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Sábado, 15 de octubre de 2016

CHICOS › HOY SE PRESENTA EN EL ECUNHI EL LIBRO-DISCO RAIZ DE NIÑO. MUSICAS DEL SUR PARA CRECER

“Es una invitación a la lectura activa”

La educadora musical Karina Malvicini y la pianista y compositora Nora Sarmoria crearon un material único, centrado en la música para chicos pero que amplía las fronteras del género.

 Por Karina Micheletto

Raíz de niño. Músicas del sur para crecer es el acertado título con el que la educadora musical Karina Malvicini y la pianista y compositora Nora Sarmoria crearon un libro-disco único, centrado en la música para chicos pero también en todos los juegos, exploraciones y descubrimientos que puede despertar esa música. Y en la forma en que los adultos pueden impulsar esos juegos, como docentes o como “mediadores musicales”. Tiene la hermosa característica de ser un libro con partituras y con relatos de experiencias pedagógicas, pero que no está dirigido solamente a músicos ni a docentes. Así despliega músicas del sur para crecer, bien plantadas en una raíz de niño y en una identidad latinoamericana, con ritmos y temáticas de acá. Las autoras lo presentan hoy a las 15 en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Madres de Plaza de Mayo (Av. del Libertador 8151, ex Esma), en el marco del encuentro Músicas y Musiquitas de Provincia (ver aparte). Compartirá la presentación Pepa Vivanco, música y pedagoga que es toda una referente en la materia, y tiene a su cargo el epílogo del libro.

“Este muerto de hambre que es el docente principiante o la maestra experimentada aburrida de rutinas, pide comida urgente: la canción o el juego mágico que lo salve. Este libro le da ese alimento que pide, pero también el que más necesita: relatos del desarrollo de una actividad, secuencias didácticas. Y está hecho con sinceridad. Sobre la tarea realizada”, halaga Vivanco en ese epílogo. Lo hace desde su pasión docente, pero hay que advertir que no solo es alimento para quienes ocupan ese rol. Porque el sólo escuchar estas músicas abre de por sí un universo para compartir en cualquier lugar, que se ensancha con el relato de experiencias. Sobre la vidala “Niñito de la puna”, Malvicini cuenta, por ejemplo: “Hablamos del norte de nuestro país y de las montañas que en ese lugar tienen colores. Vimos fotos de ese paisaje. Les conté acerca de la inmensidad de ese lugar y lo maravilloso de sentarse en lo alto y escuchar el silencio. Pintamos montañas de colores y luego armamos otras con almohadones y camperas. Repartí pequeños muñecos coyas y mientras escuchábamos la canción, cada uno lo hacía subir hasta la cima. Cuando todos llegaron a ubicarlos los invité a cantar, acompañados por una caja chayera”.

Los relatos se entrelazan con las músicas, y además se abren la posibilidad de continuación con la propia experiencia: hasta se contemplan páginas en blanco para registrarlas. “Lo pensamos así porque no queríamos que fuera un libro de recetas, sino una invitación a probar. Por eso es un libro que no tiene final”, advierten las autoras, y sientan así, explícita e implícitamente, toda una postura sobre la música, la educación, la docencia. Mientras se suceden las canciones y los juegos, suenan distintos ritmos de por acá: carnavalito, zamba, vidala, chacarera… Con la salvedad de que, en el estilo de Sarmoria, ninguno respeta la estructura clásica de estos ritmos, sino que están levemente torcidos… Sarmorizados. “Toda música que está viva permanece en movimiento; por el contrario, la que se estanca, muere. Por eso me niego a hablar de “aire de” chacarera, “aire de” zamba... Es chacarera, es zamba. Solo se puede crear en libertad”, marca Sarmoria.

Este libro comenzó cuando Malvicini tomaba clases de piano con Sarmoria. “Ella me dio su primer libro de piano para que usase con mis alumnos. Y el material me pareció maravilloso, por su esencia”, cuenta Mavicini. “Tenía versiones para principiantes, muy simples, pero sin traicionar el material. Eran más simples, pero no menos complejas. En todo caso eran más sintéticas. Las pocas notas que había, estaban puestas en los mejores lugares. Y muchas veces eran lugares inesperados. Y así Nora mostraba su estilo con tres notas. Estaba jugando el juego completo”, define.

“Me basé en los Microkosmos, de Bártok… pero latinoamericanos”, agrega Sarmoria sobre esos libros que creó para aprender piano. “Los hice por necesidad, porque no había nada en ritmos sudamericanos, y yo había retomado las clases”, recuerda. Un ejemplo aparece con “Caracol espiral”, un bailecito chamamé. “Cuando Nora me presentó esta idea mi pregunta fue: “Pero, ¿podemos mezclar un bailecito con un chamamé? Y ella me respondió: ¿Quién es el compositor? –Vos, respondí. –Entonces se puede…”, cuenta allí Malvicini. “¡La tipa te manda un carnavalito que empieza con una séptima!”, se ríe en la nota, recordando otro ejemplo. “Para los chicos es una canción. No le ponen adjetivos, no lo remiten a una estructura. Son los adultos los que traen sus prejuicios: ¿pero cómo, una chacarera sin segunda? ¡Y bueno, la cantamos dos veces!”, se ríe Sarmoria, basándose en su experiencia en proyectos como el Ensamble de Niños del Centro Cultural Conti.

–¿Recibieron críticas por no seguir una estructura ortodoxa?

Karina Malvicini: –Hubo críticas de los que hacen música infantil, bajo el temor de que estaríamos “confundiendo” a los chicos. La respuesta la da el mismo libro. Hay algo que dice Nora que me encanta: “Hacer con libertad la música es lo más sincero que uno tiene para dar”.

Nora Sarmoria: –La respuesta la dan también los mismos chicos, y todo lo que pasa cuando se trabaja con ellos desde este punto de partida. Para ellos no hay disonancias, no hay séptimas, nada de eso. Hay canciones, y hay música. No tienen prejuicios. Desde allí hemos trabajado también muchos proyectos en el Ecunhi, por eso me encanta poder presentar el libro-disco ahí. Lo valioso de este libro es que se fue haciendo a medida que trabajábamos con los chicos. Karina le iba poniendo la impronta pedagógica, yo trabajaba en los temas, luego los llevábamos a nuestros grupos, volvía al libro, y así. Y luego pasaban al repertorio del ensamble, y a los libros de piano para que sean de todos… Fue un proceso muy orgánico, entre lo musical y lo pedagógico.

–¿Para qué edades pensaron el libro?

K. M.: –Para todas. Para la que cada uno considere. También en esto el libro es una invitación a la lectura activa: vos fijate para qué te sirve. Porque depende, de los grupos, las situaciones, las escuchas previas…

N. S.: –Si en el libro nosotras hablamos de que hay que educar en la libertad, y que hay que hacer música en libertad, también tenemos que habilitar esa libertad a los lectores. Y a los que tienen que formar a esas personas que queremos que crezcan en libertad.

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“No queríamos un libro de recetas, sino una invitación a probar”, dicen Malvicini y Sarmoria.
Imagen: Joaquín Salguero
 
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