CHICOS › EL SEGUNDO DISCO DEL GRUPO CANTICUENTICOS
› Por Karina Micheletto
Hay un sexteto santafesino que anda haciendo revuelo cuando hace sonar su música. Los chicos se arremolinan cuando escuchan sus canciones, hechas de zamba, huella, chacarera, cueca, huayno y, claro, viniendo de donde vienen, chamamé, rasguido doble o chamarrita. Y festejo peruano, y cumbia colombiana. No pueden dejar de bailar con la chacarera que estornuda o el monstruo que baila la cumbia. Se entusiasman con las palabras en guaraní o los animales del Litoral que traen estas canciones. Que además abordan conceptos más abstractos como la solidaridad, la valentía, el amor, el tiempo, la libertad. El trabajo del grupo Canticuénticos forma parte de las nuevas buenas voces que están sonando en la música argentina para chicos. Sobre el final de las vacaciones de invierno se los podrá escuchar en Buenos Aires, y gratis: hoy a las 15 en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), y mañana a la misma hora en el Centro Cultural Haroldo Conti (Av del Libertador 8151, en la ex ESMA).
Canticuénticos son Daniela Ranallo y Laura Ibáñez (voces), Ruth Hillar (flautas y coros), Daniel Bianchi (guitarra), Gonzalo Carmelé (bajo y contrabajo) y Nahuel Ramayo (batería, percusión y coros). Después de su debut con Canticuénticos embrujados tienen un segundo flamante disco, Nada en su lugar, cuyo arte de tapa es todo un mundo aparte. Cuatro de sus integrantes son, además de músicos, docentes de escuela de música, coros de niños o talleres musicales, y también con experiencia en inicial, primaria y secundaria. Una experiencia que se advierte en sus canciones: no es que tengan “bajada didáctica” alguna, pero aciertan en apuntar certeramente al entusiasmo y el juego de los chicos. “Creo que los objetivos como docentes o como artistas que trabajan para los niños son los mismos”, opina Ibáñez en diálogo con Página/12. “Tanto el arte como la educación deben despertar el juego, la imaginación, la sensibilidad, la creatividad y conectar al oyente con el disfrute y la defensa de nuestra identidad cultural. Yo siento que crezco mucho como docente al ser partícipe de un proyecto artístico, porque al compartir la instancia del concierto junto a los niños y la familia se genera un vínculo muy rico y todo pasa a tener una fuerte significación”. Bianchi marca algo importante: “Tocar para niños es formar futuros oyentes”. “Con nuestro trabajo intentamos llevar de la mano a los chicos y acompañarlos a recorrer un repertorio que reafirme su propia identidad, en un recorrido que dure toda la vida”. “Nos gustaría que Nada en su lugar fuera un disco abierto y que cada oyente lo reinvente al cantarlo, escucharlo, y compartirlo, favoreciendo la idea de una cultura viva y en constante movilidad”, concluye Ranallo.
Hillar es también responsable del arte gráfico del disco, una delicia hecha de muñequitos de plastilina y collages con telas, hilos, lanas, juguetes, piedritas, relojes antiguos. “Queríamos que tuviera una estética desestructurada y artesanal y que se notara, como en la música, el trabajo hecho ‘a mano’. Conseguí plastilinas, algunos papeles y recolecté una colección de cachivaches. A partir de ahí fueron casi tres semanas de intenso juego, modelando y armando escenas sobre planchas de telgopor que Seba, mi esposo, iba fotografiando”, cuenta. “Las ilustraciones buscan acompañar el espíritu aventurero y tierno que recorre el disco y reforzar la idea de un mundo en el que exista el caos indispensable para crear, jugar e inventar.”
“Muchas veces nos preguntan si es difícil sorprender o conseguir la atención de los chicos, en una época de tanto estímulo multimediático. Y suena tan actual el Osías de María Elena Walsh cuando reclama: ‘Quiero cuentos, historietas y novelas, pero no las que andan a botón. Yo las quiero de la mano de una abuela, que me las cuente en camisón’”, reflexionan los Canticuénticos. “En estos cuatro años de escenarios recorridos aprendimos que los chicos (y también muchos grandes) tienen intacta la curiosidad, las ganas de reír, la capacidad de sorprenderse, de emocionarse y de jugar. Si conseguimos agitar todo esto... ¡empieza la magia!”
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