CHICOS › EL PROYECTO DE LA FUNDACION FILBA PARA PROMOVER LA LECTURA
› Por Karina Micheletto
Una plaza de libros en la escuela: eso es lo que propone la Fundación Filba a las instituciones con ganas de participar en esta experiencia que involucra tanto a chicos como a docentes, bibliotecarios y también padres. La invitación es a un espacio compartido, creado por el puro gusto de leer, de escuchar y de contar historias: un proyecto de promoción de la lectura que se ofrece en forma gratuita y que busca seguir multiplicando los lugares de disfrute y encuentro con los libros.
“Este año la apuesta es bastante ambiciosa, porque tiene mucho de participación de las escuelas: la idea es que ellos se conviertan en los protagonistas”, cuenta Larisa Chausovsky, coordinadora del área Filba Escuelas. Por eso el proyecto no se acaba con el trabajo y el espectáculo de la narradora oral Paula Martín, sino que abarca todo un trayecto hasta llegar a las “plazas de libros” organizadas en forma compartida, con actividades y talleres para mediadores de lectura a cargo de escritores y especialistas. “Los adultos que están cerca de los chicos cotidianamente son quienes más herramientas y oportunidades tienen de acercar a los chicos a los libros. Y esas oportunidades son más significativas cuando los momentos de lectura son compartidos”, sigue Chausovsky. “No apuntamos a lecturas con función pedagógica: leemos buscando el placer de leer, las inquietudes que despiertan esas lecturas, los mundos y los caminos que se abren.” La propuesta, entonces, es que los adultos que están cerca de los chicos se reconozcan primeros ellos mismos como lectores, y desde ese lugar guíen y estimulen la construcción de nuevos caminos lectores.
Junto a los espacios con los docentes y padres, se abren una cantidad de actividades para los chicos, que terminan poniéndose en común en la plaza imaginaria final. Un “recorrido lector” de cuatro meses, que comienza antes de las vacaciones de invierno, y que en experiencias anteriores ha dejado, por ejemplo, susurradores pintados por chicos de primer grado a partir de lectura de poemas, bellas y eficaces herramientas para susurrar poesía.
Los organizadores citan a Graciela Montes para explicar el punto de partida: “Enseñar literatura no puede significar otra cosa que educar en literatura, que ayudar a que la literatura ingrese en la experiencia de los alumnos, en su hacer, lo que supone, por supuesto, reingresarla en el propio”, dice la escritora. “Educar en la literatura es un asunto de tránsito y ensanchamiento de fronteras. Y un asunto vital, en el que necesariamente están implicados los maestros y profesores, aunque no sólo ellos”. “Las caras de fascinación de los chicos cuando se sientan a escuchar una historia son las que derriban el mito de que la literatura no los atrae”, concluye Chausovsky. “En el momento en que sinceramente, como lectores, nos acercamos a los chicos y les proponemos un tiempo para leer o para escuchar historias, se fascinan por ser parte de esos mundos que les traen los libros”.
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