RADIO › CYNTHIA GARCíA ABRE LA MAñANA DE RADIO NACIONAL
La periodista, que trabajó durante años como productora, quiere que “sobrevuele el espíritu de la provocación intelectual de la marcha del 8N”. El programa que conduce, A cara lavada, tiene el lema “periodismo con ideología, latinoamericano y profesional”.
› Por María Daniela Yaccar
Columnista de La mañana, de Víctor Hugo; panelista de 6, 7, 8 y ahora conductora de un programa radial, Cynthia García es una de las periodistas estrella de estos tiempos. “Que tenga cierto grado de protagonismo hoy es una foto del cambio de época”, recalca la mujer que se metió entre las cacerolas que sonaron el 8N y que lleva años como productora en radio y televisión. En la temporada que acaba de empezar, la periodista abre la mañana de Radio Nacional (AM 870) con A cara lavada, que va de 7 a 9, con el lema “periodismo con ideología, latinoamericano y profesional”. Promete que complementará temas de coyuntura con agenda propia.
Tan amada como no querida, y consciente de ello, habla como quien está en su mejor momento. Le brillan los ojos cuando se acuerda del debate que mantuvo con Pablo Sirvén –periodista de La Nación– en el programa de TN Palabras más, palabras menos, por el caso del juez Zaffaroni, a mediados de 2011. En 2012 su cara se volvió conocida cuando arrancó en 6, 7, 8. Venía trabajando con Víctor Hugo desde 2007. Antes dice que la “remó”. Se desempeñó sobre todo como productora de radio (Rivadavia, Libertad y Municipal) y televisión. Formó parte de América Noticias y escribió para Sociedad y Política en Perfil y Crítica. En su nuevo programa, que se emite de lunes a viernes, la acompañan los columnistas Ari Lijalad, Adrián Korol, Horacio del Prado, Damián Verduga, Walter Goobar, Mariano Beristain y Mariana Gil Laborde.
–¿Se impone un método de trabajo para estar informada en todo momento?
–Mi información no depende de leer los diarios. Si no los leyera, el programa saldría igual. Mi fuerte es generar contenidos propios. Lo apliqué siempre como columnista de Víctor Hugo. Claro que la conducción tiene otros bemoles: tenés que estar en la temática coyuntural. Se trata de decodificar lo importante. Hay épocas en las que sé mucho sobre una cosa y nada de otras. Estoy acomodándome al rol de conducción, que exige un panorama de todo, pero tengo un muy buen equipo de columnistas en el que puedo descargar la información especializada. Seguramente voy a profundizar en las cosas sobre las que sé más.
–A los debates, como el que tuvo con Sirvén, siempre llega con información. No obstante, habló mucho sobre la imposibilidad de la neutralidad en el ejercicio periodístico. ¿Cómo se combinan ambos aspectos?
–Creo en un periodismo que muestre su ideología, pero desde la argumentación. Primero tenés que creer en algo, después buscar los argumentos y finalmente soportar interpelaciones. Creo en la frase nietzscheana de que el conocimiento se produce en el cruce de dos espadas. Busco eso, muchas veces con información que tiene una carga de provocación intelectual. No argumento para tener la verdad, no creo en ella. Porque la verdad, foucaltianamente hablando, es la del que domina. Mis argumentos parten de mi honestidad intelectual, mi criterio, mi profesionalismo, mi formación y mi subjetividad.
–¿Tuvo rivales difíciles de enfrentar?
–No pienso en términos de rivales. El debate con Sirvén fue un gran momento. El tiene una trayectoria enorme, está ideológicamente instalado y es tercera autoridad en La Nación. Claudio Martínez, el productor de Palabras más..., me llamó dos horas antes del programa, porque iba a ir Marta Dillon, pero finalmente no podía. Me acuerdo de que llamé a uno de los productores de Víctor Hugo y le dije: “Lleven cucharita para juntarme en la puerta del canal” (risas). Volviendo a la pregunta, trato de sortear el personalismo. Pienso en el desafío de que al receptor le llegue lo que queremos comunicar. Ahí es donde te ayuda la formación (estudió Derecho).
–Al margen de la formación, ¿cuánto influye el carácter en el afán de meterse en contextos ideológicamente opuestos al suyo? El ejemplo emblemático es el del cacerolazo, que le valió amores y odios...
–Tomar este tipo de posturas, en este momento rico e intenso que vive la Argentina, tiene sus costos. No sé si quiero que todos me quieran, pero sí que me respeten. No creo en los astros, pero soy triple Escorpio. Vendrá de ahí mi carácter. Y me siento una sobreviviente, literalmente. Le voy a contar una historia que traté mucho en terapia. Cuando tenía cinco años, recibí un balazo en el pecho, a la altura del corazón, del otro lado, con un calibre 22, en un accidente familiar. Me disparó un tío que tenía doce años. Nos habíamos escondido a buscar un arma de mi abuelo, en Córdoba. La bala me fracturó la costilla y se alojó ahí. Me la sacaron treinta años después, porque era una operación de tórax riesgosa para una nena de cinco años. Me la sacaron en 2002 porque me estaba haciendo una erosión. Supongo que ese episodio dejó una huella. También tuve muchos años de remo, de hacer una resistencia periodística en un contexto inhóspito.
–¿Se refiere a los ’90?
–Claro, porque no fueron una zona fértil para ejercer el periodismo, menos el político. Que yo tenga cierto grado de protagonismo hoy es una foto del cambio de época. Llevo muchos años como productora en radio y televisión, buscando la grieta. De repente se abrió y es momento de créditos. Tengo el cuero curtido en un montón de cosas. Por ende, no dudé en enfrentar con el micrófono de la Televisión Pública a una manifestación de gente que pensaba diferente.
–En 6, 7, 8 es una de las panelistas que más pide que se generen debates.
–Sí, porque es constructivo. En mi programa de radio quiero que sobrevuele el espíritu de la provocación intelectual de la marcha del 8N. Radio Nacional es un medio público, tienen que estar todas las voces. Mi idea no es generar una pelea sino un debate genuino, incluso con los funcionarios del Gobierno. En el primer programa salió (Hernán) Lorenzino. Ellos están muy preparados, así que hay una riqueza para aprovechar. Estamos exigiendo pluralismo, pero nos está costando que nos atienda el teléfono el arco opositor.
–¿Qué les responde a los que piensan que un periodista no puede apoyar un proyecto político?
–Cuando alguien dice eso, me pregunto por qué un periodista puede apoyar un monopolio comunicacional. Somos parte del proceso político. Hay una negación de la política, que es herencia de la dictadura. A quienes dicen eso les preguntaría qué piensan de Walsh o de Mariano Moreno. Ideológicamente pertenezco a la izquierda, no vengo del peronismo, aunque simpatizo con el primero. Lo interesante del kirchnerismo es que pudo representar también a la izquierda. Yo me paro en este lugar. Eso no significa adherir a una organización política, ni ejercer una militancia partidaria. Critico todo lo que tengo que criticar, con conciencia de la crítica y de que estamos hechos de palabras que no son inocentes.
–¿Nunca le interesó la militancia?
–No, por incapacidad. Milito por los delitos de lesa humanidad y por los derechos humanos. Sin ser feminista, milito por los derechos de género. Siempre como periodista. La rosca tiene otros códigos. La entiendo, pero no estoy en ese lugar. Tendría que dejar el periodismo. Mi límite es un cargo político.
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