TEATRO › XXI FIESTA NACIONAL DEL TEATRO EN LA RIOJA
El director Adhemar Bianchi, que en el encuentro finalizado ayer realizó junto a Edith Scher un taller sobre teatro comunitario, enfatiza: “Lo nuestro no es arte pobre pensado para pobres”.
› Por Cecilia Hopkins
Desde La Rioja
Se calcula que pasaron más de 10.000 espectadores por las 8 salas habilitadas para el desarrollo de la XXI Fiesta Nacional del Teatro, que concluyó ayer con la presentación de Circo Azul, el mismo grupo riojano de danza y gimnasia artística visto el 12, día de la apertura del encuentro organizado en esta capital provincial por el Instituto Nacional del Teatro y la Agencia de Cultura de La Rioja. Además de las tres obras previstas –provenientes de Mendoza, Córdoba y Misiones– la jornada del viernes incluyó dos actos, uno dedicado a la entrega de los premios a la trayectoria, y otro a recordar los 10 años de la sanción de la Ley 24.800, que permitió la creación del INT. En la primera de las ceremonias fue entregado un premio a 6 teatristas destacados, uno por cada región del país. Así, fueron galardonados el director Alberto Ure, por la Región Centro (concurrió a recibir la distinción su esposa, Elisa Carnelli), el riojano Edgardo Gordillo, por la Región Nuevo Cuyo, la tucumana Blanca Rosa Gómez, por la Región Noroeste, la entrerriana Manuca Santángelo, por la Región Centro Litoral, el neuquino Jorge Edelman, por la Región Patagonia, y el misionero Luis Andrada, por la Región Noreste.
Entre las actividades paralelas que finalizaron en estos días, además del taller de dirección que dictó Rubens Correa y el que ofreció Héctor Presa sobre teatro infantil, el director Adhemar Bianchi, junto a Edith Scher, realizó un taller sobre teatro comunitario. Bianchi es el creador del grupo Catalinas, con sede en el barrio de La Boca desde hace 16 años, un especialista en generar teatro con personas que no son actores pero que pertenecen a una comunidad determinada, una actividad que desde hace años despliega en el interior del país y también en Estados Unidos, Italia y España. Fruto de su trabajo inspirador, ya hay 30 grupos de teatro comunitario que funcionan en diversas localidades. “El concepto de arte y transformación social, base de nuestro trabajo, se afirma cuando la gente se une solidariamente para producir un hecho creativo –considera el director en una entrevista con Página/12–. Entonces se abandona el individualismo y aparece la necesidad de organizarse para hacer teatro, pero siempre buscando la calidad. Lo nuestro no es arte pobre para pobres”, concluye.
–¿Cuáles son las características del teatro comunitario tal como lo entienden usted y su grupo?
–Nosotros hacemos un trabajo con los vecinos de un barrio en un enclave territorial dado, que tiene una identidad y una memoria determinadas. Existe otro concepto de teatro comunitario, que sostienen grupos de teatro profesional que se acercan a una cierta comunidad para ofrecerles obras que responden a temas de su interés. Nuestra idea es, en cambio, generar un teatro para y desde la propia comunidad. Creemos que nuestro teatro cumple un rol en el entramado social de la comunidad con la que trabajamos, esto significa que definimos la problemática de un lugar no sólo desde el teatro sino a partir de la relación que establecemos con organizaciones e instituciones propias de cada región.
–¿Sobre qué temas giró el taller en La Rioja?
–Aquí trabajamos con gente que viene de muchos lugares del país, por estar dentro del contexto de una Fiesta Nacional. Es por esto que el taller tuvo más un carácter informativo acerca de lo que significa el arte y la transformación social, la memoria y la identidad, el canto comunitario y el teatro entendido como fiesta. En otras oportunidades solemos trabajar en barrios periféricos, en zonas carenciadas donde uno encuentra una identidad muy extraña: un mundo rural que, en primera o segunda generación fue trasladado a la ciudad, y allí mezcla las problemáticas sociales urbanas con leyendas rurales. Esto ya lo hicimos en Chaco y en Jujuy, donde el tema de la pérdida del ferrocarril (el mismo que trasladó a tanta gente del campo a la ciudad) fue el que hizo aparecer muchas historias.
–¿Cuál es la metodología de trabajo que se enseña en los talleres?
–En nuestra experiencia, cuando llegamos a una comunidad hacemos hablar a los jóvenes y a los viejos, principalmente. Después de hacer ejercicios y juegos teatrales para que la gente se integre y pierda sus timideces, entonces empiezan a aparecer las historias que contaban los abuelos, a las que luego se suman las problemáticas del lugar, relacionadas con cooperativas y otros proyectos colectivos. Pero si tenemos más tiempo, hacemos una investigación histórica y social previa, como cuando hicimos Misiones, Tierra Prometida o en La Boca, con Venimos de muy lejos.
–¿Nunca hay actores en sus proyectos?
–Nosotros trabajamos con no actores desde un principio. Después consideramos que, si hacemos teatro con mozos, diarieros o médicos, es justo que, si se acerca algún actor, también lo aceptemos.
–¿Cómo concreta la idea del teatro como fiesta?
–Para nosotros, celebración significa comedia y tragedia pero nunca drama psicológico. Básicamente, el teatro como fiesta nació en ritos de fertilidad, para celebrar la vida. No queremos reproducir la idea de fiesta mediatizada, como se da ahora, ni la fiesta como institución, sino que planteamos el tema de la fertilidad a partir de la creación colectiva. Otra cosa que en nuestro teatro está siempre presente es el compartir la comida. Y el revisar nuestra historia, como hacemos en El Fulgor Argentino, que entra en su noveno año. Ahí vamos viendo adónde están las piedras que hemos pateado. Será por eso que vienen a vernos muchos sobrevivientes de utopías.
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