Mié 17.04.2013
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RADIO › ENTREVISTA A CLAUDIO VILLARRUEL Y BERNARDA LLORENTE

“Es el momento de ser nosotros mismos, sin tantos miramientos”

El año pasado se pusieron al frente de un programa en Radio Del Plata, que ambos dirigen, pero ahora doblan la apuesta con Detrás de lo que vemos, que va de lunes a viernes al mediodía. “Nos sentimos más libres para volver a nuestras fuentes”, afirman.

› Por Juan Ignacio Provéndola

El encuentro se demora una hora. No se trata de problemas en el tránsito o de eventualidades surgidas a la distancia. Al contrario: allí están los dos en el punto de encuentro, la oficina que desde el año pasado ocupan en el tercer piso de Radio Del Plata. Los acompaña parte del staff de ON TV, la productora con la que se propusieron reinventarse a sí mismos cuando creyeron que su ciclo al frente de la Dirección Artística y de Programación de Telefe estaba agotado. Y ahí se los ve, en acción, intercambiando ideas, levantando las manos, hablando por teléfono y haciendo anotaciones. Piensan, bosquejan, dirigen. En esencia, nada parece haber cambiado desde aquel entonces, con ambos imbuidos en el trajín ansioso de los contrarrelojes. Sin embargo, algo nuevo los trae a cuento. Un desafío que supone riesgos, sabe a apuesta redoblada y, por qué negarlo, guarda con el fragor televisivo la dinámica que imponen lo urgente y lo inmediato. Se trata de su incursión en el universo de las noticias, al que Bernarda Llorente y Claudio Villarruel deciden sumergirse ya no como productores, sino como conductores, poniéndole sustrato público a voces que hasta el momento sólo resonaban al otro lado de la mampara de cristal.

La experiencia se llama Detrás de lo que vemos, comenzó el último lunes y ocupa la franja semanal de 12 a 14 en AM Del Plata, la misma emisora que dirigen y en la que el año pasado ya habían testeado sus voluntades frente al micrófono a través de un ciclo con nombre similar pero ambiciones diferentes. Desde el horario (iba los lunes de 21 a 23, en pleno prime time televisivo) hasta su contenido, Escuchá lo que vemos fue un envío notablemente influido por las lógicas de la pantalla chica, aunque con el beneficio añadido de desandarlas fuera de ella. “Fue un programa que teníamos necesidad de hacer, al margen de que surgió originalmente por un hueco generado en la programación de la radio. Sacamos al aire a personas con las que habíamos trabajado durante muchos años y nos permitimos contar cosas de las que no podíamos hablar cuando trabajábamos en televisión. Salió un material muy jugoso”, evalúa Villarruel. El propósito, en suma, era un paseo descontracturado por las intimidades y los secretos del curioso oficio de convertir ideas personales en productos masivos. Y lograr, de paso, un clima que propició declaraciones infrecuentes, como la de Adrián Suar reconociendo que en 2012 le tocó “pelearla y sufrir mucho” por la caída del liderazgo del rating que Canal 13 padeció ante el avance de algunas producciones de Telefe.

La principal inspiración, dicen, vino de Juan Alberto Badía, con quien trabajaron a fines de los ’80. Una experiencia fundamental: bajo su ala Llorente y Villarruel desa-rrollaron sus primeras destrezas profesionales y, en simultáneo, forjaron una sociedad creativa y afectiva que atravesó tiempos, medios, éxitos y distancias. “Después de llevarlo a 360 TV (el canal digital que ellos programan), queríamos que tuviera un programa en la radio. Y nos decía: ‘¿Cuándo van a hacer uno ustedes?’. El productor siempre encuentra en el otro lo que uno no ve de sí mismo, y él, que era un motivador, nos envalentonó a salir. Nos formó como profesionales de la tele y de la radio, así que fue muy lindo que nos dijera eso. Nosotros, tal vez, no lo habíamos hecho por miedos o pruritos acerca de lo que pudieran opinar nuestros compañeros de facultad o nuestros amigos inteligentes, pero ahora sentimos que es el momento de ser nosotros mismos, sin tantos miramientos”, apunta Villarruel, graduado de Sociología en la UBA, la misma universidad donde su compañera terminó Ciencias Políticas.

La nueva apuesta los ubica en una zona más caliente de la programación, justo después de la primera y la segunda mañana (que en Del Plata la animan Gustavo Sylvestre, de 6 a 9, y Mónica y César, de allí hasta las 12). Después de seis horas de intenso recorrido por la agenda dura, el desafío del programa es ir más allá de ella, buscando entre sus márgenes y su entrelineado, con la apoyatura de un plantel que involucra a Marcos Cittadini en política y actualidad, Verónica Rosales en derechos y sociedad y Emanuel Respi-ghi (de Página/12) en espectáculos, cultura y medios, además del aporte de dos humoristas. “Los medios, justamente, mediatizan toda la realidad, más aún en la franja horaria que nos antecede. Por eso, intentamos otra búsqueda de esas noticias viendo qué hay debajo de ellas, encontrándoles otra vuelta de tuerca. Armamos un equipo para debatir y charlar, y además pondremos una línea telefónica exclusiva del programa”, explica Llorente. “Eso tiene que ver con nuestra propia visión acerca de las comunicaciones y de los cambios que se están dando en ellas, con las audiencias asumiéndose como protagonistas. La gente ya no quiere escuchar información que le viene acabada, acotada y empaquetada, sino que ahora también propone una sumatoria y una búsqueda para empezar a conformar sus propias visiones e imponer su propia agenda. El programa quiere reflejar un poco ese espíritu de época.”

–¿Buscan alcanzar un registro periodístico de la realidad?

Claudio Villarruel: –Tratamos de buscar un momento de reflexión, con periodistas que saben mucho y hablan en un lenguaje llano, para que la gente pueda ver un poquito más allá de lo que los medios construyen como imaginarios de noticias. Muchas veces, por cuestiones de tiempo o por operaciones, se arman discursos o te cuentan la noticia, y vos te quedás con eso. La idea es correr el telón de la realidad, pero no es que tengamos la verdad. Simplemente queremos debatir con los que saben.

Bernarda Llorente: –Tampoco queremos solemnidad. Hay comunicadores que se toman demasiado en serio a sí mismos. Las famosas muletillas de “como yo dije” o “como yo siempre digo”.

–¿Advierten mucha autorreferencialidad en los procesos de construcción de las noticias?

C.V.: –Lo llamo “crisis de autopercepción”: la solemnidad con la que ciertos comunicadores se toman a sí mismos, cosa que yo detesto, ya que los lleva a pontificar cosas vacuas, de alta banalidad. Otra cosa es que tengas treinta y pico de puntos de rating porque a la gente le interesa específicamente tu opinión, aunque esos suelen ser los que más se cuidan de lo que dicen. Pero hay muchos que son poco escuchados y se creen David Letterman. No queremos caer en eso, de ninguna manera, y será un desafío evitar la tentación. No pretendemos ser protagonistas, sólo medios.

–¿Qué fue lo que los estimuló a abandonar por un rato su rol de productores de voluntades ajenas para dedicarse a exponer las suyas en público?

B.Ll.: –Tiene que ver con una etapa personal y profesional. Al tener una productora propia (ON TV), estamos parados en un lugar donde nos sentimos más libres para volver a nuestras fuentes, sin que eso implique poner en juego a otras personas.

C.V.: –Cuando producimos un programa con algún conductor, también queremos ver en él algo de nosotros, de nuestras ideas y de nuestros discursos. Pero cuando ocupamos un rol ejecutivo o creativo en un canal tratamos de ser respetuosos y profesionales, porque cualquier opinión personal se convierte automáticamente en la del medio al que pertenecés. Antes, en todo caso, nuestras opiniones estaban en nuestros hechos estéticos y artísticos. Ahora sentimos que tenemos cierta madurez y experiencia para asumir el riesgo de expresar nuestras voces, además de creer que tenemos cierta coherencia en nuestra vida y que podemos aportar algo al respecto.

–¿Hicieron el duelo de haber abandonado ese megamonstruo que era Telefe?

C.V.: –Fueron diez años intensos, pero parece todo tan lejano que a veces me pregunto si existió. El día a día no te deja disfrutar las cosas, eso terminás lográndolo cuando te vas, te corrés y podés verlo todo en otra en dimensión. Duelo no hubo porque la decisión de irnos fue muy clara y diría que es la mejor que tomamos en nuestras vidas profesionales. La de poder bajarnos del éxito, que nosotros tampoco lo concebimos según la mirada que los otros ponen en uno. La vida es una concatenación de circunstancias, lo entendemos así. Nuestras sillas en el canal no decían nuestros nombres, sino nuestros cargos, y después de nosotros la ocuparon otros. Hicimos lo mejor que pudimos y nos fuimos muy satisfechos de haberle podido dar nuestra impronta, pero ese ciclo terminó y hoy estamos en otro.

–¿Qué cosas no volverían a hacer, ahora que están en condiciones de elegir y descartar?

C.V.: –¡Programar un canal generalista de aire! Eso, nunca más, al menos no en la Argentina. Estamos asesorando canales de América latina y nos encanta, porque le transmitimos nuestra experiencia a gente más joven. Y también les advertimos: “Guarda, que esto ya lo hicimos”. El placer lo encontramos ahí. O en 360 TV, porque es otro tipo de tele, más chica y con visión de futuro, a largo plazo, con nuevas tecnologías entrando de lleno. Y desde cero, porque salió en un papel en un bar. Nos miramos con Bernarda y dijimos: “¿Lo hacemos? ¿Otra vez?”. ¡Y sí! Es durísimo, porque necesitamos visibilidad y es muy difícil convencer a los accionistas de que inviertan en un canal cuando, por ejemplo, Cablevisión no nos pone. Es una batalla cultural y política muy grande que excede nuestras capacidades.

–¿Los moviliza ser parte de esta discusión?

B.Ll.: –La ley de medios, más allá de nuestras convicciones políticas, responde a las transformaciones de los medios en el mundo. La digitalización es un camino que ya adoptaron muchos otros países, pero acá es más complicado, porque el modelo también lo terminó marcando la convicción política. Pero la transformación de los medios y de la tele es imparable, más allá de los componentes que quieran ponerle. Las señales se multiplican. Después, hay que ver qué pasa, porque cada proceso nuevo tiene cambios y cosas que luego necesitan a su vez otro tiempo para readecuarse a la realidad. Pero no es que un país lo elija. Primero aparecen las condiciones tecnológicas, antes aun que las políticas, los contenidos necesarios y los actores capaces de mirar hacia donde deben encauzarse esas transformaciones. Pero es inevitable. Es como que en un momento la radio se hubiese opuesto a que apareciera la televisión.

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