CHICOS › A LA OBRA!, TERCER ESPECTACULO DE LA PIPETUA
› Por Sebastián Ackerman
La Pipetuá hace un alto en el armado de las luces y la escenografía de A la obra!, dirigido por Osqui Guzmán, para hablar con Página/12. Sus integrantes se autodefinen como “circo artesanal de clown”: “lo artesanal, por la construcción de objetos, de los vestuarios, las escenografías y también lo artesanal del trabajo en la actuación”, explica Diego Lejtman. “Lo circense, porque nos valemos de técnicas circenses, no por la habilidad en sí misma sino para que esté en función de lo que el espectáculo necesite”, detalla. Y Guzmán señala que, desde la dirección, intentó que “esa esencia cirquera y clownesca no se pierda, porque en una obra hay que lograr una intimidad para que el espectador crea en eso.” “Esto es un riesgo, porque a La Pipetuá le iba bien como estaba. Ellos asumen este riesgo, porque están armando un mundo ficcional y, dentro de esta poética, tiene que ser creíble.”
A la obra! es el tercer espectáculo que estrena el grupo en sus diez años de historia: como todo trabajo de clown que se va construyendo paso a paso sobre el escenario, esta vez el cuarteto intentará armar su propia casa con sus habilidades circenses, más extrañas herramientas creadas por ellos, en un ambiente de comedia con música en vivo. Sebastián Amor asegura que eligieron esta temática porque “el espíritu de grupo va por la invención y las excentricidades”. “Siempre admiramos el mundo de la construcción desde ese lugar: a dos objetos los podemos convertir en otra cosa. Es un mundo muy amplio para explorar, y nos zambullimos en él.” Guzmán explica que tuvo en cuenta que los albañiles de esta “obra” son los miembros de La Pipetuá. “Hay un temita: son payasos. ¿Van a poder hacerlo?”, ríe, y dice que, desde su lugar de director, no quería que se pierda “el carácter artesanal de La Pipetuá”. “Ellos instalan la electricidad, pero no como lo haría todo el mundo. Lo hacen como lo ven ellos.”
En Opereta prima y Sin escalas, sus trabajos anteriores, el grupo trabajó con Teresa Duggan en la coreografía y la puesta en escena, pero esta vez tiene un director “tradicional”. Lejtman cuenta que buscaron “un proceso distinto para este espectáculo”. “Osqui aporta desde cómo se construye una situación cómica hasta los vínculos entre los personajes. Antes los abordábamos desde otro lugar.” Y Amor rescata que “la última palabra la tiene Osqui”. “Nosotros traemos la materia prima y él define qué queda y qué no. Antes había una mirada desde afuera, pero era distinta.” Por su parte, Guzmán confiesa lo que pasaba cuando contaba que iba a dirigir a La Pipetuá: “Todos me decían ‘¡Son buenísimos!’. Y yo pensaba ‘Claro, si esta obra no funciona... ¡la cagué yo!”. “Si una obra no tiene una dirección hacia decir algo concretamente, se transforma en puro talento explosivo que se disipa apenas la gente sale del teatro. Esta obra es justamente lo opuesto: construye pensamiento en el escenario”, concluye.
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