TEATRO › CARLA PETERSON, PROTAGONISTA DE “ALCESTES”, EN EL BECKETT
De la televisión a la tragedia
La actriz es conocida por sus roles en la pantalla chica, “pero el teatro me genera todo tipo de estados emocionales”.
› Por Cecilia Hopkins
Su imagen se hizo popular a través de la televisión, pero Carla Peterson continúa interpretando personajes pertenecientes a textos clásicos. La actriz reconoce a Miguel Guerberof como a su maestro; él la dirigió en varias obras de Shakespeare (las menos transitadas, como Cuento de invierno, Para todos los gustos, Todo está bien si termina bien), también en la versión de El castillo, de Kafka, que el director dio a conocer el año pasado: “Siempre tuve la posibilidad de estar cerca de materiales muy ricos y esto hizo más fácil la tarea de la interpretación”, analiza. “Así fui encontrando mi manera de aproximarme a las obras cada vez con menor resistencia y disfrutando cada vez más de estar actuando. Trabajar en grupo es muy interesante”, detalla. Pero a pesar de tanta actividad actoral, lejos de encontrarse confiada en una experiencia profesional que ya lleva varios años, Peterson considera que su formación continúa en proceso. Lo más singular es, sin embargo, que paralelamente a la carrera actoral que desarrolla, la actriz trabaja para la televisión y participa en producciones de corte comercial. Precisamente, en estos momentos, Peterson hace funciones de Alcestes, de Eurípides, en versión y puesta del mismo Guerberof (junto a Carlos Lipsic y Carlos Da Silva) en el Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556), en tanto que continúa protagonizando ¿Quién es Janet? (basada en la vida privada y profesional de las hermanas Martins), junto a Mariana Prommel, bajo la dirección de Claudia Fontán. Y al mismo tiempo está grabando una tira para la cadena Telemundo, “una telenovela for export, con actores y directores mexicanos, pero grabada en Argentina”.
–¿Cómo fue su acceso a la televisión?
–Hace trece años que trabajo en TV. Mi primer trabajo con continuidad fue en Montaña rusa. Un día, aburrida en mi casa, me teñí el pelo de un color oscuro que me quedaba un tanto extraño, me encontré con la productora de ese programa y me llamó porque necesitaba una chica morocha para que fuera la hermana de Sebastián De Caro. Fue también accidentalmente que me llamó Rodolfo Ledo para trabajar en Naranja y media. Mis experiencias en TV fueron, en general, muy buenas. En Son amores, el personaje de Brigitte me hizo más popular. Me divertí mucho haciéndolo, era una especie de muestrario, tan impredecible que todos los días tenía que hacer algo diferente.
–Por lo general, cuando un actor accede a la televisión deja de trabajar enproyectos no masivos. ¿Qué le genera el teatro, que no sigue ese modelo?
–El teatro genera en mí todo tipo de sensaciones y estados emocionales, no sólo desde la interpretación, sino también en cómo se va dando forma al trabajo grupal. Me da felicidad, aunque también angustia y nervios. Pero cada vez que hago una función la siento como una experiencia diferente que se suma. El teatro independiente es algo que demanda mucho esfuerzo, pero creo que devuelve algo mucho más brutal y concreto. Así también puedo elegir las condiciones para trabajar. Y a medida que pasa el tiempo y existe constancia en la tarea, los resultados son más profundos.
En Alcestes, Peterson interpreta el rol protagónico y también asume el personaje de la Muerte, una presencia definitoria en la obra escrita por Eurípides hacia el 438 a.C. Sin embargo, no es ésta una tragedia típica: no hay nobleza ni heroísmo en el comportamiento del rey Admeto y, contra todo lo esperable, hay un final feliz. Así, al monarca le es dado conocer el día de su muerte y también un secreto: él podría seguir vivo si alguien muriera en su lugar. Si bien se esperaba ese heroico sacrificio de parte de los padres del rey, Alcestes, su esposa, ofrece sacrificarse para salvar su vida. Finalmente, Hércules desciende al Hades y triunfa sobre la muerte, devolviendo a Alcestes a la vida.
–¿Cómo describiría el destino de Alcestes?
–Mientras Alcestes se prepara para morir, su esposo le pide que lo espere en su tumba, pero en ningún momento le ofrece cambiar su lugar y soportar su propio destino. La muerte de Alcestes, que en principio parecía natural y heroica, se torna poco natural e inútil. De modo que su destino resulta absurdo. Pero gracias a los dioses se puede reparar un error de los mortales. Su muerte es injustificada; pero ¿cuándo está justificada la muerte para los que quedan?
–¿Cuál sería en la actualidad un equivalente de su sacrificio?
–El equivalente del sacrificio de Alcestes hoy podría ser la renuncia al propio deseo. La mujer es capaz de hacer eso por amor, sacrificarse por un mandato recibido, renunciar a una vida de libertad para tener a un marido, al padre de sus hijos, en vez de a un compañero, un par. Y por otro lado, algunas personas, en lugar de vivir su vida de manera plena y feliz, creen que tienen el poder de salvar al prójimo. Y suponen que llorando dolores ajenos podrán redimirse ellas mismas... pero creo que cada uno tiene que soportar su propio destino, sus propias penas.
–¿Qué efecto cree que suscita en el espectador de hoy una tragedia?
–El mundo contemporáneo es trágico e injusto. Cada frase que digo en Alcestes me deja temblando, pero la constante tragedia en la que vivimos no nos deja exorcizarla en el teatro como lo hacían los griegos. El personaje de la Muerte dice: “Cuando los jóvenes mueren alcanzo una gloria mayor” y lo dice porque no es lo mismo la muerte natural que morir cuando se es joven. Esto me recuerda que a pocos días de comenzar los ensayos de esta obra murieron doscientos chicos encerrados en un infierno. No quiero ser oportunista, pero no puedo evitar pensar en lo odiosa y desagradable que es la muerte, más cuando es la ley de la naturaleza la que corta la espada de Tanatos.