“Un mágico musical infantil”, anuncia la invitación para ver La Cenicienta, una de las tantas propuestas que pueblan la cartelera de las vacaciones de invierno y una de las no tantas que continuará después de este paréntesis artístico enfocado a los niños. Hacia ese halo “mágico” apunta esta puesta que se sigue ofreciendo hasta mañana en el Teatro El Cubo, allí en el barrio del Abasto, y que continuará presentándose los sábados. La magia pasa por esas princesas con esos vaporosos vestidos que tanto encantan a las nenas, desde tan chiquitas, por las canciones que se suceden a cargo de un elenco nutrido y también por esa historia de amor que –¡oh!– terminará con un beso apasionado.

La historia es conocida: Cenicienta es muy hermosa y muy buena, su madrastra y sus hermanastras son muy malvadas y muy feas. Hay un hada madrina, ratoncitos amigos, un palacio, una fiesta real. Hay un embrujo que dura sólo hasta que suenen las 12 campanadas, hay un zapatito de cristal. Y hay, sobre todo, un príncipe. La obra, con dirección de Carolina Alliani y libro de Nora González Pozzi, pasará por cada uno de los momentos del cuento de hadas. Todo será narrado y cantado en esta puesta que no ahorra detalles en la historia y que incorpora además como personajes centrales a las figuras del Rey (Ricardo Bangueses), el Primer Ministro (Guido Záffora) y el gracioso Lacayo (Cucho Temístocles).

La mayor atención, claro, se la lleva Cenicienta (encarnada por la dulce Natalia Volonnino). Ana Fontán, como la cruel madrastra, y Romina Casella, como el Hada bonachona, también se lucen en sus trabajos vocales. A la salida, las nenas quieren ser Cenicienta, los nenes quieren participar de algún modo. Con el mismísimo vestido vaporoso que el Hada Madrina le hizo para el baile real, Cenicienta sale a la entrada del teatro a sacarse fotos con los chicos. Oscar, de 4 años, le roba un beso. Cuando llega a la casa, le cuenta a la mamá que ya tiene novia.