TEATRO › NUEVO CICLO A BENEFICIO DE LA CASA DEL TEATRO
China Zorrilla vuelve... y no para de contar anécdotas
Mañana comienza una nueva edición de Teatrísimo, con el unipersonal La vuelta de... China.
China Zorrilla se acomoda en el sillón de su living, junto a su perrita Flor, una yorkshire de nueve años. Se excusa por no poder caminar bien, “no porque esté vieja”, dice, sino porque tiene colocado un corset ortopédico hace veinte días, luego de haber sufrido un pequeño accidente en auto (“una frenada”, aclara) cuando salía de gira con El camino a la meca, obra que protagoniza hace ya casi tres años. Su agenda está más que llena, entre funciones y entrevistas; sin embargo, todos los años se hace un lugarcito para participar del ciclo Teatrísimo, a beneficio de la Casa del Teatro, que inaugura mañana lunes a las 20.30 en el teatro Regina (Santa Fe 1243) con Otra vuelta de...China.
–¿Cómo surgió esta propuesta que presentará en el ciclo Teatrísimo?
–La vuelta de... China surgió porque no tenía tiempo de hacer una obra completa. Hay que ensayar, encontrar los personajes, a pesar de que sea teatro leído y de sentado. La idea original de Teatrísimo era otra: proponían rehacer obras que se habían dado en Buenos Aires pero que ya no estaban en cartel. Siempre hay gente que se quedó sin ver obras que son buenísimas. Se volvía a convocar a los actores y si faltaba uno se lo reemplazaba con otro, que lo hacía con el libreto en la mano. Este año, en el ciclo, las obras son todas nuevas. Es arriesgado, porque creo que a la gente le gusta volver a escuchar aquellos viejos monólogos, los viejos espectáculos, recordar aquellas cosas. Pero tiene algo bueno: dan la posibilidad de escuchar, al menos, obras que en la actualidad no pueden ir a verse.
–¿Qué se va a ver mañana sobre el escenario del teatro Regina?
–La vuelta... es un anecdotario de cosas que me pasaron en escena, vinculadas a mis grandes éxitos en teatro. Por ejemplo, una vez haciendo de Victoria Ocampo en Eva y Victoria, en 1999, por primera vez en la vida se me hizo un blanco. De golpe, no recordaba ni qué letra venía ni qué obra era. Fue el olvido total, y eso que la obra ya llevaba tres o cuatro años en cartel. Muchos actores piden perdón por quedarse sin letra, yo lo he visto. Pero yo hice un gesto, como si hubiera tenido una puntada en el corazón. Y como vi que no me volvía la letra, dije: por favor, ¡telón! Mi compañera, preocupada, me preguntó qué me había pasado y yo riendo le dije: ¡me quedé sin letra! En esta obra cuento esta clase de cosas, todo lo que vi y escuché sobre el escenario.
–¿Acá no tiene miedo de quedarse sin letra?
–(Risas.) No, acá no tengo miedo de que me pase eso. Voy a contar mis propias experiencias.
–¿Qué le gusta del teatro leído?
–En el teatro lo más importante es la voz. Los griegos, que tenían un teatro sublime y perfecto, se ponían unas máscaras y no importaba si debajo tenía buenas lolas o no; lo que importaba era la voz, lo que decían. El teatro leído tiene un gran sentido. Si está bien leído, uno ve los decorados, la casa de Julieta con el balcón, y aunque Romeo esté leyendo el libreto, uno siente y comprende igual la historia. Yo soy fanática del teatro leído, me encanta y me hubiera gustado poder haber hecho más obras leídas.
–¿Le gusta trabajar sola y autodirigirse?
–No, el actor está para dialogar con alguien. Yo empecé con los monólogos cuando llegué a la Argentina. Una vez, en una entrega de premios, cuando no tenía un monólogo escrito por otra persona, se me ocurrió contar anécdotas mías en el escenario y a la gente de la platea le gustó tanto que a la salida me pidieron que hiciera un espectáculo con eso. Y es lo que hago en este espectáculo.
–Si no prefiere los monólogos, ¿qué es lo que le gustaría hacer?
–Yo quiero hacer, más que nunca, las cosas para las cuales creo que se me acaba el tiempo. No hay tantos papeles lindos para la gente de 80 y pico; los autores escriben para la gente joven, todo está hecho para los jóvenes, las modas, los deportes... Tener 83 años te limita la cantidad de trabajo.
–Una famosa frase dice que el teatro es el alma de los pueblos y, por extensión, también lo serían los actores. ¿Están cuidados los actores en este país?
–No. No tenemos jubilación y estamos siempre saltando de un trapecio sin red. Es una profesión extraña; un médico llega a viejo trabajando de médico, pero en el teatro a veces un día no te llaman más. Los actores que están en vida, trabajando bien, no están cuidados. Pero gracias a Teatrísimo los actores viejos sí lo están. Eso nos deja tranquilos porque, bien o mal, cuando uno sea viejo puede meterse en la Casa del Teatro y comer todos los días.
Informe: Alina Mazzaferro.