TEATRO › LUIS BRANDONI Y BETIANA BLUM PROTAGONIZAN “EL HOMBRE INESPERADO”
Los actores cuentan detalles de la obra escrita por la dramaturga francesa Yasmina Reza, que narra, de un modo atípico, el encuentro de un hombre y una mujer durante un viaje en tren.
› Por Cecilia Hopkins
Dirigida por Luis Romero, interpretada por Luis Brandoni y Betiana Blum, El hombre inesperado es el tercer estreno local de Yasmina Reza, dramaturga y novelista nacida en París hace 48 años, autora de la premiada Art –obra también protagonizada por Brandoni en reemplazo de Oscar Martínez, que la estrenó– y Tres versiones de la vida, también dirigida por el mismo Romero. La pieza, que se presenta en el Multiteatro (de miércoles a domingo), narra el encuentro de un hombre y una mujer durante un viaje en tren. El es un afamado novelista; ella, una fanática lectora de su obra. Están solos en el compartimiento de un tren europeo y todo hace pensar que trabarán una larga conversación en forma inmediata. Sin embargo, el diálogo se hace esperar, porque ninguno de los dos se atreve a pronunciar la primera palabra. Así, lo que el espectador escucha son los pensamientos que alternadamente van descubriendo los protagonistas, retazos de elucubraciones sobre el pasado y el presente que permanecen, claro está, ajenos a los oídos del otro en cuestión. ¿Conocerá él la pasión que despierta en ella a través de su literatura? ¿Logrará él –que se imagina un perfecto desconocido para ella– interesar a su ocasional compañera de viaje?
“Lo que se cuenta –la expectativa de una historia de amor– es muy sencillo: lo importante es cómo se lo cuenta”, coinciden Brandoni y Blum en una entrevista con Página/12. “La pieza no tiene acotaciones escénicas –cuenta el actor cuando recuerda sus primeras impresiones con el texto–; parecía todo un desafío, porque uno al leerla se pregunta: ¿Cómo se hace una obra en la que dos personas piensan durante todo el tiempo?”
Tal vez, una de las respuestas posibles a esta pregunta esté en relación con la escenografía que cada director elige para la puesta de esta obra de Reza. En este caso, la escenografía de Marcelo Valiente matiza el clima que imponen los monólogos interiores trasladando la atención del espectador hacia una zona en donde prevalecen la imagen y la ensoñación. En este sentido, apelar a la poesía que alienta la imagen del tren es, para Brandoni, uno de los hallazgos de la obra: “Homero Manzi se expresa como nadie en ‘Barrio de tango’ cuando dice ‘el misterio de adiós que siembra el tren’. Creo que si se hiciera una encuesta mundial preguntando cuál de todos es el transporte más agradable, yo creo que ganaría el tren por sobre el auto, el avión o el barco”, opina, antes de desviarse hacia un tema menos poético: “En este país el tren fue destruido y con él desaparecieron centenares de ciudades. Con la privatización funciona apenas el 20 por ciento de las vías férreas del país... Pero eso sí... vamos a tener el tren bala”, ironiza el actor.
–¿Disfrutan más cuando el personaje que les toca guarda menos relación con sus propias personalidades o es al revés?
L. B.: –Lo que me gusta es interpretar personajes diferentes a mí mismo. Hice muchos de ellos a lo largo de mi carrera. A pesar de que parte de la crítica insista en que hago un solo personaje, el del porteño típico. Me parece que no es así, aunque para mí sea un honor saber que encarno bien a los personajes de esta ciudad. No fue así en cine, cuando hice La Patagonia rebelde, Darse cuenta o Made in Lanús, tampoco en teatro cuando interpreté a Stefano (de Armando Discépolo) o Un enemigo del pueblo (de Ibsen).
B. B.: –A mí me interesan los personajes que muestren diferentes gamas, que estén vivos. Tuve la suerte de hacer roles muy distintos entre sí. Yo me entrego a ellos porque siempre me enamoro de mis personajes. Eso sí: me gusta que estén a favor de la vida. Y si no es así, espero que la obra diga lo contrario.
L. B.: –En mi caso, tengo preferencia por las obras. Porque hay personajes muy brillantes, expuestos, que podrían dar lugar a un gran lucimiento, pero que forman parte de una obra que en sí misma no tiene valor.
–¿Qué es lo que más les atrae de los roles que están interpretando?
L. B.: –Mi personaje, lo que más hace, es pensar: el espectador sólo puede deducir cómo se conduce en la vida, pero nada más. Es un hombre del intelecto, pero la autora lo muestra pensando con las tripas, desde su rabia, su impotencia y sus dificultades.
B. B.: –Me parece que cualquier mujer, aun tomando en cuenta todos los matices, querría sentirse identificada con mi personaje. Es una persona realizada, plena, en paz consigo mismo y sin carencias. Pero al encontrarse con él, no sabe cómo relacionarse.
L. B.: –La obra tiene un equilibrio interesante. Porque de ella conocemos toda su vida anterior. De él solamente se sabe adónde va y con qué preocupaciones, pero de su vida no hay pistas, sólo se conocen opiniones suyas.
B. B.: –Lo que se revela a través del ingenio y la sensibilidad de la autora es que la vida interna de las personas es mucho más fuerte que lo que se expresa en los hechos. Lo que se piensa o siente es mucho más interesante, conflictivo, potente, alocado. Así son las cosas que nos imaginamos sobre nosotros y sobre los demás. Escuchar cómo piensa una persona es verla revelarse desde cosas muy pequeñas. Pero cuando el hombre aparece para la mujer y aparece la mujer para el hombre, todos se vuelven tarados, por más lúcido e inteligente que se sea.
L. B.: –Esta obra demuestra una vez más que el espectáculo más atractivo del mundo sigue siendo la conducta humana. Resulta un enigma extraordinariamente atrayente ver cómo reacciona la gente ante tal o cual estímulo y cómo se relacionan entre sí.
–¿Cómo ven la actividad teatral de este momento?
L. B.: –En 1974, estando exiliado en México, leí en el New York Times que Buenos Aires era la tercera capital teatral del mundo. Y era cierto: había más público que ahora y todos los espectáculos se hacían de martes a domingo. Hubo intentos en muchas oportunidades de acotar la actividad teatral, de prohibirla o censurarla pero la gente sigue haciendo teatro, también en las provincias. Eso sí: hay momentos más brillantes que otros. En lo personal pienso que éste no es un buen momento para el autor nacional, creo que hay poca producción. Hice más de 36 años teatro nacional. Pero se piensa más en reponer obras ya hechas, refritarlas o hacer algo que fue un éxito afuera. Hacer un autor argentino siempre implica un riesgo mayor.
B. B.: –Me parece que hay un under muy activo. Y puede que haya autores que no conocemos. Pero en general, encuentro que se reiteran fórmulas de otras obras que ya se han hecho. A veces pienso qué pasará en el futuro con esta reunión viva que es el teatro.
L. B.: –Yo entré en el conservatorio en 1958 y ya Cunill Cabanellas, el rector de entonces, ante el poder que cobraba la televisión y ante la supuesta declinación del cine, decía: “No temáis porque la gente algún día volverá a sentir necesidad de sentir el olor del actor”. Y pareciera ser que es así. Hay momentos en que el espectador busca nuevamente el espectáculo hecho a su medida.
B. B.: –Finalmente pienso que es así, Heddy Crilla decía que el teatro es el eterno agonizante. Pero por suerte hay un renacimiento continuo.
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