máquinas que permiten al público “relajarse conceptualmente”.