RADIO › ELIZABETH VERNACI, DE REGRESO AL AIRE
La conductora vuelve con un programa cuyo nombre se revelará mañana a las 10, frente al micrófono de la FM 89.9. Y dice que el año que estuvo fuera del éter le permitió recargar energías.
› Por Emanuel Respighi
“A mí me cansa la esclavitud de la radio. Es esclava: no podés faltar. Una tiene que estar todos los días a la misma hora. Si bien estar frente a un micrófono te da una cancha increíble, lo cierto es que para la vida cotidiana es agotador. Por eso el año pasado aproveché para hacer lo que tuviera ganas. No manejaba mis tiempos desde hacía veinte años. Durante mucho tiempo la radio digitó mis tiempos. El presente radial es ayer, ya, no da respiro.” La que hace catarsis –sentida, genuina– no es otra que Elizabeth Vernaci, la Negra para conocidos y extraños. Ella, la voz zarpada, guarra, sin filtro, de la radiofonía argentina, detalla lo que más le disgusta de ese medio que no puede abandonar. Vernaci está “institucionalizada”. O eso parece cuando, tras un suspiro, cambia la resignación introspectiva por el vozarrón energético: “Eso es lo que más me cansa de la radio, ¡pero también lo que más me gusta!”. Tras un forzado año fuera del éter, la Negra regresa mañana de 10 a 14, en la flamante Radio Con Vos (FM 89.9), con un programa del que recién se conocerá su nombre al aire.
Que el nombre del ciclo sea un misterio es, apenas, un detalle menor. Al fin de cuentas, lo importante es que la voz más transgresora de la radio vuelve a tomar el aire para reírse de todo y de todos. Y lo hace acompañada por un equipo al que conoce muy bien: Humberto Tortonese, María Carámbula, Migue García y Diego Della Sala. “Estoy tranquila, súper relajada, después de un año maravilloso”, le cuenta Vernaci a Página/12, sentada en el estudio de la emisora gerenciada por Endemol Argentina (ver aparte). “El 2014 –cuenta– empezó raro, pero disfruté habérmelo tomado para mí. Lo necesitaba. Me costó decidir volver a trabajar. No tenía ganas de volver a trabajar diariamente. Estaba muy cómoda como jurado de Tu cara me suena, haciendo tele una vez por semana. Pero bueno, estamos grandes y hay que vivir de algo... ¡Qué le vamos a hacer!”
–Igual, hace años usted se tomaba un año sabático, ¿no?
–Sí. Lo hacía porque era más chica, no tenía un hijo y cuando cambiaba de radio. Siempre que cambiaba de emisora, me tomaba un descanso. No pasaba de una frecuencia a la otra al toque. Esta situación fue obligada. Yo no decidí dejar de trabajar. Pero el mundo se confabuló para disfrutarla mucho. Me hizo bien.
A fines de 2013, tras años siendo figura de Rock & Pop, Vernaci se enteró de que la emisora no le renovaba el contrato, sin brindarle motivo alguno de la decisión. En ese entonces, la conductora explotó de furia contra Mario Pergolini, su compañero y –según señaló ella en aquellos días– factótum junto a los dueños de la emisora de su alejamiento. Una impasse que la mantuvo afuera de lo que más le gusta hacer durante toda la temporada. “Con Mario nunca fuimos amigos, pero sí tuvimos una muy buena relación y creo que la podríamos seguir teniendo”, subraya, con la tranquilidad que da el paso del tiempo.
–¿Se le pasó la bronca?
–Fueron circunstancias anómalas, extraordinarias. Circunstancias que no pasan nunca, o suceden cada 30 años. Sucedieron y nos pasaron a Mario y a mí, que alguna vez estuvimos enfrentados, siendo los dos “popes” de la radio. Pero la verdad es que atravesamos una circunstancia. Lo que pasó no cambia nada mi relación con él. Lo aprecio mucho. En los últimos años tuvimos unas charlas increíbles. Sabe mucho de radio. A mí lo que él hace con Internet no me interesa ni me provoca adrenalina, pero me encanta que lo haga y que pruebe. Mario es un buscador de nuevas formas de comunicación. Me parece fantástico. No tengo ninguna situación entreverada dentro de mí que me haga sentir que le tenga bronca. Hizo lo que pudo.
–¿Lo perdonó?
–En ese momento me rompió las pelotas, pero él estaba adentro de una estructura en la que eran todos iguales. ¿Qué iba a hacer? ¿Me iba a llamar a explicarme qué cosa? Hay que ver las cosas desde el otro lado.
–Desde el lado empresario.
–El es un empresario. Pero por eso no dejo de... El rol que tiene cambió su relación con los demás. Fue raro. Pero eso no lo modifica a él. Mario fue así toda la vida. No es que cambió. Siempre fue el nene caprichoso, el que la quiere tener más larga que todos... Mario es así. O lo querés y lo aceptás como es, o no lo querés. Y yo lo quiero, así que lo tomo como es.
–Entonces, ¿no es que se lo encuentra en la calle y lo...?
–¿Y lo escupo? Nooo, para nada. Al contrario. Lo abrazaría porque hace mucho que no lo veo.
–El año pasado estuvo alejada de la radio y, sin embargo, cuenta que le resultó una experiencia muy placentera. ¿No es de esas personas que “necesita” estar al aire?
–No, para nada. Al contrario. Si bien ahora que soy mamá tengo la idea en mi cabeza de que tengo que trabajar sí o sí, creo que uno necesita no estar al aire todo el tiempo. No soy un robot ni mi vida funciona a energía radiofónica. Estar fuera del aire es necesario para pensar las cosas desde otro lugar, no saturar... Igual, yo voy a seguir siendo quien soy y voy a seguir hablando de lo que hablo. Pero está bueno parar para pensar si uno quiere seguir haciendo lo mismo, si querés cambiar, o simplemente para renovar la cabeza. Está bueno parar.
–No dejarse llevar por la rutina.
–Claro. Nosotros estábamos muy cansados, estábamos haciendo todo el tiempo lo mismo. El último tiempo en Rock & Pop no estábamos en un ambiente muy agradable. Estaba todo demasiado denso como para seguir estando como si nada pasara. Y el programa que yo hago es para divertirse, cagarnos de risa y estar todo el tiempo bien; no puedo hacer radio a media máquina. No hago un programa de noticias, bajando línea, de información... Tiene que ver con el humor. Y si no estás cómoda en un lugar, el humor no te sale. Nos estaba pasando eso. Estábamos cansados porque había situaciones muy turbias, que no las entendíamos hasta que nos rajaron de la radio... Con la salida de la Rock & Pop me saqué una mochila de encima y pude relajarme. Hice un montón de cosas en ese año que hacía un montón de tiempo no hacía.
–¿Cómo cuáles?
–Desde ocuparme de cosas familiares y personales hasta poder hacer tele relajada. Nunca había hecho tele relajada, porque siempre estaba haciendo radio y tenía que hacer todo corriendo. Durante mucho años viví corriendo. Durante mucho tiempo estuve en “ningún lugar”. El descanso estuvo tan bueno que, si pudiera, lo haría de nuevo.
–¿Tuvo tiempo para escuchar radio?
–Poco, algunas cosas. No soy de escuchar radio. Sólo escucho radio cuando voy en el auto. En mi casa miro mucha tele. Suelo escuchar mucha radio, y me encanta hacerlo, cuando me voy de viaje en auto por alguna provincia, lejos del ruido de la ciudad. Me encanta ir descubriendo nuevas emisoras locales mientras manejo, me sorprendo. Me gusta escuchar radio en otros lugares porque me hace tomar la dimensión real de lo que significa, de cómo llega a todos lados y acompaña a quien quiera escucharla a toda hora. El año pasado, escuché bastante a Jey (Mammon), a Lalo (Mir) y suelo escuchar a (Juan) Di Natale y Eduardo (De la Puente)... Pero no los sigo; no son programas que no me los puedo perder. Los escucho para ver qué están haciendo, nada más, porque son voces amigas.
–¿No tiene la inquietud profesional de “pispear” por dónde va la radio?
–No, no. La verdad, nunca escuché radio para ver por dónde va. Yo hago la radio por donde me parece a mí que tiene que ir. No es que tengo que escuchar qué es lo que pasa afuera para hacer lo mismo. No sé si voy adelante o atrás; hago otra cosa. Si tengo que escuchar qué hacen los demás para ver qué hago yo, me dedico a otra cosa.
–¿Cree que en el país se hace buena radio?
–Creo que tenemos una muy buena radio. Si no, no habría tanta cantidad de gente haciéndola. Siempre va a haber radio. Radio Con Vos es una demostración de eso: aparece de la nada una radio con figuras súper importantes, con tipos de la tele... Es una apuesta muy fuerte la que está haciendo Martín Kweller, que es un empresario que me imagino que piensa que puede funcionar, si no no haría una movida tan grosa. Comparada con la de otros países, la radio argentina es buenísima. A mí me encanta. En algunas cosas atrasa, otras me aburren...
–¿Por ejemplo?
–Qué sé yo, algunos separadores en los que mezclan dos voces, una en mono y otra en estéreo... ¡Se hizo hace 20 años! ¡No lo hagan más! Creo que cuando uno no sabe qué hacer, hay que hacer lo simple. No está mal volver a lo simple, para, a partir de ahí, empezar a ponerle “adornos”, porque muy adornada la radio se parece a un rococó insufrible. Y también me parece que la radio está sufriendo el mal de los “opinólogos”. Todo es “opinología” hoy en día. Hay gente de la que a uno le interesa su opinión, y hay otros que te vuelven loca... Hay tipos que te dan tanta manija, que llegás a tu casa con tanto miedo que tenés ganas de cuetearte. Hay gente para la que la radio es como droga: viven la vida con miedo, la pasan como el culo, pero siguen escuchando eso que les hace mal todo el día. Pero claro, si no los escuchás, te critican diciendo que te importa un carajo la realidad. Y sí, vivo en mi propia burbuja. ¡Déjenme vivir en paz como quiero!
–¿Cree que en la radio sobran periodistas y faltan “entretenedores”?
–Eso es lo que me aburre. Hay demasiados opinólogos. Está buenísimo que haya periodistas que se dediquen a eso y que estén formados para verter una opinión inteligente. El problema es que pareciera que, si uno no opina de todo y con determinación, no es inteligente. O no es comprometido. Uno elige el camino que quiere. Yo elijo entretener. Siento la radio como una revista para leer en la peluquería. Uno puede elegir leer un libro de Borges u hojear una revista pelotuda en la peluquería. Bueno, yo elijo agarrar la revista y eso es lo que hago: pasás, te cagás de risa, escuchás buena música y salís. Para informarte sobre lo que pasa, están los diarios o lo podés buscar en otros espacios. A mí me gusta divertirme, entretener al otro y hablar de lo que a mí me interesa. Habrá gente que prefiera informar y opinar todo el tiempo. A veces hay más golpistas que periodistas..., pero ése es otro tema. Cada uno elige el camino que quiere. Yo elijo, también, escuchar lo que quiero, así como hay quien me elige por mis boludeces y otra prefiere escuchar algo serio con una clara bajada de línea. Es interesante que haya variedad para poder elegir.
–¿Considera que la llamada “batalla cultural” que se evidenció en los últimos años modificó la escucha?
–Desde hace un tiempo siento que, si uno no se indigna con algo, sea para un lado o para el otro, si es un tibio, la gente no te escucha tanto. Si uno opina desde cierta “neutralidad”, no vas a ser el número 1. En este momento la gente no quiere neutralidad, sino que busca personas comprometidas con una idea para que exprese lo que ellos no pueden decir. Esa relación provoca que los oyentes –de un lado o del otro– se indignen tanto, tanto, tanto, que se quedan conformes y encerrados en sus propias ideas. Se van enojadísimos a la cama, pero se sienten conformes. La tibieza, o tratar de mostrar la realidad desde un lugar “neutral”, hoy no garpa.
–¿Siente que el grueso de los oyentes no elige escuchar “buenos” programas de radio sino ciclos periodísticos con los que coincidan políticamente?
–Absolutamente. No sé si a esta altura hay muchos “programas de radio”. Porque un programa de radio es un todo, no alguien hablando. Un programa de radio es pensar cómo está armada la música, cuál es el concepto de la artística, cuál es la química al aire del equipo, cómo se relacionan las voces en su justa medida... Un programa de radio es como un tema musical de cuatro horas de duración. Tiene que haber armonía. Hoy pareciera que hay casi un único formato: tanda, nota, tanda, nota, tanda, nota... Todo en un tono de pelea constante. Es un estilo que tiene que ver con la época que vivimos, con el año político, con determinados intereses personales y con determinados intereses de las grandes corporaciones. Pero bueno, no es la radio que a mí me gusta escuchar.
–Está claro que no elige la radio como medio para informarse.
–No, yo no me informo (risas). ¡Por eso soy feliz! Si me informara no estaría así... Hablando en serio, me suelo informar con la tele, buscando espacios que sean “neutrales”...
–¿Existen? ¿Cuáles son? ¿O ve de todo?
–No veo los bandos porque me aburre lo virulento. Ni la posición visceral de quienes defienden ni la virulencia de los que repiten que todo está mal. Ninguno de esos dos lugares me gustan. Qué sé yo, miro un poco C5N, que me parece bastante “neutral”... No encuentro diarios neutrales, por eso los pispeo... Suelo preguntarle a gente que conozco y respeto cómo ve tal o cual tema. Pero, sinceramente, me parece que todo está dicho de acuerdo con los intereses de cada uno. No sé si me dicen la verdad. Entonces prefiero no informarme, porque no me parece que lo que digan sea información. Tiene más que ver con acomodarse en esos lugares que sean compatibles con eso que esperan. No sé hasta qué punto es información real. Yo quiero informarme. No quiero saber lo que piensa el otro de algo. Para escuchar y sacar mis conclusiones estoy yo. El caso Nisman es un ejemplo: primero se hace la bajada política y después, si quieren, te dan la información judicial. Debería ser al revés. Está todo mezclado. No siento que me informo mucho informándome.
–¿Cómo ve el fenómeno de que muchos profesionales de la TV aterricen en la radio? ¿Cree que es un camino fácil que utilizan los empresarios para alcanzar audiencias a caballo de la popularidad televisiva?
–No creo que sea un camino fácil porque es carísimo. Hoy en día, poner una estrella en una radio es muy caro. Y por eso no hay grandes estrellas de la tele en la radio. Por eso la apuesta de Martín Kweller me parece genial, porque no garpa. Es preferible poner a alguien no muy conocido, manejable, y que diga lo que vos querés que diga. Evidentemente esto no está resultando, porque todas las radios tienen programaciones más o menos iguales. La gente quiere identificarse con alguien. Sea por la información y su mismo pensamiento, porque se divierte, porque le gusta como habla, porque la voz le resulta familiar... Antes, las estrellas pasaban primero por la radio y después se iban a la tele. Ahora esos roles están invertidos. Pero está todo bien.
–No es una fundamentalista de la radio.
–¡No soy una fundamentalista de nada! Me molesta todo aquel que sea fundamentalista de lo que sea. Me molesta mucho el fundamentalismo de cualquier cosa.
–Preguntarle qué piensa sobre el fenómeno de las transmisiones audiovisuales de los estudios de radio es casi...
–¡Me rompe las pelotas! En primer lugar, porque tenés que ir arreglada, cosa que detesto. A mí me encanta hacer radio despeinada, en joggineta y sin maquillar. ¿Por qué? La radio es radio. No se ve. Ya lo hizo Juan Alberto Badía con Imagen de radio en su momento. Estamos atrasando, loco. ¡Volvemos para atrás! Badía fue un groso porque lo hizo hace 30 años. ¿Pero ahora? Ver estáticamente una mesa, cuatro micrófonos y una persona hablando me resulta muy poco interesante. Si ya para mí es difícil escuchar radio porque conozco los estudios y a las personas que lo hacen, lo que hace que no me pueda transportar a universos mágicos, mucho más lo es viendo cómo hacen radio. Igual, no hay muchos que juegan para generar mundos paralelos. Yo no sé qué persona puede estar mirando a un tipo sentado, con un micrófono adelante, hablando y hablando adelante de una cámara mal puesta. ¡El oyente-televidente parece un vigilador mirando las cámaras de seguridad de su edificio! Que cada uno mire lo que quiera. ¿Querés ver a cuatro boludos hablando sin gracia en la radio? ¡Miralos! A mí que no me pongan una cámara.
–Mucho menos si, además, se trata de programas que intentan transportar al oyente a universos fantásticos a través de los sonidos.
–Eso es imposible, porque uno está jugando... Dejame que el sonido me lleve. Siempre es mejor el libro que la película. En cuanto a imaginación, la radio siempre es mucho mejor hecha con sonidos y silencios que con imagen. Lalo Mir dice siempre que mientras haya alguien que tenga algo para decir, mientras haya un micrófono y una antena, siempre va a existir la radio. La radio es ahora. Ni siquiera me gusta que se la escuche grabada. Es la simultaneidad de mucha gente escuchando lo mismo al mismo momento. La radio es esa cosa que nos une a todos en la frecuencia del aire. Es magia, la magia total. Por eso estoy en contra de esa cosa moderna de subir los programas a Internet para escucharlos después. ¿Escuchar la radio, más tarde, en soledad? Eso es una paja. ¡Hagamos una orgía más que una paja! Es mucho más divertido. Si no tenés otra alternativa, comprate una soda y hacete una paja. ¡Pero yo prefiero el champagne y la orgía toda la vida!
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