TEATRO › LA ESCENA DE LO FUNEBRE
Mariano Pensotti y Beatriz Catani exploran los rituales de Los muertos.
› Por Cecilia Hopkins
¿Hay alguna semejanza entre la muerte y el teatro? ¿Un cementerio y una escenografía generan un mismo nivel de teatralidad? ¿Es posible la representación de una obra sin actores? Algunas de estas preguntas guiaron a Beatriz Catani y Mariano Pensotti en su tarea de darle forma al proyecto Los muertos (ensayo sobre la representación de la muerte en la Argentina). Estrenada en Berlín el año pasado, la obra puede verse en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960), los viernes a las 22.30. Catani, que ya había trabajado con Pensotti en el ciclo Biodrama, entre otros títulos, tiene en su haber las puestas de Ojos de ciervo rumans y Félix María de 2 a 4, peculiar experiencia de teatro de calle vista en La Plata y Córdoba. Hace años que la directora platense realiza montajes en Alemania. Los muertos, precisamente, surgió a partir de la invitación cursada por el Instituto Goethe de Buenos Aires para que ambos artistas participasen en Berlín de un ciclo de performances relacionadas con la crisis argentina de 2002. La puesta resultante muestra una escena fraccionada en dos: en un sector se expone un video, elemento didáctico de un joven conferencista –acompañado por un traductor al alemán– (Matías Vértiz y Nikolaus Kirstein) que explica cuestiones relativas a las semejanzas entre las culturas del teatro y la muerte en la Argentina; en otro, un actor (Alfredo Martin) rememora la puesta de Los muertos, de James Joyce, estrenada por él hace veinte años, en su Corrientes natal.
–¿La creación del espectáculo fue comisionada por el Instituto Goethe? ¿Cuándo surgió el vínculo con Alemania?
Beatriz Catani: El proyecto se desarrolló a partir de una invitación de Gabriela Massuh a trabajar en Ex Argentina, un proyecto dado a reenfocar la crisis de 2002 desde la construcción de estéticas. Iniciamos así una larga búsqueda entre los dos y finalmente nos inclinamos a trabajar la relación de la muerte en Argentina (Buenos Aires) y el teatro.
Mariano Pensotti: El trabajo tomó cierta autonomía y se fue volviendo más teatral. Finalmente lo presentamos en el Hebbel Theatre de Berlín, en el marco del Puente Bs. As.-Berlín en 2004, con una maravillosa repercusión de público y prensa. En los diarios alemanes dijeron que se trataba de una de las obras más poéticas e inteligentes de ese año.
–¿Cómo surgió la idea de parangonar teatro y cementerio?
M. P.: El presupuesto de trabajo fue vincular la muerte en Argentina con las formas de representación teatrales. Surgió entonces un encadenamiento vertiginoso de asociaciones, porque también cuando hablamos de muerte hablamos de formas de representación: tumbas, santuarios (como los de Gilda, o Rodrigo), las cruces o los monumentos magnificentes de Recoleta, por dar algunos ejemplos.
B. C.: Hicimos de esa relación la base de una pequeña investigación, sobre estadísticas, algunas entrevistas (a un técnico de teatro y a un sepulturero), visitas a tumbas y cementerios. Nos interesaba la deriva de esa relación, dejar que se nos plantearan preguntas de una manera abierta, conexiones que abrieran un campo de asociación, forzar algunas hipótesis, pero no cerrar ninguna teorización, o asegurar respuestas.
M. P.: Uno de los conceptos que nos interesó fue pensar en los cementerios como puestas en escena. Es decir, como espacio de representación de alguien que ya no está y que se hace presente mediante una serie de elementos. Y a partir de ahí nos preguntamos cómo sería la representación de una obra de teatro donde los actores están ausentes. ¿Cómo hacerlos presentes, cómo sería una teatralidad de cuerpos ausentes? Esos son los interrogantes que estructuran la obra.
–Un actor reconstruye escena por escena una obra en la que actuó hace treinta años. ¿Cómo imaginaron, durante la creación de la obra, que dialogaría esa escena con la otra, ligada directamente al tema de la muerte?
B. C.: Nos planteamos dos líneas de desarrollo paralelo en la escena. Una en un lugar nada teatral, un espacio de conversación reflexivo, donde por medio de un televisor se verían las imágenes tomadas, las entrevistas y algunas escenas de películas sobre muerte en Argentina. Y otro espacio totalmente teatral.
M. P.: Es decir, teníamos que encontrar una representación que soportara la línea de reflexión que habíamos desarrollado. Finalmente establecimos que un actor iba a tratar de reconstruir (él solo, sin el resto del elenco) una obra donde había actuado en su provincia natal, Corrientes, hace casi treinta años. Una versión de Los muertos de James Joyce.
B. C.: Y allí creemos que se empieza a generar una vinculación directa con los dos espacios. Entre los cementerios como puestas en escena de cuerpos ausentes y el intento de reconstrucción de la obra donde ya no están los actores que la interpretaban.
M. P.: Tratamos de acentuar el eje espacial: las escenografías, por un lado, y los santuarios o monumentos sepulcrales, por otro. Aunque después tiempo y espacio también se confundan en esos cuerpos que faltan.
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