El monte y sus animales, los más pequeños y los más feroces. El puma, el tatú carreta, el tero. También los colores, los sonidos de ese monte. Los ritmos de la región, sus tonadas, sus canciones, y la gente que la habita. El paisaje y la naturaleza que reclama ser cuidada. Una provincia en particular, la del Chaco, de la cual provienen los intérpretes. De todo eso habla y canta Tierra verde. Pequeñas canciones para un mundo grande, un espectáculo que se vuelve encantador en su simpleza, tierno en su autenticidad. Los músicos y actores Seba Ibarra y Mauro Siri demuestran –en esta puesta y también en el disco que lleva el mismo nombre– cuánto hay de cierto en aquello de que al pintar la propia aldea se está pintando un mundo.

Junto a Ibarra y Siri están en escena Palometa (Esteban Peón) y Anguila (Guido Romero Scherf), y un elemento importante son las proyecciones con las que se va jugando en un segundo plano, también bellas y pícaras en su simpleza, dibujos que va trazando en tiempo real Luciano Acosta, la “Mano”. Ibarra es más conocido por su música “para grandes”, canciones propias que de alguna manera comparten la marca de este espectáculo, y Siri forma parte de su banda. Pero también trabajaban dando talleres de música en escuelas primarias, clases particulares de canto y guitarra, componiendo música para obras teatrales infantiles. Un pedido puntual terminó creciendo y adoptando la forma de un disco y un espectáculo para chicos que creció, entre otras cosas, por lo que tiene de original el punto de partida: simplemente, contar lo propio.

“En mis discos ‘para grandes’ está muy presente el tema del agua, la naturaleza y el hecho de que los seres humanos no podemos considerarnos aislados de nuestro entorno; que el paisaje nos modifica y nosotros modificamos el paisaje. Al escribir canciones para chicos trato de mantener esa misma línea, pero con letras más directas”, compara sus trabajos Ibarra. “Otro punto en común es que en ambos recurro a la fusión de ritmos, esa influencia que tenemos los chaqueños de todas las culturas musicales que nos rodean: la correntina, la santiagueña, la uruguaya, la brasileña y también el rock argentino.” “Como originalmente la obra fue pensada para ser exhibida en la región del Nordeste, nuestra intención era hacer que el público se sintiera identificado con los personajes y los animales de la zona. Queríamos darle valor a eso. Pero también sabíamos que el público ya conocía por experiencia propia estos elementos, así que debíamos jugar con ellos. Así nació ‘Mano’, un personaje en la pantalla que casi nunca respeta las convenciones a la hora de enseñar, juega con el conocimiento que el espectador pueda tener o no de todo lo que se está hablando en la obra. Al final explicamos que hay que seguir conociendo todo lo que nos rodea, porque como dice el escritor Gustavo Roldán: no se puede querer lo que no se conoce”, detalla Siri el espíritu de la propuesta.

“Pensábamos que Tierra verde era muy localista, que los chistes no iban a funcionar en otras regiones. A medida que fue creciendo tomamos la decisión de no cambiar ni adaptar nada. Y en lugares como La Plata o Neuquén los chicos comprendieron perfectamente que la obra trataba de un lugar distinto, de otro paisaje, de otras realidades y al mismo tiempo el mismo país y los mismos códigos”, advierte Ibarra. “En lugar del ‘en un país muy lejano...’ se plantea el ‘acá nomás a la vuelta’. Y con la música funciona todo perfectamente. Hay canciones populares que hablan de elefantes o chimpancés, que son de otro continente, ¿por qué no va a funcionar algo que hable del tatú? Tardamos en darnos cuenta de eso, pero los chicos nos dieron una lección. Terminamos aprendiendo todos.”