TEATRO › JUAN MANUEL CORREA HABLA DE SU PUESTA DE ANTíGONA, DE SóFOCLES
El actor y director tomó la traducción de Elisa Carnelli y Alberto Ure, y la trasladó a una rave en la que el rey de Tebas va a dar a conocer sus decretos para terminar “con el caos de la polis”. Puede verse los martes en El Galpón de Guevara.
› Por Cecilia Hopkins
Formado como actor con Lito Cruz, Silvio Lang, Pompeyo Audivert y Cristina Banegas, egresado de la carrera de dirección de la EMAD, Juan Manuel Correa acaba de estrenar Antígona, de Sófocles, en la versión traducida por Elisa Carnelli y Alberto Ure. La puesta, que puede verse los martes en El Galpón de Guevara (Guevara 326, martes a las 21) tiene música original en vivo interpretada por Daniel Quintas. El elenco está integrado por Eugenia Borrelli, Florencia Carreras, Rubeno De Leon, Luca Firpo, Daniel Kargieman, Mariano Paz, Natalia Pelayo, Agostina Prato, Martín Scarfi, Sofia Vilaro y María Zubiri. “Cristina (Banegas) recuerda que Alberto Ure decía que para hacer teatro uno tiene que tener una banda que esté dispuesta a seguirlo”, dice Correa. “Yo les dije a los once actores que íbamos a hacer una investigación. Y todos estuvieron de acuerdo con descubrir por qué queríamos hacer hoy una obra de hace 2500 años”, afirma.
La acción ocurre dentro de una fiesta electrónica, ambiente que brinda la posibilidad de funcionar a modo de relato paralelo, también trágico. Cuenta el director que cuando estaban trabajando en la puesta sucedió la tragedia de Time Warp, en Costa Salguero, donde murieron cinco jóvenes. “Fuimos trabajando lo mántrico de la repetición de la música electrónica y probamos qué pasa con decir el texto desde allí. Hicimos un trabajo con la musicalidad de las palabras”, explica. En esta Antígona, en el marco de esa fiesta organizada por Creonte, el Rey de Tebas, anuncia la finalización del anterior período de desorden institucional y prohibe las horas fúnebres de Polinices, hermano de Antígona, por traicionar a su patria. La tragedia tiene su origen en el desconocimiento de esta orden por parte de la hija de Edipo, quien finalmente entierra a su hermano. “En la fiesta, Creonte va a dar a conocer sus decretos para terminar con el caos de la polis”, detalla el director. “Es como si quisiera ‘cerrar la grieta’”.
–¿Cómo fue el trabajo vocal que realizó con los actores?
–Pusimos el acento en la musicalidad de las palabras, en la velocidad, en el equilibrio entre el ritmo y el contra ritmo, el sonido y el silencio. Si se rompe ese equilibrio se puede escuchar algo diferente, algo desconocido. La palabra como materia deformada en un tiempo dado, la palabra puesta en descomposición genera mundos. Y me parece que toca fibras muy concretas.
–¿Este interés se relaciona con su experiencia con Carmen Baliero en Oíd el ruido?
–Sí, después de entrenar con ella en su estudio y después de la experiencia de Oíd..., me doy cuenta de que la musicalidad de las palabra produce tanto en al actor como en el espectador vivencias sensibles conjuntas.
–¿Cómo definiría aquella búsqueda?
–Como una intervención sonora, una búsqueda performática sobre símbolos patrios que tenemos muy arraigados. Tomamos “Aurora” y el “Himno Nacional”. Hicimos una reconstrucción buscando los ruidos, gritos y lamentos de todos los que no aparecen incluidos en esos símbolos patrios sonoros.
–¿Por qué eligió la fiesta para situar la acción de esta obra?
–Soy de la generación de los 90, un momento de vacío político muy grande, en el que los jóvenes buscábamos en las fiestas la oportunidad de encontrarnos. Podía haber excesos o no, pero estaba todo eso que generan muchos cuerpos juntos moviéndose. Teníamos la necesidad de sentirnos cerca de los otros. En la puesta, cuando irrumpe el silencio es arrollador. Lo mismo pasa con la quietud.
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