Viernes, 21 de diciembre de 2012 | Hoy
CHICOS › LIBROS HERMOSOS PARA REGALAR EN LAS FIESTAS
En esta guía de recomendaciones hay desde historias nuevas tan bellas como los libros-objeto que las contienen hasta una versión cuidadísima de El Hobbit y reinterpretaciones de Alicia y Cenicienta. Y con un plus: son libros para chicos, pero los grandes van a amarlos.
Por Karina Micheletto
Llega la Navidad, llegan después los Reyes, llega el momento de pensar –y concretar– los regalitos para niños propios y ajenos. La sección Chicos anduvo todo el año revolviendo estanterías y rincones bajitos de librerías y, como saben quienes siguen estas páginas, fue proponiendo mes a mes libros de poesías, de mitos y leyendas, nuevas propuestas de las editoriales más pequeñas, todos pensados especialmente para los chicos. Todos hermosos, testimonios en sí mismos del buen momento que atraviesa la producción de literatura infantil y juvenil en el país. Quizás el cierre del año y el balance implícito que éste impone sea también una excusa para la propuesta de esta edición: una selección de los más hermosos libros entre los libros hermosos, de esos que Papá Noel, o alguno de los Reyes, pueden traer tranquilos como una ofrenda especial. Libros preciosos, en forma y contenido, ediciones que son tesoros que remiten a viejos modos de hacer los libros, a su fabricación artesanal. Aquí va, entonces, la selección, en una lista seguramente incompleta, seguramente injusta, de los más lindos de los lindos en materia de libros para chicos. Que traen consigo el deseo de un 2013 con muchos más libros y muchos más grandes y chicos leyéndolos, juntos o por separado.
Este cuento de la cordobesa María Teresa Andruetto –ganadora este año del prestigioso Premio Hans Christian Andersen, el más importante en el mundo en materia de literatura infantil y juvenil– fue trabajado por la editorial independiente Calibroscopio. La conjunción no podría ser mejor, porque a un cuento exquisito, que hunde sus raíces en la magia y el encanto de lo circular, se suma una edición preciosa que muestra mucha dedicación y trabajo puestos en ella, como todas las que realiza esta editorial independiente. Aquí las ilustraciones de Claudia Legnazzi funcionan como continuación perfecta de esta historia de mujeres de países lejanos, visires, remotos castillos; cuentos de mujeres que contaban cuentos. Son obras de arte preciosas y preciosistas, trabajadas con precisión de orfebre.
El libro viene en una cajita que parece bordada, a fuerza de belleza de la ilustración. El libro tiene un tamaño poco común, páginas llenas de colores y filigranas, es liviano y está cosido como para que dure mucho, mucho. Y vaya pasando de mano en mano, entre mujeres, hombres, niñas y niños, para que sigan contando cuentos de mujeres que contaban cuentos. Como advierte la presentación del libro, por su forma y contenido, éste es “un cuento adentro de otro cuento, adentro de otro cuento. Un cuento que es todos los cuentos”.
El mexicano Toño Malpica escribe unas historias bellísimas para chicos, de ésas que tienen humor y emoción, y enganchan también muy rápidamente a los grandes. Esta es especial porque su protagonista es, a su vez, otro creador de historias bellísimas para chicos que han enganchado a los grandes: Antoine de Saint-Exupéry. Su vida, que es especial pero a la vez está atravesada por cuestiones que atraviesan a todos (ir tras los propios sueños y vocaciones o apostar a la seguridad de un empleo estable, por ejemplo), aparece contada sin que el escritor sea concretamente nombrado, como tampoco es mencionado el célebre muchachito rubio del asteroide B 612. El Principito y su rosa están todo el tiempo dando vueltas, sin embargo, ya desde el nombre del cuento, otra alusión a una frase de la célebre obra.
Desde el comienzo, con una dedicatoria que emula a la de El Principito, Malpica plantea el guiño, la complicidad. O, en todo caso, la invitación a ir a buscar el origen de estas líneas. La historia aquí es la de Tonio, un joven de 23 años que trabaja como oficinista y se aburre como un oso en ese trabajo. Lo que más le gusta es... volar. Y también escribir, claro. Hay un personaje mágico y misterioso, el Bribonzuelo, que lo visita cada tanto. Una historia que queda escrita cuando Tonio hace el último vuelo, entre Europa y Africa, del que ya nunca regresará. Y una idea que cubre toda la historia: lo importante que es tener un mejor amigo del mundo, lo distinta que es la vida con ellos, lo triste que se vuelve cuando no están.
Por el color del trigo es un libro de esos que quedan palpitando por su propia fuerza poética, pero también es valioso porque deja picando ganas de abrir otros libros, a los que alude, principalmente, claro, El Principito. Las ilustraciones del español Iban Barrenetxea invitan a sumergirse en un mundo aparte, de época pero también onírico. La edición es una joyita de Fondo de Cultura Económica, publicada dentro de su colección Los Especiales de A la Orilla del Viento.
A tono con el estreno de la película de Peter Jackson, Minotauro lanzó esta edición especial limitada: de este lado del mundo, 3100 ejemplares numerados, según se anuncia, que vienen presentados con una elegante funda grabada con los motivos de El Libro Rojo y el Mapa de Thrór. Otro “gancho” de la edición es que viene acompañada por el mismísimo Mapa de Thrór, aquel que condujo a Bilbo y a los enanos hasta el tesoro del dragón Smaug. El intento es el de una reproducción de la edición original de 1937, que incluye las ilustraciones diseñadas por el propio Tolkien y páginas que simulan estar envejecidas. Con el anuncio de la celebración del 75º aniversario de la publicación en inglés –y el 30º aniversario de la traducción al castellano– cierra el combo perfecto para fanáticos.
La traducción castiza es una traba, aunque seguramente los lectores avezados en este tipo de historias mitológicas ya han aprendido a sortearla o incorporarla. John Ronald Tolkien escribió esta historia para sus hijos. Fue el preludio de la archifamosa trilogía El señor de los anillos (1954-1955), con la marca épica de la lucha entre las fuerzas del bien y del mal por la posesión del anillo mágico en un mundo de elfos, hadas y dragones. Setenta y cinco años después, en todo el mundo hay padres que siguen contándoles a sus hijos la historia del pequeño hobbit que vivía en un agujero en el suelo.
El artista italiano Roberto Innocenti tomó el cuento de Charles Perrault en su versión original. Sin cambiarle una coma al texto en sí, le dio una maravillosa vuelta de tuerca que lo transforma, enteramente, en otro relato. Lo que hizo fue dotarlo de increíbles ilustraciones, que sitúan la historia en una Europa de los años ’20, con su moda, su arquitectura, su mobiliario, los autos de época. De este modo, creó toda una versión propia y nueva del relato. Pero no sólo por situarla en un contexto y una época específicos –arrancándola súbitamente de la Francia del siglo XVIII de la que parte el cuento original–, sino, sobre todo, por mostrar a través de sus trabajadas ilustraciones –que dan ganas de convertir en cuadros, uno por uno– una cantidad de detalles que iluminan nuevos aspectos del clásico de Perrault.
El trabajo de Innocenti no sólo revela su talento artístico, también un trabajo de documentación de época que se evidencia en la minucia de estas imágenes, que invitan a ser miradas una y otra vez, en este rincón y en el otro, en el primer, el segundo o el tercer plano. Y así aparecen, página tras página, nuevas historias dentro de la historia, constantes invitaciones a nuevas interpretaciones. Una ilustración final, ubicada a modo de epílogo, da cuenta de esta capacidad: aquí yace la malvada madrastra, tirada en un sillón, con su mirada perdida por la ventana, buscando quién sabe qué deseos perdidos, fumando, con una copa a medio tomar y botellas vacías en el suelo, sola en una sala burguesa que, cuando comienzan a enfocarse los detalles, se revela en decadencia.
Innocenti ha trabajado de este modo adaptaciones como las de Las aventuras de Pinocho y Cuento de Navidad. Esta tiene ya varios años y es una de las que lo ha hecho merecedor del Premio Hans Christian Andersen por su contribución a la literatura infantil. Esta Cenicienta fue editada en la Argentina dentro de la colección Todos Distintos de Macmillan, orientada “a lectores de 0 a 100 años”, con el sello de la diversidad estética como guía rectora. Es una de esas ediciones lindas, con tela bajo la cubierta gráfica. La cuidada traducción de Gabriela Villalba es un detalle no menor que se agradece, junto a la calidad general de la edición.
Una tarde calurosa a orillas del Támesis, Alicia cae en un profundo pozo que la conduce al País de las Maravillas. Entra persiguiendo al Conejo Blanco y, una vez allí, prueba alimentos mágicos, cambia sin cesar de tamaño, conoce extraordinarios personajes como la Reina de Corazones, el Gato de Cheshire, el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. La historia es cautivante. El clásico de Lewis Carroll, creado en 1862 y publicado por primera vez en 1865, sigue siendo una fuente inagotable de fantasía en estado puro, con ese toque de humor absurdo que también permanece como marca, más allá de las adaptaciones y versiones en todo tipo de formato.
Este librazo que ya se impone por su tamaño (35 x 28 cm.) vuelve a presentar este texto en una edición de lujo, ilustrado por Rébecca Dautremer. Como ocurre con Cenicienta, son las ilustraciones de esta artista francesa las que crean una nueva versión de la historia, aunque aquí no hay un nuevo contexto planteado desde las imágenes sino un sumergirse más profundamente en ese mundo onírico, fantástico, que plantea Carroll. La Alicia de Dautremer no es la rubiecita de rizos de Disney: es una nena de pelo castaño, cara con forma de manzanita y mirada inquietante y a la vez melancólica, tan parecida a aquella Alice Liddell que inspirara esta historia, tal como se comprueba en la foto que aparece reproducida en la página final. A Papá Noel le va a ocupar un poco más de lugar en la bolsa, pero es seguro que este libro será muy, muy agradecido por quien lo reciba. Vale también como regalo para grandes.
Después de su viaje al País de las Maravillas, la Alicia de Lewis Carroll retomó sus aventuras, esta vez adentrándose en el extraño y fascinante mundo que se encuentra A través del espejo de su casa. Inmersa en una demencial partida de ajedrez, deberá ir recorriendo casillas y sorteando obstáculos para convertirse en la Reina Alicia. En el camino se topará con unas burlonas flores parlantes, con la Reina Roja que corre a toda velocidad, con la Reina Blanca que puede recordar el futuro, con el insolente Humpty Dumpty que festeja diariamente su no-cumpleaños, entre una cantidad de personajes tan delirantes como los que habitaban el país de las maravillas. Y, también, con una cantidad de juegos de palabras, acertijos y paradojas lingüísticas que no siempre pueden sortear el paso por la traducción.
Este es un texto de Carroll quizá menos conocido a nivel masivo que Alicia en el país de las maravillas, escrito en 1871 como su continuación, y regalarlo es una buena manera de invitar a bucear la obra del escritor inglés. La edición es en tapa de tela y hojas coloreadas. Las ilustraciones son obra del neoyorquino Peter Kuper, que deja aquí su sello de caricaturista.
En el marco del ciclo Entrá. La Televisión Pública a puertas abiertas, Canal 7 invita a una serie de espectáculos en su Estudio 1. Este sábado a las 17 se presenta Teatro para chicos en cuentos, de Nacho Díaz, y a las 19 El Choque Urbano. Gratis, en Av. Figueroa Alcorta y Tagle. |
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