Lunes, 3 de marzo de 2008 | Hoy
RADIO › QUIQUE PESOA CONDUCE UN PROGRAMA DESDE SAN MARCOS SIERRAS
El periodista explica por qué se fue de Buenos Aires para recalar en la localidad cordobesa. Dice que allí puede trabajar “con cierta independencia” y cuestiona: “Se está perdiendo el espíritu crítico”.
Por Cristian Vitale
desde San Marcos Sierras
San Marcos Sierras parece un sueño. Doce kilómetros tras un empalme que se desmarca de la Ruta 38 –la del Valle de Punilla– determinan el ingreso a un bellísimo pueblo serrano: 650 metros de altura, clima templado y parejo, no más de cuatro mil habitantes estables, calles de ripio, hippies, rastas, artistas, gringos, un río encantado y cascadas bajacambios. Inimaginable a priori que aquí, dado el contexto, exista un estudio de radio tan poblado: cuatro mil vinilos, todo tipo de micrófonos –viejos, intermedios, modernos–, grabadores a válvula, casetes, CDs, dats, minidiscs, computadoras y tecnología de avanzada. Pero, claro: está Quique Pesoa, un auténtico animal del formato. “Tengo lo que necesito, no soy un fanático de lo último”, modera él, rodeado de la calidez de Leda, su actual mujer, y dos de sus hijas: Mercedes y Catalina. Está produciendo, así, en familia, la próxima edición del programa que conduce –sin moverse de aquí– todos los domingos de 11 a 14, por Radio Nacional Córdoba: El desconcierto del domingo. Hace cuatro años que el periodista-músico-locutor se aferró al encanto del lugar y tiene la seguridad de haber elegido algo así como su tierra prometida.
–¿Por qué abandonó Buenos Aires? Se supone que es “la meca” para un trabajo tan urbano y público como el suyo...
–Con Leda nos dimos cuenta de que iba a empezar a ser complicado el tema de los medios, sobre todo para nosotros, que queríamos trabajar con cierta independencia. Digo cierta, porque a esta altura es ridículo hablar de libertad, cuando debería ser una cuestión cotidiana. Nadie puede decir todo lo que quiere en un medio de comunicación... Desde ya, hay muchos que ni siquiera intentan arrimarse a un pensamiento independiente, y se dejan llevar por un pensamiento único. Se está perdiendo el espíritu crítico. Me decían “cómo vas a abandonar tu carrera”... ¿Qué carrera? Yo siempre laburé lindo, suelto y donde quise.
–¿En la vereda, el último programa que hizo en Buenos Aires para Radio de la Ciudad, puede operar como ejemplo?
–Puede ser. Igual, como tengo hormigas en el culo, los programas no me duran mucho tiempo... no más de tres años. Debo reconocer la nobleza de Badía, que nos defendió hasta último momento, pese a que éramos muy críticos con Ibarra y mucho más con Telerman. Fue el primer y único director que tuve que nunca bajó a echarme en cara nada. Me había elegido y por lo tanto se bancaba su elección.
La veta, entonces, fue escapar, no de Badía –claro está– sino de ese estado de cosas y tomar una tangente libertaria. El programa, que mecha músicas del mundo con ganas de decir cosas “sin filtro”, no sólo se escucha en toda la provincia sino que Pesoa lo entrega, vía IP (y gratis), a radios independientes de todo el país. “Sale en Quilmes, Venado Tuerto, Firmat, Freire... la idea es armar redes que escapen a los grandes monstruos mediáticos, independientes de Vila, Manzano, Canal 13 y Clarín. Fidel Castro hablaba de redes y grietas: armar una red y mandarse por esa grieta”, se enciende. San Marcos, por supuesto, no escapa a la intención del hombre nacido hace 57 años en Rosario. Como la señal de Nacional llega con dificultades, se montó una radio propia (Surcos) que, por ahora, sólo emite su programa. “La alcahueteé en el Comfer, pero no tiene una programación todavía”, dice.
–¿Revolvió el avispero? El pueblo parece muy tranquilo...
–(Risas) Digamos que el 80 por ciento del pueblo me aborrece, sólo porque opino sobre cosas, cuando las radios en Córdoba están todas a los gritos y sin contenido. Me meto con todas las cuestiones, y acá está mal visto: “¿Este tipo qué está diciendo?”, “¿por qué se mete con tal cosa?”, “él, que es de afuera”. Pero yo no soy más de afuera. Cuando hablo de volver, éste es mi lugar. Acá sufro, me divierto, mando a mis hijas a la escuela. Igual, está bien que me aborrezcan, porque es modificador de cosas. El aborrecer también es una forma de afecto.
Pesoa combina el placer de hacer radio con el manejo de La Merced –su hostería– y con las cabalgatas a Chilecito para buscar uva fresca, de la buena. Una vez al año encara 400 kilómetros con un carrito atado a su Ford F100 modelo 71` y regresa cargado. Esta vez fueron mil kilos de Malbec que se traducen en 650 litros de vino casi fino, con nombre grueso: Flor de Peludo. “Tengo los elementos indispensables para hacer un vino en serio, fino no sé porque no tengo roble, pero hay un pequeño equipamiento que habla de una intención.”
–¿Cuántos cambios bajó desde que se instaló acá?
–Lo advierto cada vez que me mando a Buenos Aires. Cuando voy, siento una especie de opresión y tengo ganas de volverme rápido. Hay un fragor ciudadano que no escuchaba cuando vivía allá. Acá hay un silencio que no tiene nada que ver con ese ruido de base. Además vienen los amigos y no extraño nada. Catalina –7 años– va sola a la escuela. Al principio traíamos de Buenos Aires la inseguridad como sistema de pensamiento, y no sabíamos si dejarla o no ir sola. Ya se nos pasó.
Una de las quejas recurrentes de Pesoa es el crecimiento del pueblo. El detalle pasa por alto al visitante, pero él dice que en cinco años la población pasó de mil a cuatro mil habitantes, y que los servicios están colapsando. “El gran temor es que en cualquier momento pongan pavimento y luz de mercurio. Habrá que ocuparse de mantenerlo como está, para que conserve su atractivo de pueblo serrano, porque si le ponés un cajero o una estación de servicios, lo transformás en Mina Clavero. Donde vamos, hacemos mierda todo. Esto es así”, reflexiona, se detiene, y reanuda: “Hay un concepto de desarrollo que viene atado del consumo, entonces alguien estará pensando que para desarrollar este pueblo hay que ponerle un shopping. Acá las sierras son bajas, la vegetación es achaparrada, hay callejones para caminar y no te sirve de mucho una 4x4... Tiene una riqueza que para este sistema consumista no existe”.
–¿Cómo es su relación con las autoridades?
–Hay un intendente con resabios menemistas, incluso hace poco descolgaron el cuadro de Menem de la intendencia. Acá, en Córdoba, todo atrasa mucho. El poder político ha subsumido al judicial. Lo de siempre, acentuado por 300 años de dominación eclesiástica sobre la cabeza de la gente... es un buen desafío poder difundirlo.
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