Mié 30.05.2007
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RADIO › UN ENCUENTRO MUNDIAL DE RADIOS HECHAS POR ENFERMOS MENTALES

Los colifatos tienen la palabra

Hasta el sábado, en la Legislatura, los representantes de radios de todo el mundo comparan usos, formatos y experiencias.

› Por Julián Gorodischer

Cada radio colifata funda una realidad y una manera de mirarla. Así lo entiende Alfredo Olivera, el voluntarioso creador de la emisora para “usuarios de salud mental” que opera desde el Hospital Borda. Pionero en el género, comprobó durante más de una década que hay una efectiva integración entre los locos y su público. Quedó sorprendido, incluso, ante la estelarización de alguna de sus chicas, como Stellita Cros, que (en vida) llegó a tener programa propio, El living de Stellita, en el canal Ciudad Abierta. Su pequeña hazaña fue reunir en Buenos Aires (en el Salón Dorado de la Legislatura, Radio Tea y FM La Tribu), hasta el próximo sábado, a treinta radios parecidas pero diferentes, provenientes de todo el mundo, algunas de ellas inspiradas en la emisora argentina. Si a todas las colifatas las une la desolemnización del síntoma y la conversión del enfermo en radioteatrista o editorialista político, la uruguaya Bilardevoz innova con fonoplatea en vivo, “que convierte al oyente virtual en real y concreto”, dice Olivera. Y la chilena Diferencia se inspira en el modelo de comunidades terapéuticas ligadas a la restitución de derechos civiles.

“Si tengo que pensar en dos radios modelo –sigue el director de La Colifata criolla–, elijo a la francesa radio Leszentennois, destinada en su origen a ser efímera, a nacer y morir en un día. Pero fueron los pacientes quienes pidieron continuidad. Su objetivo fue pensar la radio como proceso creativo; desde el juego fueron logrando cierta forma, poniendo énfasis en el costado estético: en la artística, los separadores... Hacen radioteatro, juegan mucho con las voces y las tonalidades, crean personajes, se entusiasman creando frente a un micrófono.” La otra es la catalana radio Nicosia, fundada por el argentino Martín Correa, que adaptó La Colifata, en la que se formó a través de prácticas, a la idiosincrasia española. ¿Qué cambia? “En La Colifata hay más espontaneidad; en Nicosia hay mucho guión, trabajo previo, y epicentro en el estigma social de la cultura. Nicosia es militante, pero inteligente; juega con las contradicciones entre la locura y la no locura.”

A veces, una radio como La Colifata produce sorpresas, como la aparición de un personaje popular, una cara más conocida que el resto que provoca citas esperadas con el público y hasta legiones de fans. A la felicidad por el acceso masivo y la repercusión a gran escala le corresponden también recaudos y cautela. “Hay que editar no para el morbo, ni para el impacto ligero, sino para la problematización. Algunos medios quieren la cosa pintoresca. De por sí, los colifatos se excitan. Hay una lógica asentada en el consumo y el mercado. Si hacemos eje en la rareza, nos consumen y desechan sin consistencia posible. Pero hay algo más grave: si llevamos escenas de lo privado a lo público, se produce el despliegue de nuestros puntos no resueltos, esa mostración enferma”, dice Olivera.

Y, entonces, se hacen presentes las voces directas de pacientes que definen a sus colifatas como experiencias curativas. El cliché del hablar sin filtro se resignifica “para el bien” cuando Carlos Marambio Canale plantea sus editoriales políticos en Radio Diferencia de Valparaíso, Chile, como pura libertad informativa en el panorama contenido de los medios chilenos. “El hecho de que opine de temas políticos y sociales, que no puede tratar en el interior de su unidad, lo hizo mejorar”, asegura el periodista Sergio Olivares, coordinador de la radio. “En Chile es difícil encontrar un medio que pueda tratar estos temas con tanta libertad. Además de la experiencia terapéutica, se convierte en una opción real para los oyentes.”

“Me parece que, en Chile, en lo macro estamos bien, pero sigue siendo injusta la repartición de la riqueza”, dijo Carlos frente al micrófono de Diferencia. “Hay gente que tiene mucho dinero y no lo piensa repartir.” “Tengo libertad para decir todo lo que pienso –justifica ahora, esa vocación por la toma de posición en todos los terrenos de lo público–; en mi juventud tiré algunas piedras y salí a protestar contra Pinochet. Me gané el derecho a decir lo que yo quiera. Tiraban un gas que te forzaba a hacer caca; en los ’80, palo y piedra. Y a la comisaría. Viví los toques de queda, el intento de asesinato a Pinochet. En esa época yo era una persona sana, que sólo consumía un poco de marihuana. Luego llegó mi trastorno, que se llama esquizo-afectivo; por eso tomo estabilizadores del ánimo.” El logro evidente, hasta la fecha, es haber llevado su conciencia de interlocutor a la posibilidad, antes negada, de mantener una sesión exitosa con el psiquiatra.

Raúl Velazco, de radio Nicosia de Barcelona, dice que lleva “poquito tiempo, sólo un año”. “Desde el principio he empezado con fuerza. Mi función es producir entrevistas. ¿Lo más difícil? Nada, todo me ha resultado fácil. Mi habilidad como productor es hacer llegar nuestro mensaje y transmitirle al entrevistado que él puede llegar a formar parte no de un colectivo, sino de un grupo de personas que lucha por sus derechos.” Conciencia de límites, dualidad controlada: se extiende y desdramatiza su tolerancia a la frustración. “Yo soy muy malo haciendo preguntas, soy mejor redactándolas. La que es buena es Almudena” (su novia, a quien conoció durante la experiencia en Nicosia). Lo suyo es la poesía, la redacción de copetes y titulares que afianzan su “seguridad de desintoxicado, más allá de la dualidad”. Ahora puede “ofrecer sentimiento al público, no sólo al marco cerrado de un foro”. Según Nela Gonzalo, su coordinadora, “la radio le permite expresar sus momentos de locura, en un medio que se distancia del espacio clínico, donde hablar de un delirio o de alucinaciones se sigue considerando como un síntoma. En la radio se legitima como un discurso válido”.

Y luego se suma Vanesa Darnier, la adolescente francesa de radio Leszentennois, que funciona como ecléctica crítica de modas que es a la vez comentarista de perros, consejera para discapacitados y experta en estilos de zapatos. En el caso de los chicos de esa emisora europea, lograron plasmar una frescura e improvisación que los convierte en referentes generacionales, por encima de la distinción entre cordura y excentricidad. Los realizadores empiezan a notar, sorprendidos, que ¡sus radios se escuchan, tienen rating! De diseño y de costumbres habla la adolescente en la radio para jóvenes de un hospital de día de la zona de Aviñón. Vanesa se entusiasma cuando el tema es una de sus pasiones. “Amo bailar en discotecas –se presenta Vanesa–, y allí miro ropa de noche. Me gustan los brillantes sobre ropa negra; los ornamentos para el pelo. Ay, me encanta Madonna, sus pantalones ajustados a las piernas. La ropa de casamiento, una rosa en la cabeza, un tocado. Y el maquillaje. ¡Cómo me gustaría trabajar en un negocio de joyas!” No hay temas frívolos, sino expresión de una individualidad que por fuera de Leszentennois suele ser negada. La locura despliega una sensibilidad particular. “La belleza de la ropa”, sigue Vanesa. “O la belleza en todas sus formas.”

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